viernes, 28 de septiembre de 2012

Arribes del Duero 2 (2012) Matorrales floridos y orquídeas

Minifundio mediterráneo. Foto: C. Aguilar
En los pueblos en torno a los arribes sayagueses el paisaje es sobretodo de vocación ganadera, al menos en la parte más cercana al Duero. El bosque fue aclarado para obtener pastos y se crearon multitud de pequeñas parcelas para el cultivo de centeno rodeadas por muros de piedra. Alrededor uno puede ver árboles como encinas (Quercus rotundifolia), fresnos (Fraxinus angustifolia) arces (Acer monpessulanum), olmos (Ulmus minor) y rebollos (Quercus pyrenaica). Parte de aquel minifundio de centeno sigue hoy en día cultivándose pero ya ligado al consumo que cabras y ovejas hacen de él. El declive rural ha hecho que muchos de los pastizales abiertos antiguamente estén colonizándose por matorrales. 




Flora de mayo en Arribes. Fotos César Aguilar
La pasada primavera esos matorrales eran un espectáculo de colorido. Dos de las especies más llamativas en mayo eran la escoba o retama negra (Cytisus scoparius) y la retama blanca (Cytisus multiflorus). Si bien la primera tiene una amplia distribución, la retama blanca es un endemismo peninsular que solo se encuentra en la parte occidental, asociado a suelos silíceos y ácidos como estos graníticos de la zona. También en amarillo estaban en plena floración los jazmines silvestres (Jasminum fruticans), muy vistosos pero poco olorosos, a partir de los que se han obtenido multitud de variedades de jardinería. Sobre suelos algo más pobres estaba el cantueso (Lavandula pedunculata) con su impactante color morado.


 


Flora de mayo en Arribes. Fotos César Aguilar
Ante tanto avance del matorral, aún hay quien sigue dando cerilla al monte con idea de recuperar los pastos para el ganado. Y es que las quemas sigue siendo uno de los problemas recurrentes que ha venido arrastrando el parque desde su creación, aunque parece que cada vez son menos frecuentes. Aun así uno puede reconocer algunos de esos paisajes de pastos modelados por el fuego al ver los gamones (Asphodelus albus) que estaban floreciendo en una zona recientemente quemada. Otra planta del paisaje mediterráneo asociada a suelos pobres es la jara pringosa (Cistus ladanifer), también en plena floración en mayo, aunque en las zonas que recorrimos eran poco abundantes.

 




Bosquete de enebros en Cozcurrita. C. Aguilar
Hubo otras formaciones que me llamaron la atención y que tienen una importante presencia en algunos paisajes de los arribes, los enebrales. Formaciones extensas de enebro de la miera (Juniperus oxycedrus) como las del Cozcurrita, con portes arbóreos de gran tamaño. Entre las rocas graníticas y sobretodo mirando al cortado del Duero también se veían recién florecidos los cornicabras (Pistacea terebinthus) un pariente de los lentiscos que recibe su nombre por unas estructuras en forma de cuernos que salen en sus ramas. Aunque hay quien confunde esos cuernos con frutos, en realidad son agallas desarrolladas por la puesta de huevos de un pulgón que se desarrollan dentro.





Floración de Serapias lingua. César Aguilar
En los prados húmedos de uno de los arroyos vi unas curiosas flores que no había identificado nunca, unas que llaman gallos, en realidad unas orquídeas, aquellas Serapias lingua. Como el resto de orquídeas, las Serapias se polinizan por insectos y tienen ingeniosos sistemas de atracción. Esas flores no les ofrecen alimento sino protección, un lugar donde refugiarse cuando bajan las temperaturas. Al abrigo de su estructura floral en forma de casco hay entre 2 y 3 grados por encima del entorno. Eso es lo común en las Serapias, aunque la Serapias lingua, además tiene al fondo de la cavidad una callosidad oscura que recuerda a una hembra de una pequeña abeja que se haya escondido allí. Se trata de un engaño parecido al de las orquídeas abejeras (Ophrys sp.), en este caso dirigido a los machos de Ceratina cucurbitina la pequeña abeja que poliniza Serapias lingua.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Arribes del Duero 1 (2012) Cortados graníticos junto al río

Vista de los arribes del Duero. Foto: C. Aguilar
Hacía ya once años que no regresaba por los Arribes del Duero de Zamora y recuerdo que las dos veces anteriores fue coincidiendo con la primavera. En esta ocasión ha sido nuevamente en la misma época, a mediados del pasado mes de mayo, un momento en que la naturaleza de Sayago está en todo su esplendor. En aquellas ocasiones la zona aún no era un espacio natural protegido como lo es hoy, donde más de un centenar de kilómetros del río Duero en la frontera con Portugal dan lugar al Parque Natural de los Arribes del Duero que se extiende por las provincias de Salamanca y Zamora. Eso al lado español, al otro lado de la frontera está su equivalente portugués el Parque Nacional del Douro Internacional.




