miércoles, 28 de marzo de 2012

El río Ebro, naturaleza y cultura a golpe de remo 2

Garzas, martinetes y martines pescadores
 

Martinete presente en primavera y verano. C Aguilar
El paisaje es importante pero la sensación que se tiene desde un kayak no sería la misma sin la fauna que habita la ribera. A unas especies se las oye, a otras se las ve y a algunas más sólo se las imagina con los indicios que dejan. De estas categorías son las aves las que proporcionan más satisfacciones, se las ve y se las oye sin problemas. En los meses estivales cualquier recorrido naturalista por el campo se convierte a partir de media mañana en un lucha contra el calor y la inactividad de la fauna. En pleno río nada de eso se cumple. Aún en las horas de mayor calor hay siempre vida que observar y en muchos de esos calurosos días es el mejor lugar donde encontrarse. A lo largo del Ebro se pueden observar durante el verano cinco especies de garzas con regularidad.



Garza real Foto: Javier Robres
La mayoría crían en colonias en distintas lagunas de la ribera de La Rioja y Navarra como Las Cañas en Viana, La Grajera en Logroño o El Recuenco en Calahorra. Estas aves y algunas que esporádicamente crían en la propia ribera del Ebro, se dispersan todos los días por el río para alimentarse. Garzas imperiales, garzas reales, garcetas comunes, martinetes y, en menor medida, garcillas bueyeras, pueden observarse desde el agua. Hay pocas cosas tan placenteras como dejarse llevar por la corriente, lentamente y sin palear, mientras en silencio te vas acercando a una de estas impresionantes aves. Ellas volarán unos metros por delante de ti pero, como si supieran que eres poca amenaza, volverán a posarse unos metros más allá o te pasarán por encima y buscarán un nuevo sitio detrás tuyo. En la ribera también puedes sentir en época estival la proximidad de los milanos negros, unas rapaces comunes y fáciles de ver volando sobre la lámina de agua. En ocasiones te observarán desde su nido, una plataforma construida en algún árbol mirando al río, y si pasas si sobresaltos permanecerán inmóviles a escasos metros de ti mientras te deslizas por debajo de ellos.




Martín pescador, común en el Ebro. Javier Robres
Otra sorpresa de las que aguardan en las orillas son los martines pescadores, un “flechazo” de azul turquesa disparado velozmente de una orilla a otra, que en cualquier jornada se cruzará varias veces delante de uno. Sólo con poder ver a tu misma altura y tan cerca a este ave en su medio, ya habría merecido la pena un recorrido así. En realidad son un buen número las aves que se pueden ver desde el río, pues el cauce y su ribera es un corredor natural para la fauna. Tanto las que allí crían como aviones zapadores, oropéndolas o chorlitejos chicos, como las que lo utilizan en diferentes momentos como golondrinas, abejarucos o andarríos grandes, se pueden ver sin dificultades desde el agua.


Barbos, galápagos y nutrias
 

Barbo de Graells, autóctona del Ebro. C. Aguilar
Recorrer un agua rica en sedimentos como la de Ebro hace que nos perdamos lo que ocurre debajo de nosotros. Sin embargo, a veces es posible ver algunas especie de peces tan cerca del kayak, que uno mira a los pacientes pescadores de la orilla pensando si no se habrán equivocado de sitio. Una de esas ocasiones se da en los vados de aguas rápidas y poco profundas, donde se agrupan los barbos de Graells. A estos peces autóctonos del Ebro se les encuentra, a contracorriente y en grupo, esperando con la boca abierta lo que la corriente del río puedan llevarles para comer. Con aguas más claras es posible ver cardúmenes de madrillas, peces que se pescaban con redes por su abundancia y que hasta hace algunos años eran los que comíamos en la fiesta de San Bernabé en Logroño.



Carpa, exótica introducida hace siglos. C. Aguilar
Hoy en esa fiesta ya sólo se ofrecen pequeñas truchas arco-iris de piscifactoría. También en verano se puede ver la freza de las carpas, que en aguas someras sacan sus lomos a la superficie en una actitud tan confiada que es posible aproximarse y llegar a tocarlas. A parte de estas situaciones pocas veces más se encuentra uno con peces del río, salvo alguna que otra vez con el siluro. Con esta especie he contactado en cuatro ocasiones desde el kayak, una vez con un ejemplar mediano nadando superficialmente en una “madre” bajo la embarcación (¡vaya susto!) y las otras tres en forma de carroña, ya sea flotando en el río o en una “percha” de cormoranes. Y es que una pieza de ese tamaño no pasa fácilmente desapercibida. Actualmente en el tramo riojano del Ebro los peces exóticos e invasores, como el siluro, ya constituyen la mitad de las especies presente y son un problema para la conservación de las especies autóctonas, aunque no es este un problema exclusivo de los peces.


