martes, 29 de noviembre de 2011

Delta del Ebro 1 (2011) Arrozales y lagunas

Paisaje de arrozales en julio. Foto: César Aguilar
No se muy bien por qué, pero a pesar de tener el Delta del Ebro tan cerca desde Logroño, aún no lo había visitado ninguna vez. Así que cuando este verano Javier Robres me dijo que se iba para allí, le cogí la “oferta” al vuelo y nos fuimos un par de días a la zona. La última semana de julio no era la más apropiada para el sitio, aún apenas había comenzado el paso de limícolas, pero de todos modos fue una visita agradecida con unos días algo nublados que nos evitaron los calores estivales. Recorrer los arrozales de ambos lados del Ebro es un disfrute para la vista. A cada poco vas viendo todo tipo de ardeidas y en esas fechas había un gran número de ejemplares por la presencia de los juveniles recién volados. Las que más me llamaron la atención fueron las garcillas cangrejeras (Ardeola ralloides), las vimos en abundancia y como los arrozales se ven desde el coche haciendo paradas en las carreteras, se dan buenas condiciones para sacarlas fotos desde la ventanilla sin que se vayan. En ese mes las tablas de arroz estaban inundadas, con las plantas bien crecidas y algunas ya espigadas pero verdes.



Garcilla cangrejera (Ardeola ralloides). César Aguilar
Entre las tablas veíamos caminar muchas pollas de agua (Gallinula chloropus) y eran abundantes además otras aves como las garzas imperiales (Ardea purpurea), las garcetas comunes (Egretta garceta), las garcillas bueyeras (Bubulcus ibis) o las cigüeñuelas (Himantopus himantopus). Más escasas de lo que esperábamos fueron las garzas reales (Ardea cinerea) y los martinetes (Nyctirocax nycticorax). Luego hay otras especies que, para los que tenemos pocos humedales cerca, siempre son muy agradecidas como los moritos (Plegadis falicinellus), las garcetas grandes (Casmerodius albus) y los avetorillos (Ixobrychus minutus). Ademas de arrozales, el delta tiene varias lagunas con grandes masas de agua. Son zonas como las de la Encanisada, la Tancada, la Alfacada, la Isla de Buda o el Garxal.


Fumarel cariblanco (Chlidonias hybridus). J. Robres
En general la observación de aves en esos humedales es más lejana y al haber otras zonas más agradecidas, les dedicamos menos tiempo. No era época para muchas anátidas, pero aún así por esos lugares vimos patos colorados (Netta rufina), azulones (Anas platyrrhynchos), porrones comunes (Aythya ferina), tarros blancos (Tadorna tadorna), fochas (Fulica atra), somormujos (Podiceps cristatus) y zampullines chicos (Tachibaptus ruficollis). Dos aves abundantes en los arrozales y lagunas eran los fumareles cariblancos (Chlidonias hybridus) y los charranes comunes (Sterna hirundo), aunque también vimos algunos charrancitos (Sterna albifrons) pero más escasos. Los charranes comunes tuvimos ocasión de verlos criando en la pequeña laguna que han acondicionado en la finca de Riet Vell, donde la SEO (Sociedad Española de Ornitología) lleva acabo un proyecto demostrativo de cultivo de arroz ecológico.


"Amores" de charrán y calamón.  Foto Javier Robres
Desde el observatorio de Riet Vell asistimos a una escena digna de un documental. Los charranes, apostados en las plataformas flotantes que les han instalado para criar, presentaban una tremenda territorialidad. Saliendo de un carrizal cercano, un calamón (Porphyrio porphyrio) que estábamos viendo, trató de pasar nadando junto a una de las plataformas de cría y se vio “cosido” a picotazos por el charrán. Primer intento y el calamón tuvo que retroceder al carrizal. En su segundo intento el calamón fue nuevamente acribillado a vuelos picados del charrán que no permitía que nadie se acercara a la plataforma donde alimentaba a un pollo grandón. A la tercera fue la vencida, pero para ello el calamón cambió de estrategia. Con sus patazas se fue encaramando poco a poco por las cañas de carrizo hasta donde pudo y desde ahí salió volando pasando por encima del nido. El charrán ya nada hizo y lo dejó pasar por "cansino".

