sábado, 20 de noviembre de 2010

Peru 7 (2010) Por las punas hacia Arequipa

Ruta Cuzco-Arequipa. Rojo: tierra. Azul: aire.
De regreso a Cuzco, como los días que nos quedaban de viaje iban siendo escasos, había que elegir un solo destino más. Nos encaminamos dirección a Arequipa atravesando una inmensa puna a más de 4000 metros. Este trayecto es recorrido por una línea de ferrocarril, pero a los turistas solo nos dejan coger un tren de lujo a precios imposibles, así que hay que optar por el autobús. En el horizonte dejamos Puno y el lago Titicaca, que en esta ocasión no podremos visitar por falta de tiempo. Al planificar este tramo había imaginado montañas nevadas y valles abruptos, pero nada de eso domina el paisaje. Aquí la altitud va ligada a un monótono paisaje ocre dominado por matas de una gramínea que llaman Ichu (Stipa ichu).



Phalcoboenus megalopterus. C.M. Aguilar Gómez.
De cuando en cuando, aparecen poblaciones con casas de adobe, rebaños de llamas (Lama glama)  y alpacas (Lama pacas) y lugareñas con el "típico" bombín de la cultura aymara. En el trayecto también son frecuentes las zonas húmedas, donde ven muchos Moritos de la puna (Plegadis ridgwayi), Avefrías (Vanellus resplendens ) y Caracaras andinos (Phalcoboenus megalopterus). A partir de Juliaca abandonamos el altiplano y comenzamos el descenso hacia la vertiente del Pacífico. La puna requemada por el frío y el sol me resulta poco acogedora pero aquí, bajando hacia Arequipa, el paisaje se transforma rápidamente. Aparecen barrancos desérticos, laderas cubiertas de cactus y volcanes recortándose contra el horizonte. Después de ocho horas de altiplano este árido paisaje consigue reflotar mi ánimo, cuestión de gustos. Aun así, sobre parte de esta puna volveremos en los días siguientes al atravesar la Reserva de Salinas y Aguada Blanca camino del valle del Colca.


Centro de Arequipa. Foto: César María Aguilar Gómez.
Y por fin Arequipa, una ciudad que pese a su gran tamaño conserva en el centro una parte colonial de gran encanto aunque bulliciosa. Abundan las iglesias y conventos y en especial nos encanta el monasterio de Santa Catalina. Las fachadas de piedra de esos edificios están ricamente talladas y destacan por su blancura ya que utilizan una roca volcánica de la zona muy característica. Por su parte, muchas de las casas coloniales se presentan bien cuidadas exhibiendo llamativos colores. 







Iglesia en Arequipa. Foto: César María Aguilar Gómez.
Tras varios días de madrugones y largos desplazamientos encontramos aquí el sitio para reposar un poco y preparar la visita al cañón del Colca. En esta ocasión desistimos de contratar un tour aunque sabemos que es la opción más cómoda, rápida y barata. Para dos días que vamos estar por la zona no nos apetece que se nos agríe de nuevo el carácter. Después de mucho trabajo y tener que decir que íbamos a otro sitio, conseguimos que nos alquilen un coche pequeño sin conductor, con tal suerte que se les estropeo el día de antes y por el mismo precio nos tuvieron que dejar el otro vehículo que tenían disponible, un todoterreno. Así que vía libre para recorrer durante dos días el valle del Colca.

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