Galápago europeo soleándose en el Ebro. C. Aguilar
En el río Ebro hay actualmente tres especies de galápagos, una introducida y dos autóctonas casi extintas, son el galápago de Florida, el europeo y el leproso respectivamente. En algunas ocasiones es posible verlos desde el kayak pues salen a solearse encima de troncos o piedras que asoman del agua. Es esta ya la clase de fauna que casi hay que imaginarla pues uno ve tirarse un galápago al agua a cierta distancia pero rara vez le da tiempo a saber de cual de ellos se trata. Lo triste de estas y otras especies invasoras del Ebro es que están ahí amenazando la conservación de la fauna y flora autóctona, debido a introducciones, a veces casuales, pero otras muchas intencionadas. 




Huellas de visón europeo. C. Aguilar
Con el resto de mamíferos acuáticos o ribereños la perspectiva desde un kayak no da para mucho. Uno sabe, por unas pequeñas huellas con forma de estrella en el barro, de la presencia del visón europeo, un pequeño mustélido casi extinto en Europa que aún vive en nuestras riberas; que tras unos troncos roídos de las orillas andará algún castor de los que alguien soltó en el Ebro de manera ilegal; o que tras unos excrementos con olor a pescado sobre una roca estará la nutria, que después de años malos ha conseguido recuperar sus poblaciones también en el Ebro. Con toda esta fauna imaginada, pero real, tiene uno tiempo de entretener la mente en los momentos centrales del día en los que hasta las aves se muestran perezosas para cruzar el río y llamar nuestra atención.

jueves, 22 de marzo de 2012

El río Ebro, naturaleza y cultura a golpe de remo 1

Las tres entradas con este título pertenecen a un artículo que publiqué en abril de 2011 en “Piedra de Rayo. Revista Riojana de Cultura Popular” en su número 37. El texto está tal y como apareció allí, en cuanto a las fotos están las del artículo más alguna adicional.


Sotos desde el kayak hinchable Foto: César Aguilar
No es que uno sea esa clase de gente que disfruta con el esfuerzo, ni siquiera me considero un deportista, pero ocurre que de forma más bien casual hace unos años me hice con un kayak y unas cuantas ilusiones en torno a las posibilidades que podía ofrecerme. Junto a unos amigos distribuidos en otras comunidades, adquirimos unos kayak hinchables con la idea de que algo así podría servirnos de excusa para viajar y hacer recorridos naturalistas por distintos ríos, un enfoque compartido y del todo alejado de lo deportivo. Enseguida los planes se abandonaron, los kayaks, aun recogidos, eran bastante voluminosos y poco prácticos para ese fin y todo se fue enfriando. Me vi con un kayak hinchable y sin mucha perspectiva de compañía, así que bien podía haber acabado cogiendo polvo en un trastero. No obstante, me eché al río que más a mano tenía, el Ebro, y lo que desde allí vi y sentí me enganchó de tal manera que con el paso del tiempo he ido encadenando un buen número de tramos del río a su paso por La Rioja y algunos más en las comunidades vecinas. 


Una “revelación”

Río Ebro en La Rioja Alta. Foto: César Aguilar
Pronto al primer kayak se sumó otro, debido a que el fabricante quiso compensarme de este modo por una pequeña tara del primero, algo que no impedía su uso. Ese segundo kayak me ha proporcionado de vez en cuando compañía de amigos en el río, aunque la mayoría de los recorridos de estos años han sido en solitario. Realmente no es fácil convencer a alguien para que se meta en el Ebro en un “hinchable” con forma de kayak. Todos los que hemos crecido junto al río hemos oído muchas veces de los mayores las advertencias sobre lo traicionero del Ebro. El pozo Cubillas en Logroño era algo así como el epicentro de la tragedia, cuántos bañistas a punto de ahogarse no habría salvado el nombrado “manco del pozo Cubillas”.