sábado, 26 de noviembre de 2011

Chris Stewart, un viajero asentado (Libros)

Tres maneras de volcar un barco


Chris Stewart
Ediciones Salamandra. Barcelona. 2010
ISBN 978-84-9838-298-3
(Biblioteca Pública de La Rioja 820-3 STE tre)

Un día oí a Chris Stewart hablar en la radio de este, su último libro, y me despertó la curiosidad sobre sus relatos viajeros. Para quien no lo conozca, es un tipo bastante curioso que ya se había hecho célebre como escritor con su primer libro “Entre limones”. Británico, de vida errante durante algunos años, batería en el primer disco de Génesis, esquilador de ovejas en Suecia o redactor de guías de viaje, son algunas de las “perlas excéntricas” que completan una curiosa biografía personal. El caso es que tiene una manera de escribir campechana y riéndose de sí mismo que ha conectado con mucha gente, en especial con el público británico donde tiene mucha acogida. No hay más que ver el título del libro “Tres maneras de volcar un barco” en el que cuenta varias historias relacionadas con los barcos y su poca habilidad para la náutica.


Los barcos se le resisten pero fantasea con la vida nómada que le daría su conocimiento, pero él es un optimista y pese a los fracasos lo intenta. En un momento le surge la oportunidad de llevar un velero para sus propietarios ingleses, ya muy mayores, que necesitan un patrón para sus salidas de verano por las costas de Grecia. Ni corto ni perezoso, y sin saber manejar un barco en condiciones, les dice que sí. Ahí empieza su carrera personal para ponerse al día de náutica y ser capaz de controlar un velero que no es suyo sin que de esto tengan conocimiento sus propietarios. Acabado ese accidentado verano, vuelve al mar en una travesía en velero que le llevará hasta los fiordos noruegos para de ahí cruzar el Atlántico por Islandia hasta Groenlandia. Bueno esa vez ya es con unos amigos experimentados, lo que es un alivio tras la tensión de leer lo del verano griego. En definitiva un vividor, en el mejor sentido de la palabra, con una fina ironía de sí mismo y una gran habilidad para convertir en libros sus anécdotas personales.

Entre limones. Historia de un optimista


Chris Stewart
Editorial Almuzara.
ISBN 84-88586-92-2
(Biblioteca Pública de La Rioja 820-3 STE ent)

A raíz del libro anterior busqué este primero libro del autor “Entre limones”. En él cuenta su asentamiento en un cortijo de Las Alpujarras de Granada donde creo que aún reside con su familia desde hace más de dos décadas. Para los británicos España es diferente y un pueblo en las montañas de Granada es el exotismo puro, y no digo que no, más en una comarca dura con un mundo rural en declive donde parece que no le fue difícil adquirir un viejo cortijo a un precio asequible. Chris ansiaba asentarse en algún lugar y dejar de ser de los que miran los paisajes y paisanajes en sus viajes, a formar parte de un territorio y ser uno de esos paisanos que él veía unidos al paisaje. 

La mirada de un extranjero sobre el modo de vida y la forma de ser de la gente de allí es bien curiosa. Más viniendo de una persona ingenua y entusiasta como él, que siempre choca entre la gente de campo curtida y resabiada. En el libro recoge sus peripecias y anécdotas de sus primeras incursiones buscando el sitio adecuado, su convivencia durante un tiempo con el anterior inquilino del cortijo que compra y su asentamiento definitivo con su mujer. Un relato que se sigue con el mismo entusiasmo que despierta alguien tan positivo y dinámico como Chris.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Cabo de Gata 6 (2011) Vida bajo el agua en el infralitoral

