domingo, 31 de mayo de 2015

Brasil 12 (2014) Bajo el agua del Morro de Sao Paulo

Playas de Morro de Sao Paulo. C.M. Aguilar Gómez.
El Morro de Sao Paulo es una zona de playas e islas a dos horas en ferry de la ciudad de Salvador de Bahía. Al regreso del interior de la Chapada Diamantina yo aún tenía ganas de probar suerte con el esnórquel, e Iratxe de disfrutar de unas playas más resguardadas de lo que es habitual en las agitadas costas del Atlántico. Ir y volver en barco en el día fue un poco pesado, pero no disponíamos de tiempo para alojarnos allí como hace la mayoría de la gente. El lugar no estaba mal, pero nos habíamos hecho otra idea. Las principales playas estaban llenas de alojamientos, bares, tiendas y todo lo que a la mayoría de turistas les encanta… uf! nosotros esperábamos menos gente. Con más tiempo hay playas alejadas y tranquilas y pero no es posible visitarlas en un solo día.




Huesos de cetáceos en la costa. C.M. Aguilar Gómez.
En el ferry de Salvador a Morro, sin quitar la vista del horizonte en todo el viaje, pude ver fugazmente varios soplidos de cetáceos muy a lo lejos, mientras cruzábamos la gran bahía de Salvador. Siempre te quedas con la duda a esas distancias, que si el oleaje engaña o si ya estás tan sugestionado que ves lo que quieres ver. Pero sí, allí también había ballenas aunque nadie las mostrara o se fijara en ellas. Luego en las playas del Morro de Sao Paulo, buscando por la orilla intermareal, encontré huesos de cetáceos entre el material que arrastran las mareas. Confirmado. Son de esas cosas que pasan desapercibidas para la mayoría pero que a mí me hacen una ilusión tremenda.





Algunos peces de Morro. Fotos: C.M. Aguilar Gómez.
Por la playas más tranquilas se dejaban ver corriendo chorlitejos semipalmeados (Charadrius semipalmatus). Poco más. Encontré algunas zonas de rocas superficiales donde poder hacer esnórquel, nada del otro mundo pero ¡ya que estaba allí! La verdad es que había demasiada turbidez por la época del año y ningún arrecife pero siempre hay cosas que ver entre fondos de rocas y arena. Poco a poco fui identificando algunas especies de peces tropicales como un pez mariposa estriado (Chaetodon striatus) o un par de peces cirujanos, el oceánico (Acanthurus bahianus) y el azul (Acanthurus coeruleus) este último en fase intermedia pasando del amarillo juvenil al azul del adulto. Todo esto lo averiguas después ya que en esos momentos solo te dedicas a sacar fotos y disfrutar del paisaje subacuático.


 


Algas identificadas en Morro. Fotos: C.M. Aguilar Gómez.
Los peces más abundantes allí eran los que llaman sargentos (Abudefduf saxatilis) con su coloración amarilla y rayas negras caracteristicas. Dentro de su familia (Pomacentridae), la de las damiselas, no todos los peces son tan fáciles de identificar en especial unos marrones oscuros sin más caracteres diagnósticos. Luego están los juveniles de muchos de ellos como los de los Stegastes sp, peces punteados de azul eléctrico que tienen gran variabilidad de diseños. Otra de las curiosidades de aquellos fondos eran sus algas. Algunas eran de géneros que también encontramos en las aguas ibéricas como Padina sp, pero otras algas eran bien extrañas. Entre ellas los campos de “arbolitos” Penicillus capillatus, los grandes abanicos de Udotea sp o las ramificadas Caulerpa sp.

sábado, 9 de mayo de 2015

Brasil 11 (2014) Pinturas rupestres y boa en el cerrado

Pinturas Sierra das Paridas. C.M. Aguilar Gómez.
Una de las sorpresas de la Chapada Diamantina fueron sus pinturas rupestres. Nosotros visitamos los abrigos de pinturas de la Sierra das Paridas. Hasta visitar la zona no tenía conocimiento de que existieran yacimientos así por allí y es que algunos solo acaban de empezar a ser explorados. El nombre de la Sierra das Paridas se debe a unas pinturas figurativas que aparecieron en sus abrigos rocosos y que se interpretaron como mujeres dando a luz. Pero en las paredes donde se encontraron había muchas otras escenas y no todas figurativas. Algo sorprendente para mí fue como se hizo el hallazgo del lugar pues da una medida de cómo es el territorio y lo que aún puede quedar por descubrir.




Vegetación Sierra das Paridas. C.M. Aguilar Gómez.
En el año 2005 un incendio dio acceso a una zona de sierras bajas con afloramientos rocosos. Toda la zona está poblada por bosque seco característico del cerrado muy vulnerable al fuego. Los que llegaron a aquellos roquedos hablaron de unas piedras escritas. Bastó ir a visitarlas con algo de detenimiento para encontrar una multitud de pinturas concentradas en tres lugares de la sierra. Hoy en día se llega al lugar por una pista de tierra, pero sigue siendo un paraje recóndito. Allí vive el cuidador del sitio, un auténtico “Robinson” que nos contó sus encuentros con un puma que merodeaba por la zona. 