Islas en el cauce del Ebro. Foto: César Aguilar
Sin querer quitar ese punto de respeto que se merece el río más caudaloso de la Península, recorrer el Ebro en este tipo de embarcaciones no lo considero ni mucho menos una actividad de “riesgo”, al menos cuando yo lo hago, de abril a octubre. En estos meses, salvo cuando se producen crecidas, el caudal y la corriente son aceptables y coincide con todo el esplendor de las riberas. La primavera tardía, el verano y los comienzos del otoño, son buenas fechas si se quiere disfrutar del espectáculo natural que ofrece el río. En una ocasión oí decir a una persona que guía grupos en piragua por el Ebro en Zaragoza, los Ebronautas, que para muchos de sus clientes la primera visión del río desde dentro adquiere el cariz de una “revelación” y que muchos se sentían como si estuvieran navegando por el Amazonas o el Orinoco. A pesar de que pueda sonar exagerado, yo también opino lo mismo.


Alisos, álamos y tamarices

Vides silvestres en El Cortijo Foto: César Aguilar
Pero los sentidos nos engañan y en el Ebro tras la primera barrera de exuberante vegetación, no hay kilómetros y kilómetros de arbolado tierra adentro como en los ríos tropicales. Aún así, el contacto desde el agua con la ribera es espectacular y sobre la superficie del río se descuelgan toda suerte de plantas trepadoras y ramas de árboles que buscan la luminosidad que escasea en los sotos. El recorrido del río Ebro en La Rioja coincide con una transición de los bosques de ribera de gran interés paisajístico. Entre las Conchas de Haro y Logroño el río discurre dentro de meandros encajados en suelos de areniscas y arcillas. En esa ribera, a parte de sauces, chopos o fresnos, son característicos los alisos, árboles propios de climas atlánticos que desaparecerán poco a poco según pasemos Logroño. A partir de esta localidad el paisaje se abre y el río discurre sobre suelos más blandos. En este tramo, con el paso de los años, los meandros han fluctuado a merced de las crecidas dejando un legado de cauces abandonados e islas en diferente estado de formación.


Aliso, árbol autóctono, en La Rioja Alta. C. Aguilar
Es aquí donde se disfruta más con el kayak, recorriendo madres con aguas quietas y bóvedas de vegetación que te envuelve de luces y sombras. En las aguas lentas, carrizos y eneas colonizan las orillas y una cubierta de lentejas de agua flotan a resguardo de las corrientes. Plantas trepadoras como el lúpulo o las “lianas” de la clemátide, se descuelgan de lo alto y en los sitios más soleados aparecen algunas de las moras más sabrosas de la ribera, aquellas a las que sólo los pájaros y los navegantes pueden acceder. De vez en cuando uno da con especies que no parecen cuadrar con la vegetación natural que se espera en la ribera. Así ocurre con la familiar presencia de las hojas de parra que trepan el arbolado.A finales del verano esas vides silvestres ya tienen maduros unos racimos que cuelgan hacia el río y que son la excusa perfecta para hacer parada y almuerzo.



Grama de agua, invasora muy extendida. C. Aguilar
En estas riberas rodeadas de huertas y poblaciones, tampoco es raro encontrar higueras, nogales o tomateras que crecen en las playas de gravas, ni tampoco algunos árboles ornamentales como plataneros, acacias, sauces llorones, ailantos o arces negundos. En la mayoría de los casos son presencias puntuales y en sitios degradados pues existe una fuerte competencia entre la vegetación de ribera por estos fértiles suelos. No obstante, ha habido algunas herbáceas exóticas que sí han tenido éxito y han llegado a invadir las riberas del Ebro. Es el caso del cáñamo acuático (Bidens frondosa) o la grama de agua (Paspalum paspalodes), ambas con origen en el continente americano. La invasión de especies exóticas como éstas constituye una amenaza para biodiversidad ya que compiten y pueden llegar a desplazar a las especies propias de las riberas del Ebro.

martes, 13 de marzo de 2012

Tierra de pinares 2 La peña del duro

Afloramiento rocoso peña del duro. Foto: C. Aguilar
Otro de los sitios que tenía ganas de visitar en la zona y que me llamó la atención cuando encontré información de él, era una curiosa roca con grabados que llaman la peña del duro. Tenía guardada la reseña del sitio desde hace tiempo y aproveche el fin de semana por la zona para acercarme a él. El lugar me ha parecido realmente curioso y “mágico”. Los grabados no son muy antiguos, poco más de un siglo los primeros,  pero tienen una historia peculiar detrás. Están situados en un afloramiento rocoso similar a los de las necrópolis que había estado viendo en los pinares. La comarca donde se encuentra la peña está colindante con Tierra de Pinares, aunque no es exactamente igual. El término municipal donde se sitúa es Cidones aunque para acceder a ellos es necesario acercarse por una pista que sale de Oteruelos.