Anémona (Anemonia sulcata). Foto: César Aguilar
Pero lo más interesante del Cabo de Gata se encuentra debajo del agua así que es cuestión de ponerse unas gafas de snorkel y enredar por ahí. Sobre rocas y en zonas iluminadas son localmente abundantes las anémonas comunes, Anemonia sulcata, que adquieren una coloración violácea por la presencia de unas algas simbiontes llamadas zooxantelas. Otros cnidarios curiosos son los tomates marinos, Actinia equina, pero que como es nocturno se suele ver con los  tentáculos recogidos con el tamaño y forma al que alude su nombre común. Algo que hace singulares a estos fondos son las buenas extensiones de Posidonia oceanica. Algunas de estas praderas submarinas están muy superficiales lo que permite recorrerlas sin necesidad de recurrir a un equipo de buceo. La posidonia es una fanerógama marina, no un alga como pudiera parecer, y sus praderas son de gran interés ecológico. Se trata además de un endemismo propio del Mediterráneo, una especie relicta del antiguo mar de Tetis. Uno de los sitios donde la estuve viendo fue en un costado de la playa de los Genoveses. Allí también aparecía Cymodocea nodosa, otra fanerógama con hojas más finas que coloniza fondos arenosos que luego ocupa Posidonia.



Tomate marino (Actinia equina). Foto: C. Aguilar
Clavada entre los rizomas de estas praderas estaba Pinna nobilis, el bivalvo que llaman nácar y que es el de mayor tamaño que se puede hallar en el Mediterráneo. Su talla puede llegar hasta casi un metro, aunque el que yo vi era bastante menor. Estas praderas tienen también sus ramoneadores, los grandes grupos de salpas o salemas (Sarpa salpa), una de las pocas especies herbívoras de este mar. En realidad no son tales, aunque lo aparentan, ya que comen las hojas pero solo para aprovechar las algas e invertebrados que viven sobre ellas, ya que por lo demás son duras e indigeribles. Estos peces pertenecen a la familia de los espáridos, el grupo del que se ven más especies en las zonas infralitorales a las que se accede con esnorkel.



Algunas especies de peces identificados
Los espáridos son los típicos sargos plateados que habitualmente se ven nadando en grupo. Algunos de los que pude identificar fueron Diplodus sargus (sargo común), Diplodus puntazzo (sargo picudo), Oblada melanura (oblada) y Lithognathus mormyrus (Herrera). Los sargos son a veces complicados de diferenciar ya que hay especies muy similares y además los patrones de manchas y rayas en ocasiones varían según las edades. Otra familia muy llamativa de estas zonas son los lábridos de intensos colores. Son peces muy territoriales que tienen una forma de nadar rápida e inquieta. Los peces verdes, Thalassoma pavo, y las julias, Coris julis, son muy comunes y por la variedad de patrones de color que presentan, da la impresión de estar viendo más especies de las que hay. Machos y hembras tienen diferente coloración pero además ocurre que son hermafroditas, primero hembras y luego machos. Ello hace que la coloración de los ejemplares sea muy variable pues pueden aparecer coloraciones intermedias en el transcurso del cambio de sexo.





Blenio en un charco intermareal. Foto: C. Aguilar
Los tripterígidos o momas, como Tripterygion tripteronotus, también presentan vivos colores y suelen verse solitarios ya que son muy territoriales. Los machos son de color rojo con la cabeza negra contrastada y les gustan en especial las zonas de roca. Un buen sitio donde pude ver momas fue la playa de Los Muertos que tiene unos fondos rocosos muy propios para estos peces. Sustratos así también son buenos para otros peces curiosos como los blenios, los parientes marinos de nuestro pez fraile dulceacuícola, Salaria fluviatilis. Viven pegados a las rocas apoyándose en las aletas ventrales ya que tienen atrofiada la vejiga natatoria. Con sus ojos saltones curiosean, se acercan, retroceden y vuelven a acercarse a los buceadores, todo menos permanecer indiferentes. Hay varias especies y diferentes coloraciones de machos, hembras y adultos que nunca consigo diferenciar bien.