Aguila real en los arribes. Foto: César Mª Aguilar
A pesar de que el Duero está enormemente regulado por una sucesión de grandes presas, acercarse al tajo del arribe sobrecoge. Tanto como recorrerlo en barco desde la localidad portuguesa de Miranda de Douro. Para ambas cosas hubo tiempo en esta ocasión. El recorrido en barco te adentra en un paisaje de aguas quietas con enormes paredes graníticas de más un centenar de metros en la mayoría de los tramos. Todos estos cortados son importantes para la nidificación de especies como el águila perdicera, el águila real, el alimoche y la cigüeña negra entre las más destacables. Desde el barco pudimos ver un nido de ésta última, uno muy antiguo que ya estaba abandonado antes de que empezaran las visitas fluviales por la zona.




Puente de Requejo en Villadepera. Foto: C. Aguilar
No hubo ocasión de ver cigüeñas negras, aunque sí los mucho más comunes alimoches criando en covachas del arribe y varios ejemplares de águila real que andaban marcando sus territorios en vuelos de display. Los días por la zona los pasamos Iratxe y yo con un par de amigos, Antonio y Mónica, que desde hace más de diez años viven en Villadepera, una población con un precioso puente de hierro sobre el arribe. Dicen que el puente de Requejo, que así es como se llama, fue durante un tiempo el puente de un solo ojo más grande de Europa. No se cuando ni por cuanto tiempo, pero aún hoy es impresionante ver esa obra de ingeniería cruzando el cortado de un solo “brinco”.





Paisaje de la penillanura de Sayago. Foto: C. Aguilar
A los cortados graníticos del arribe se asoman restos de una actividad rural hoy en día en declive, pero que ha dejado en el paisaje bancales, chozos y cerramientos de piedra que trataron de aprovechar el microclima más húmedo próximo al río. Hacia la meseta amplios encinares se extienden en una penillanura granítica ondulante. Un paisaje que recuerda en cierto modo a las grandes dehesas del centro y suroeste de España, pero que aquí puedes recorrer libremente a diferencia de lo que ocurre en muchas de esas otras, donde las grandes propiedades privadas las mantienen valladas con aprovechamientos cinegéticos. En los Arribes de Sayago en Zamora, la parcelación y el minifundio crean un paisaje accesible, con muchos senderos y altamente recomendables de recorrer.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Sudamérica: crónica de un viaje en bicicleta (Libro)

Sudamérica: crónica de un viaje en bicicleta
Jesús López de Dicastillo Gorricho
 
Editorial Láser. Pamplona. 1985
ISBN 84-86136-10-5



Por fin conseguí este libro de Jesús, el primero que escribió de su periplo ciclista por Sudamérica. Lo encontré en segunda mano en internet y lo devoré con avidez el verano pasado. En realidad no es un viaje cicloturista al uso, entre otras cosas porque se desarrolla a principios de los años ochenta cuando apenas se habían popularizado los viajes en bici como en la actualidad. Basta señalar que para transportar los bultos, tienda y demás, los llevaban sujetos en la parrilla trasera y algunos más en una cesta delantera, parece que a nadie se la había ocurrido aún poner alforjas a la bici, lo más básico para un viaje en bicicleta hoy en día. Pero no solo es peculiar el viaje por la “técnica”, también por las motivaciones personales. Este no es un viaje de placer, es una huida personal recorriendo Sudamérica escapando de esquizofrenias y fantasmas personales como la angustia que siente en una Europa deshumanizada donde cuenta más tener que ser y todo se reduce al consumo. Jesús da un respiro a su espíritu y se deja curtir en un recorrido que comienza en México y termina en Brasil tras realizar 30.000 kilómetros, 600 días de viaje y haber atravesado 16 naciones. Como compañero de viaje va con él otro navarro, también Jesús y de Cintruénigo, que se apunta rápidamente a ese vagabundeo por Centroamérica y Sudamérica.