Extraplomos llenos de pinturas. C.M. Aguilar Gómez.
Hoy todo aquel terreno pertenece a una persona de Salvador que tomó la iniciativa comprando el lugar para así preservar las pinturas. Desde entonces ha impulsado la catalogación de los lienzos con la colaboración de arqueólogos de la Universidad Federal de Bahía que también han realizado varias excavaciones en lo que se intuía que fueron asentamientos. Las formaciones de roca donde se sitúan las pinturas son un lugar atractivo. El diferente grado de dureza de las areniscas ha dado lugar a la formación de abrigos y sitios resguardados donde las pinturas se han conservado bien. Los pigmentos utilizados aportan tonalidades de amarillo, rojo y granate.




Figurativas, esquemáticas y "E.T." C.M. Aguilar Gómez.
En muchos lienzos las pinturas se encuentran superpuestas, dando a entender que los mismos lugares habrían sido utilizados durante distintos periodos. Hay un gran número de tipos. Las hay con aspecto humano de muchas formas y tamaños, también animales de caza, y algunos que se han interpretado como especies que ya no están en la zona como el ñandú. Pero además hay muchas pinturas esquemáticas, de difícil interpretación, diseños en zig-zag, cenefas, aspas, líneas, puntos, etc. Hay hasta una figurativa que recuerda al alienígena E.T. "El Extraterrestre" de la película de Steven Spielberg, así que ya está liada para los amigos de lo esotérico.




Boa constrictor en el camino. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
Mientras nos dirigíamos al yacimiento tuvimos un encuentro inesperado. Un encuentro con uno de los "gigantes" que habitan esos bosques. En medio de la pista de tierra roja, en ese preciso momento, una gran boa (Boa constrictor) estaba pasando de lado a lado. Vaya animal, no había visto nunca uno antes y quedé impresionado por sus dos metros largos y la gordura del cuerpo. Fue una suerte encontrarla activa en pleno día ya que según las guías se trata de una especie crepuscular o nocturna. Nos hartamos de sacarle fotos ante su estoica paciencia. Al final tuvimos que retirarla del vial para evitar que otra gente, con menos apego por la fauna, diera con ella en mitad de la pista.

viernes, 1 de mayo de 2015

Brasil 10 (2014) Cascada Fumaça y campos rupestres

Salto Cascada Fumaça. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
La cascada Fumaça es uno de los lugares más llamativos de la Chapada Diamantina. Hay muchas cascadas en el parque nacional pero esta es la mayor y, aunque no siempre lleve agua, el sitio es espectacular. Dicen que es la cascada más grande de Brasil con un salto de 360 metros en caída libre. Hay en la parte alta un saliente de roca que hace las veces de mirador sobre el salto. Para el que se atreva. La roca está volada sobre el vacío y no son pocos los que vencen el vértigo para arrastrarse por ella y mirar con el estómago encogido hacia el precipicio. No es mi caso. No es que tenga vértigo en condiciones normales pero aquello me supera con creces.





Morro del Monte Tabor. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
La cascada se encuentra la final de un valle muy poco accesible, sí o sí, hay que caminar durante horas para llegar. Eso no impide que sea uno de los lugares más visitados del parque porque ese esfuerzo se compensa con las vistas. Para llegar a la base suele hacerse una travesía de tres días a pie desde Lençois ya que el lugar está alejado de pistas transitables. Hay otra opción más corta. Consiste en acceder a la parte alta dando un rodeo a través de una meseta cercana al valle de Capao, al encuentro del arroyo que da lugar al salto de agua. Se trata de un cauce de aguas rojas igual que el resto de los que drenan las sierras de la Chapada.




Cruzando el arroyo de la cascada. C.M. Aguilar Gómez.
Nosotros visitamos la cascada desde esa parte de arriba, dedicando un día entero a ello. Desde el inicio del sendero hay par de horas de ida hasta el salto de agua y todo el paisaje que atraviesas es distinto a lo que ves en otras áreas del parque. Se trata de una zona de campos rupestres en torno a los 1300 metros de altitud. Hay varias de esas mesetas o morros en el parque nacional, son parte de la imagen más reconocible del espacio natural. Esos lugares son húmedos por la altitud y por las nieblas, tiene una vegetación abigarrada pero sus suelos tienen poco desarrollo y en seguida aflora la roca.





Especies de flora de la zona. Fotos: C.M. Aguilar Gómez.
Las condiciones ecológicas crean un ambiente particular, la vegetación tiene un aspecto inusual, como la de un "mundo perdido" algo que no nos es muy familiar. Predominan plantas de porte arbustivo y los árboles no suelen alcanzar grandes alturas. Durante el trayecto vimos muchas especies florecidas, entre ellas flores rojas de Calliandra sp, racimos de Begonia sp y arbustos de bellas flores fucsias como Marcetia sp. Me habría gustado poder dedicar más tiempo a ver y fotografiar esa flora y también a las aves de los campos rupestres, pero la larga caminata a la cascada no daba mucho margen. Entre las aves presentes allí también las hay singulares y especialistas de ese hábitat tan particular.






Knipolegus nigerrimus. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
En el mirador de la cascada algunas de esas aves se han habituado al tránsito de turistas y a comer los restos de comida. En otros lugares de la meseta no son fáciles de ver pero allí se dejaban aproximar y fotografiar. Les interesaba. Entre esas aves estaba la viudita aterciopelada (Knipolegus nigerrimus), el coludo gorjipálido (Embernagra longicauda) y la tangara  canela (Schistochlamys ruficapillus).  Las dos primeras endémismos de Brasil y todas ellas especies con distribuciones muy restringidas.


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...