Preparado para el infralitoral. Foto: Iratxe González
Pero además de peces, un día en la cala de Los Toros pude ver una de las temidas irrupciones de medusas. Era Pelagia noctiluca una especie muy extendida por mares tropicales y templados de todo el mundo. En ocasiones sus ejemplares son arrastradas por las corrientes y el viento, y aparecen en gran número en las costas. Dicen que son bioluminiscentes pero para eso habría que bucear de noche, lo que si que pude comprobar es que eran bastante urticantes. Bueno en realidad no tengo muy claro si fue una de estas medusas o el roce con los tentáculos de las anémonas, ya que ambas eran abundantes ese día en la playa. El roce con cualquiera te deja la piel como si hubieras sufrido una quemadura, formándose ampollas que tardan en curar. Al menos en mi caso, no fueron nada dolorosas de hecho no me di cuenta de que me habían cauterizado la piel hasta varias horas después de salir del agua, de ahí que no tuviera claro cual de las dos especies fue la causante.

martes, 15 de noviembre de 2011

Cabo de Gata 5 (2011) Algas de la rompiente y zona infralitoral

Rompiente repleta de algas. Foto: C. Aguilar
Los charcos intermareales y los bordes de los arrecifes de vermétidos son una buena ocasión para ver y fotografiar varias especies de flora y fauna marina. Algunas de ellas es posible verlas también buceando o haciendo snorkel, pero dentro del agua ya no tienes la ayuda de una guía a mano ni tampoco, yo al menos, puedes fotografiarlas para identificarlas más tarde. Es el caso de varias especies de algas que se distribuyen por la zona infralitoral, esa que siempre está inundada, bien iluminada y donde se sitúan las algas fotófilas. Entre ellas está el alga parda Cystoseira sp., normalmente C. mediterranea que alcanza densos recubrimientos en las zonas batidas. Las comunidades de Cystoseira crecen erguidas y son comparadas a menudo con bosques en miniatura ya que en ellas se suelen diferenciar varios estratos.



Cystoseira sp. Foto: César Aguilar
En la parte baja de este bosquete marino habría varias especies de algas incrustantes y otras de aspecto cespitoso, luego estarían algas de porte bajo que serían el equivalente al estrato arbustivo y por último estarían las arbóreas que en esta comunidad sería Cystoseira. Entre las del estrato arbustivo que pude reconocer estaban las del género Corallina, unas algas calcáreas de color rosado formadas como por pequeños segmentos articulados. En realidad estas comunidades pueden albergar en sus diferentes estratos hasta 70 especies de algas, aunque una cosa es lo que hay y otra lo que uno llega a reconocer sin mucha experiencia. Otra especie que he podido ver en la zona y que también da lugar a bosquetes sumergidos de este tipo son los sargazos, Sargassum sp.


Sargazo (Sargassum sp). Foto: César Aguilar
El nombre de sargazo viene del “famoso” mar de los Sargazos, una región del Atlántico Occidental donde el mismo Colón se sorprendió, y lo registró en su diario, cuando halló grandes acúmulos de algas flotantes de este género lejos de las costas. Al parecer la zona coincide con aguas poco batidas por el viento entre dos grandes corrientes la del Golfo y del Atlántico norte y la norecuatorial que discurre en sentido contrario.  El mar de los Sargazos es además conocido porque allí se localiza la única zona del mundo donde se reproducen las misteriosas anguilas (Anguilla anguilla), esos peces que llegan del mar hasta nuestros ríos europeos. Lo del misterio viene porque en realidad nadie ha podido comprobar su reproducción en la naturaleza. Dicen que nunca se ha capturado allí una anguila adulta y menos con huevos, sin embargo es el punto de todo el océano Atlántico donde aparecen las larvas más pequeñas de la especie, así que se imagina que en esa zona a gran profundidad debe darse la reproducción. 