Sin embargo pronto empiezan los problemas personales por las diferentes motivaciones para el viaje y la convivencia entre ellos se hace difícil, no lo oculta. Finalmente su compañero abandonará el periplo en la parte final por cuestiones de salud y Jesús continuará solo un buen tiempo antes de finalizar el viaje en Brasilia. El relato trasluce una dureza impresionante en cuanto a las etapas y esfuerzos, pero él los tiene por bien sufridos por las muchas escenas naturales que tienen ocasión de contemplar. Su amor por la naturaleza, no la de un naturalista que desmenuza con detalle el paisaje sino la de un curioso anhelante del contacto con la naturaleza, la de un poeta, trasmite una vivida crónica el viaje. Algunos pasajes se viven con la piel de gallina, como las arriesgadas y accidentadas travesías en barco para cruzar de Panamá a Colombia, cuando las selvas del Darien y El Chocó interrumpen la carretera panamericana y hay que echarse a la mar. En general un buen número de historias recogidas y vividas buscándose la vida a diario, con la bicicleta como salvoconducto en el continente americano apenas recorrido de aquella manera. Quién quiera saber más de este curioso personaje hay más reseñas en este blog, podéis poner su nombre en el buscador del blog o ir a las etiquetas de la derecha.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Grecia 11 (2009) Adriático y final en Venecia

Como una ciudad imaginaria de Italo Calvino
No habíamos previsto terminar el viaje en Venecia, pero una vez hecho el recorrido por Grecia había que tomar un ferry a Italia para regresar otra vez a casa. Toño y Ángela, los amigos navegantes que habíamos estado visitando en su velero nos sugirieron esta opción. Como hay bastantes furgonetas y caravanas que van y vienen entre Italia y Grecia te dejan meter el vehículo y dormir dentro de él en la bodega del barco sin que tengas que pagar el camarote, que en realidad es lo que más encarece los ferrys. Así que recorrimos el Adriático de punta a punta durante todo un día y una noche para acabar en Venecia como punto de entrada a Italia. En el Adriático pude ver cetáceos como grupos de delfines listados (Stenella coeruleoalba) y calderones (Globicephala melas).




La ciudad anfibia por excelencia. Foto: C. Aguilar
Llegar a Venecia desde el mar tiene un encanto especial. Es una ciudad anfibia, así que verla aparecer al final del Adriático fue una sorpresa. Sencillamente aquella aproximación desde el mar me dejó boquiabierto. La zona es una inmensa bahía con marismas de gran interés natural y a medida que te acercas comienzas a ver numerosas garzas en los fangos. No es un puerto cualquiera, desde que crees que has llegado a tierra hasta que atracas en el puerto pasa casi una hora en la que recorres el paraje natural de la laguna de Venecia, donde la perla escondida es la propia ciudad. Venecia no parece real, se asemeja a más una de esas deliciosas descripciones de ciudades que recrea Italo Calvino en su libro clásico “Las ciudades invisibles” (ISBN 84-8130-202-0). 


 
 

Calles y edificios de Venecia. Foto: C. Aguilar
Al menos eso me parecía a mi al verla acercarse en el horizonte desde el ferry. Yo la verdad no me hacía mucha idea de cómo era. Siempre has visto fotos de canales, gondoleros, palacios suntuosos y así, pero no llegaba a hacerme una idea cabal del sitio. Una vez en tierra es cierto que está muy llena de turistas, no es de extrañar, pero aquello es inmenso hay sitio para todos. A poco que te salgas de los lugares más habituales, como la preciosa plaza de San Marcos o los puentes y calles más concurridas, hay encanto por todos los lados. Bueno, en buena parte es un encanto decadente que ha de gustarte, el encanto de lo real, de aquello que está sin sacar brillo para el turista y que se ve que tuvo tiempos mejores.




Detalle de San Marcos. Foto: César Aguilar
Patios escondidos, pozos antiguos, puertas decoradas, escudos y símbolos grabados en la piedra, miles de detalles que guardan historias de varios siglos de la ciudad. Algo de esa fascinación por Venecia la trasmite el genial dibujante Hugo Pratt, el creador del personaje de cómic Corto Maltés, el viajero romántico y vividor por excelencia. Hay un cómic que recrea ese ambiente onírico y de misterio que transmiten la ciudad, se llama "Fábula en Venecia" y me sirvió como imaginario para aquella visita por callejones y rincones abandonados. Luego me regalaron de regreso a España una guía excepcional para cualquier aficionado a Corto Maltés y al encanto de sus historias y leyendas “La Venecia secreta de Corto Maltés” de Guido Fuga y Lele Vianello (ISBN 978-84-9814-185-6).