Reverso de un duro alfonsino. Foto: C. Aguilar
Una de las rocas del bosquete de robles del término municipal es la que llaman la peña del duro y es donde aparecen concentradas todas las inscripciones. No todas se ven a primera vista y hay que prestar un poco de atención para ir descubriéndolas poco a poco. Desde que se tallaron, los líquenes y el tiempo han ido desdibujando las incisiones y es necesario aguzar la vista. Los grabados se sitúan en vertical solo en una de las caras del afloramiento rocoso. Al estar orientados hacia el norte la mayor parte del día están en sombra lo que no facilita contrastes de luz para verlos mejor. Pero empecemos por el principio, la peña del duro recibe ese nombre porque es la inscripción de un duro la que primero se ve. Se trata del reverso de una moneda de 5 pesetas, o duro, de la época de Alfonso XII de un metro de diámetro. Se sitúa en el centro del “retablo” en el que se distribuyen el resto de grabados de la roca.



Grabados de los zorros repasados. Foto: C. Aguilar
Para saber quien fue el autor del trabajo solo hay que buscar una de las inscripciones donde dice “Por la gracia de Dios. Julián Pérez y Pérez de Ocenilla grabó esta piedra, a los 19 y 62 años en 1878 y 1921”. Parece ser que empezó a grabarla de joven siendo pastor en estas majadas,  luego se hizo guardia civil y salió del pueblo, para regresar de mayor cuando concluyó el trabajo. De todo lo que dicen que se ve, además del duro alfonsino, conseguimos ver todas las ilustraciones salvo una. Entre las que fuimos encontrando poco a poco, está el autorretrato de Julián vestido de guardia civil, dos zorros, un triangulo divino con ángeles arrodillados a ambos lados, varias cruces, una balanza de pesar con lo que parecen es una pluma y una espada a un lado y a otro, una calavera debajo, un diablo con tridente y un águila que agarra con una pata una bolsa de monedas y con otra una calavera. 



Algunas frases legibles. Foto: César Aguilar
Además hay varios dibujos geométricos poco concisos y desdibujados que parecen de la primera época ya que están menos ordenados. Lo que no conseguimos ver fue un autorretrato de Julián de joven, creemos que debería estar entre esas primeras donde el trazo es más impreciso. En general todas las inscripciones están enmarcadas dentro de cenefas, expuestas a modo de retablos y con numerosas frases difíciles de seguir por el transcurrir del tiempo, aunque se entienden palabras sueltas. Parece que son frases morales ya que en su trabajo de guardia civil dicen los estudiosos que se dedicó a la lectura de la biblia, de ahí el tipo de escritos y muchos de los dibujos. En general me ha parecido un sitio curioso, fácil de encontrar pero que no está señalizado, de modo que ya solo su hallazgo en el bosque ya añade encanto al lugar.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Tierra de pinares 1 Cuyacabras y eremitorio cueva Andrés

Nichos inundados de Cuyacabras. Foto: C. Aguilar
El pasado mes de octubre me acerqué con unos amigos a la comarca de pinares que comparten las provincias de Burgos y Soria al sur de la Sierra de La Demanda y Urbión. Hace unos años, cuando estuve documentando unas inscripciones en la cumbre del pico Urbión, encontré información de unos cuantos lugares que juntaban naturaleza e historia y que hacían muy interesantes algunas visitas a la comarca. Entre la enorme extensión de pino silvestre (Pinus sylvestris) de la zona se encuentran diseminadas necrópolis, despoblados y restos arqueológicos que añaden encanto a un paseo por el bosque. En esta ocasión estuvimos visitando un par de necrópolis en el comunero de Revenga en Quintanar de la Sierra. La más espectacular de ellas es la de Cuyacabras.