Padina pavonica Foto: César Aguilar
Pero volviendo a las algas de estas zonas infralitorales, sobre los sustratos duros también pude reconocer otras de amplio espectro ecológico como las “lechugas de mar”, Ulva sp., muy comunes en puertos y ensenadas; la Padina pavonica un alga parda fácil de identificar por su forma en abanicos blanquecinos producidos por incrustaciones calcáreas; y la Acetabularia acetabulum, un alga con forma de sombrilla que es endémica del Mediterráneo que es una especie tropical relicta del antiguo Mar de Tetis, aquel del que se formó el Mediterráneo. Esta última alga, a pesar de tener un tamaño de varios centímetros sorprende saber que está formada por tan solo una célula.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Cabo de Gata 4 (2011) Arrecifes de vermétidos

Arrecifes de vermétidos en El Playazo. C. Aguilar
Una de las actividades que encuentro más entretenidas de las playas es pulular por esos charcos de la zona intermareal viendo lo que vive allí . Para eso se necesitan zonas rocosas y en las costas del cabo de Gata no faltan en la mayoría de las playas, ya que  muchas se sitúan en calas de pequeño o mediano tamaño. Es algo que suelen hacer a los críos, cubito en mano, persiguiendo esquivos cangrejos o fascinándose por la presencia de alguna quisquilla o algún pequeño pez en las cubetas. Pero la zona intermareal del mar Mediterráneo es muy reducida ya que no hay más de medio metro entre la pleamar y la bajamar. Esto está relacionado con su condición de mar cerrado, que solo conecta con el resto de masas de agua oceánicas por el Estrecho de Gibraltar. Ese “cuello de botella” impide la transmisión de las mareas a sus costas con la envergadura que lo hace en litorales abiertos como el Cantábrico.



Dendropoma petraeum y Spongites notarisii  
En el Cabo de Gata las pequeñas oscilaciones del nivel del mar no tienen una periodicidad fija y responden más bien a cambios en la dirección de los vientos y de la presión atmosférica. Sin embargo algo que contribuye a extender esta zona intermareal es la formación de arrecifes de vermétidos. La presencia de arrecifes la asociamos a corales tropicales que con sus esqueletos calizos van dando lugar a plataformas de roca en crecimiento que son la base para ricas comunidades marinas. Pero existen estos otros arrecifes que se presentan en algunas islas oceánicas tropicales y en las zonas más cálidas del Mediterráneo. En las costas españolas aparecen restringidos entre el litoral alicantino y este del Cabo de Gata.



Poliplacóforo o quitón. Foto: César Aguilar
Una especie de vermétidos coloniales son los precursores de estos arrecifes y son de los pocos gasterópodos que son sésiles, es decir que viven fijos al sustrato. Otros gasterópodos marinos como las lapas o los caracolas tienen siempre movilidad. La especie de vermétido presente en estas formaciones es Dendropoma petraeum y desarrolla una concha negra irregular, sin el enrollamiento espiral típico, más bien como un tirabuzón. Entre las conchas, ocupando los huecos, crece un alga calcárea blanca incrustante, Spongites notarisii, que es la que da solidez a la estructura. De este modo se forman los arrecifes presentes en las costas del Cabo de Gata. Algunos sitios donde pude verlos fueron El Playazo de Rodalquilar, la Playa de los Muertos o en algunas de las calas de la zona de Las Sirenas.