Acabando el viaje en la plaza San Marcos. C. Aguilar
Hugo Pratt creció en Venecia, aunque luego, como sus personajes, recorrió bastante mundo. No se quien atrae más, si el propio personaje o su dibujante que llevaron vidas igual de viajeras y románticas. El caso es que buscando fuera de las calles principales aun está esa otra Venecia. Esto no sucede en todos los destinos turísticos, muchas veces solo hay una cara, la que te ofrecen y poco más. En Venecia hay muchas caras, qué cada cual elija la que quiera. A nosotros nos supo a poco el día que le dedicamos a la ciudad, pero fue un buen broche para el viaje a Grecia, ya solo nos quedaba conducir de regreso a España. O eso pensábamos, antes de que nuestra furgoneta se declarara en huelga y regresáramos a España en avión y un día antes, como contaba al comienzo de esta crónica en lo que resultó un viaje por “tierra, mar y aire”.  

sábado, 1 de septiembre de 2012

Grecia 10 (2009) Astraka, lago Dracolimni y Aoos

Astraka y lago Drakolimni. Foto: César Aguilar
El monte más alto de la zona es el Astraka con 2.478 metros y se alza sobre varios lagos alpinos que en junio aún conservaban algo de nieve. Toda la zona forma parte del Parque Nacional Vikos-Aoos. En un collado a casi dos mil metros existe un refugio con el nombre del pico, desde el que  se tienen buenas vistas de la zona y que permite visitar desde allí el que llaman lago Drakolimni. La subida de 1000 de desnivel desde Micro Papingo es un poco fuerte pero merece la pena. Poco a poco vas dejando las frondosas del valle para pasar a los prados subalpinos de montaña. En la subida pudimos cruzarnos con un gran rebaño de ovejas trashumantes y una familia entera que iba a los puertos altos a pasar el verano.




"Nazarenos alpinos" Muscari sp. César Aguilar
Aquellos trashumantes, al igual que en España, ya no venían a pie con sus rebaños desde su lugar de origen. Solo hacían a pie la subida a los pastos, aunque no era poca cosa.  Los habíamos visto el día anterior descargar sus ovejas de unos camiones junto a nuestra furgoneta. Lo que sí era auténticamente pastoril era la vida que iban a llevar arriba. La familia iba cargada con mulas llenas de enseres y recipientes de leche para hacer quesos. Los pastos de montaña siguen siendo cotizados, así que mientras haya quien quiera llevar esa vida habrá trashumantes. Tras la retirada de los últimos neveros los pastizales subalpinos estaban brotando verdes y comenzado su floración.





Tritón alpino (Triturus alpestris). César Aguilar
Justo tras la nieve estaban empezando a brotar unos azafranes endémicos de la zona, el Crocus veluchensis, y también eran comunes flores alpinas como las gencianas (Gentiana verna). Pero una de las flores que más me llamó la atención fueron unas que en el valle del Ebro llamamos nazarenos y que son del género Muscari. Ya me había tocado ver este género de plantas entre la flora alpina en las montañas de Turquía, algo que no pasa en España donde es propio de valles. Pero la sorpresa final estaba en el lago Drakolimni. Después de subir al refugio Astraka, disfrutar de un precioso atardecer y dormir allí, nos encaminamos hacía el lago. Hay más lagos en la zona pero ese es especialmente llamativo y es el que está a más altura. 




Aguas turquesas del valle de Aoos. C. Aguilar
La traducción de su nombre es algo así como lago del dragón y es que estaba lleno de tritones alpinos (Triturus alpestris). Si los miras bien esos anfibios son auténticos dragones en miniatura así que no está tan mal puesto el nombre. Aunque hay más lagunas someras que podrían tener igualmente la especie, no vi apenas tritones en otros y realmente en ese de Drakolimni eran muy abundantes. Desde el lago también pudimos ver la enorme caída hacia la garganta del río Aoos muy distinta de la de Vikos pero también muy espectacular. Las laderas del río Aoos son escarpadas y forestales, y sus materiales más blandos han dado lugar a un valle en forma en V que lleva un caudal abundante.





Madroños orientales (Arbutus andrachne) C. Aguilar
El azul turquesa que se veía en aquellas aguas nos gustó tanto que al día siguiente fuimos a la búsqueda de aquel otro valle que no pensábamos visitar. Dimos la vuelta al macizo por carreteras y accedimos por Konitsa, cerca de un retirado monasterio ortodoxo, Panayias Stomiou. Allí puede encontrar un viejo camino de herradura que subía al monasterio donde eran comunes los madroños orientales (Arbutus andrachne), unos árboles con una corteza anaranjada que llaman la atención en los escarpes rocosos. En este valle pasamos el último día de nuestra estancia en Grecia. De ahí ya solo nos quedaba conducir hasta el puerto de Igoumenitsa y esperar para coger el ferry hacia Venecia recorriendo el mar Adriático.


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