Arco mozárabe y cruz en Cueva Andrés. C. Aguilar
La concentración de nichos antropomorfos que uno puede encontrar allí es espectacular. Los nichos están tallados en la propia roca, un conglomerado silíceo característico de la zona, el mismo que forma las paredes de la cercana Laguna Negra. La necrópolis fue excavada por los arqueólogos a finales de los años sesenta y cuenta con 175 sepulturas, una escalinata y restos de la base de una iglesia también tallada en la roca. Según los investigadores pertenece a la época de la Repoblación, por tanto altomedieval, así que había permanecido oculta durante unos 1000 años. Un paseo entre sus tumbas es algo sobrecogedor, todas están orientadas al este y llama la atención la gran cantidad de nichos de niños que se encuentran.




Corzo curioso dentro del pinar. Foto: C. Aguilar
Viendo eso se aprecia claramente donde y en qué medida ha actuado la selección natural en nuestra especie hasta hace bien poco tiempo, al menos en los países del primer mundo. Cerca de allí y con una cronología similar se encuentra el eremitorio Cueva Andrés. Junto a un pequeño arroyo y unos praderíos ocultos dentro del pinar están los restos de lo que creen que fue un eremitorio altomedieval. El lugar es idílico. Al abrigo de una roca aparecen trazas de huecos tallados en la roca que el tiempo a desfigurado. Aún así se pueden ver varios nichos y una gran roca con un arco de herradura mozárabe y una cruz griega dentro de él.





Atardecer en Tierra de Pinares. Foto:C. Aguilar
Dicen que pudo hacer la veces de altar de una pequeña iglesia rústica cuyo único resto sería ese. El arco califal de tipo cerrado remite al siglo X, así que encanto a lugar no le falta. Pero como he comentado el entorno de bosque de pinos es el que pone el broche a estos restos arqueológicos de la zona. A parte de los herrerillos, carboneros y otros páridos típicos de las coníferas, en uno de esos paseos buscando “piedras” pudimos ver un precioso corzo que aguantó lo suficiente como para poder tomarle algunas fotos. Cuando parecía que el día ya no podía deparar más, pudimos disfrutar de un atardecer incendiario en el horizonte con un precioso contraluz del pinar.

jueves, 1 de marzo de 2012

De Amazonia a Patagonia (Libro)

De Amazonia a Patagonia.
Ecología de las regiones naturales de América del Sur
Ivan A. Sanchez
Lynx Edicions. 2011
ISBN 978-84-96553-82-8

Las pasadas navidades me hice con este libro que considero ¡enorme!. Hasta el momento no conocía ninguna monografía de este tipo que tratara todos los hábitats de Sudamérica de forma tan rigurosa y global. La organización de contenidos, la presentación y su afán enciclopédico pero sintético, lo hacen básico para cualquiera que quiera acercarse a esas tierras con la mirada un naturalista al viejo estilo, como Humboldt o Darwin, gente que se interesaba por todas las ramas de las ciencias naturales de los sitios que visitaba. Y es que para cada ecosistema abarca una visión global de su geología, fauna, flora, comunidades nativas y problemas de conservación. Con este amplio repertorio de temas siempre habrá quien buscando algo concreto de una zona que haya visitado, echará algo en falta. Sin embargo considero bastante bien lograda la idea de conjunto que aporta el libro. A parte de los dos ecosistemas que luce el título, la Amazonia y la Patagonia, Sudamérica alberga otros menos conocidos como las selvas del Chocó, la mata atlántica, el pantanal, el chaco, los ecosistemas del caribe sur, las sabanas de los llanos, el cerrado, la caatinga o la pampa entre otros.


Tratar de manera conjunta y por el mismo criterio todos ellos, alumbra ideas que no son muy frecuentes, como los criterios de endemicidad, riqueza y abundancia de unas regiones respecto a otras, el grado de transformación que han sufrido y su singularidades. Una anécdota curiosa de lo que me ha aportado el libro: viajando por la selva central del Perú solía ver en los bordes de las pistas plantas de alegría (Impatiens walleriana) esa planta de interior de vistosas flores rosas. Como muchas de las plantas ornamentales que tenemos en  Europa provienen de especies de estratos bajos de las selvas, como las begonias o las palmas, pensé que esa sería una más. Pregunté en una ocasión en Perú y me dijeron que crecía espontáneamente pero no tenían conciencia de que fuera una invasora. Pero realmente es un exótica allí, ya que según se indica el libro se asilvestró en el continente pero es originaria de Zanzíbar. Es solo una anécdota pero de esas que te ayudan a ir comprendiendo mejor el paisaje y la naturaleza de una región. Bueno, como dije al principio, un libro ¡enorme!


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...