Bellotas de mar (Chthamalus stellatus). C. Aguilar
La zona rocosa intermareal y la supralitorial, la expuesta al oleaje pero no sumergida, es el lugar para otros gasterópodos como los bígaros (Littorina sp.) y las lapas (Patella sp.). También aquí se pueden encontrar unos curiosos moluscos, los poliplacóforos o quitones que parecen una especie de “lapas” con un recubrimiento formado de 8 placas gruesas que cuando se desprenden del sustrato se enroscan formando una bola. Otros animales de esta zona que pueden despistar en cuanto a su condición, son las bellotas de mar (Chthamalus stellatus) que por sus placas calcáreas y forma compacta pudieran recordar a un molusco. Sin embargo se trata de unos crustáceos, parientes por tanto de cangrejos y langostas, aunque más cercanos en forma de vida a otros cirrípedos como ellos, los percebes. Recubren zonas de roca bañadas por el oleaje y se abren cuando sube la marea, así que normalmente se suelen ver cerrados. Cuando están abiertos se pueden ver sus patas modificadas, que con aspecto de plumas les sirven como filtro para capturar el alimento en el agua.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Cabo de Gata 3 (2011) Barrancos y costas áridas 3

Acantilados del Playazo a Las Negras. Foto: C. Aguilar
La costa del Cabo de Gata tiene un cromatismo especial, allí se juntan tramos de origen volcánico de color negro con otros de dunas fosilizadas en amarillos intensos. Un tramo muy interesante se extiende entre el Playazo de Rodalquilar y la localidad de Las Negras. Ahí hubo una pequeña cuenca sedimentaria que se formó tras la actividad volcánica que dio origen a la zona. El sendero de La Molata recorre ese tramo, y por ello se pueden encontrar restos de fauna marina fosilizada, como los de unas conchas de erizos asimétricos que no había visto hasta ahora en fósiles. También las vistas de los acantilados son impresionantes, sobretodo con luz de mañana acompañadas de las idas y venidas de los vencejos reales (Apus melba) que crían en las grietas de los cortados marinos.



Collalba negra (Oenanthe leucura) Foto: C. Aguilar
En los paseos de veraneo por estos barrancos y playas del Cabo de Gata, sobre todo del entorno de Rodalquilar, no he ido buscando ninguna especie concreta de vertebrado, ya que esas fueron vacaciones de descanso tras el viaje de Perú. Aún así, prismáticos en mano, he podido disfrutar de muchos de esas aves del matorral mediterráneo que se dejan ver en cualquier paseo en un sitio así. Ahí han estado los mochuelos (Athene noctua), abejarucos (Merops apiaster), golondrinas dáuricas (Hirundo daurica), cogujadas montesinas (Galerida theklae), jilgueros (Carduelis carduelis), verdecillos (Serinus serinus), alcaudones reales (Lanius meridionalis) o collalbas rubias (Oenanthe hispanica), nada del otro mundo pero no por ello se deja de disfrutar. Una especie que hacía tiempo que no veía tan abundante y tan a gusto, ha sido la collalba negra (Oenanthe leucura) que se ve por doquier y que llega a criar hasta el mismo cantil de la playa. 


Lagartija colirroja (Acanthodactylus erythrurus)
Allí di con un nido ubicado en una “burbuja” de una roca volcánica que albergaba varios pollos ya grandotes. Aunque busqué la acumulación de piedras que hacen las collalbas negras en los nidos, no dí con ellas  por la ubicación del nido. Este es un comportamiento de cortejo bastante curioso solo citado en esta especie, según el cual el macho acarrea y deposita pequeñas piedras junto al nido sin una utilidad aparente. Parece que con ello trata de demostrar su buena condición física, y por tanto su valía como reproductor, a la hembra con la que están “en trámites” de emparejarse. “Camino de la playa” también pude ver un par de especies de lagartijas termófilas, al parecer bastante comunes aquí, como son la lagartija colilarga (Psammodromus algirus) y la lagartija colirroja (Acanthodactylus erythrurus). Las puede ver tanto en los cordones dunares con barrón y pitas como en las laderas más interiores con más vegetación arbustiva.



Sapo corredor (Bufo calamita). Foto: C. Aguilar
Ya para acabar estas citas de vertebrados “casuales”, en uno de los paseos por una rambla dí con un tremendo sapo corredor (Bufo calamita). Agua en estos barrancos que recorrí hay entre poca y nada, y en algún charco aislado que revisé no encontré puestas, pero allí estaba este bicho que me crucé de curiosa coloración. Digo curiosa porque aunque estos sapos tienen bastante variabilidad, los que estoy acostumbrado a ver no son como este que encontré con un verde y blanco muy contrastado. De no ser porque en la Península no hay Sapo verde (Bufo viridis), en un hábitat así en cualquier otro sitio donde sí está presente como Baleares o Marruecos, casi no habría dudado en atribuirlo a esa especie en vez de a un sapo corredor ya que la línea de la espalda, aunque presente, era bastante tenue en ese ejemplar.

martes, 1 de noviembre de 2011

Cabo de Gata 2 (2011) Barrancos y costas áridas 2

Logo "Espantapitas" y campo de pitas. C. Aguilar
Otra de las plantas del paisaje del Cabo de Gata que destaca cuando llegas por primera vez es la pita (Agave americana). Es tan llamativo el porte que alcanza y su abundancia en algunos puntos, que se ha utilizado como elemento de identificación con la naturaleza de la zona. No se si ahora seguirá existiendo, pero hasta hace algunos años había un festival de música y cine en la zona llamado “Espantapitas” que pudimos ver en visitas anteriores al Cabo de Gata. El logo de ese festival era una bonita y “mística” ilustración de un Agave americana con sus “espigas” recién florecidas como las que pudimos ver al comienzo de este verano. Sin embargo estas plantas no son una especie autóctona sino propia del continente americano.



Cornical (Periploca angustifolia). Foto: C. Aguilar
En marzo de este año pude verlas en su hábitat natural en Perú, allí aparecían asociadas al bosque tropical seco del río Utcubamba junto a acacias y varias especies de cactus. Sin embargo, es frecuente verlas en las regiones mediterráneas donde están naturalizadas, en especial en zonas áridas como las del sudeste peninsular. Su abundancia en algunos lugares del Cabo de Gata parece también debida a antiguas plantaciones con las que se obtenían fibras para cuerdas y tejidos bastos. Pero además de especies exóticas como el Agave o la chumbera (Opundia sp.), en el cabo de Gata se encuentran varios matorrales autóctonos con distribución restringida al sudeste árido peninsular y al norte de África.

 


Azufaizo (Ziziphus lotus) Foto: C. Aguilar
Entre las especies que los forman están el cornical (Periploca angustifolia), el oroval (Whitania frutescens) y el rascamoños (Launaea arborescens). De estos tres solo el primero lo encontramos florecido en junio, con sus complejas y sofisticadas flores junto a frutos con forma de cuernos enfrentados. Estas especies las había visto anteriormente en el Antiatlas marroquí florecidas ya a finales de diciembre. Esta proximidad de algunas de las especies del Cabo de Gata con la flora africana es lo que más me llama la atención de la zona. Otra de esas especies que me hacen recordar las estepas de Marruecos es el azufaizo (Ziziphus lotus). Esta planta es un ejemplo de adaptación al medio ya que es capaz de desarrollar densos portes arbustivos en suelos con muy poca agua.


Asteriscus maritimus y Limonium sinuatum
El enmarañado y espinoso ramaje del azufaifo es de gran interés ecológico y en él encuentran refugio muchos vertebrados como el alcaudón real, el conejo o distintos reptiles. Ejemplares del arbusto de buen tamaño, y algunos en floración, pudimos ver en los accesos al Playazo de Rodalquilar. Pero además las laderas que miran a la costa fueron las más agradecidas en junio por dos plantas que inundaban el paisaje de intensos colores. De amarillo, se encontraba una planta de la familia de las compuestas que en la zona llaman padrijo (Asteriscus maritimus) y de azul, una siempreviva llamada capitana (Limonium sinuatum).


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...