miércoles, 19 de agosto de 2015

Nueva York 1 (2014) De paraíso natural a jungla urbana

Fotomontaje de Manhattan natural versus urbanizada.
Nueva York es la metrópolis por excelencia, la “capital” financiera y cultural del mundo globalizado.  A priori, difícilmente asociamos su nombre a lo natural, sin embargo no siempre fue como ahora la vemos los turistas. Esa imagen hiperurbana no tiene tanto tiempo. En 2009 una exposición en el Museo de la ciudad de Nueva York de Eric W. Sanderson rastreó los cambios ocurridos en los últimos 400 años en Manhattan y descubrió cómo fue la isla antes de la fundación de la ciudad en 1626.  El “juego” de la exposición consistía en reconstruir el paisaje de la isla tal y como lo encontró el marino Henry Hudson y compararlo con el que vemos hoy en día. El contraste es brutal. Muchas de esas imágenes pueden verse en el libro de la exposición "Mannahatta: A Natural History of New York City". 





Ilustración de oso negro John J. Audubon, s.XIX
En 1609 Hudson buscaba un paso hacia China por las costas del norte de América. No lo halló. En su búsqueda, y tras penetrar por una abrigada bahía, encontró una isla cubierta de densos bosques, humedales, arroyos y una abundante vida natural. Dicen que más rica que cualquiera de los actuales parques nacionales de Estados Unidos. Osos, castores, pumas, visones y nutrias en sus tierras, ballenas y focas en las aguas de la bahía. Y aves, muchas aves, un lugar con buena situación en las rutas migratorias. En 1649 el gobernador de la ciudad hablaba de langostas de casi dos metros en las aguas cercanas. Según la exposición había en la zona 627 especies de plantas, 85 de peces, 32 de reptiles y anfibios, 233 de aves y 24 de mamíferos. 



Espacios naturales en verde de Nueva York.
Aquel paraíso natural era Mannahatta, la “isla de muchas colinas” como la llamaban los indios Lenape. La mayoría de aquellas colinas fueron eliminadas al allanar el terreno para las actuales calles y avenidas trazadas a escuadra y cartabón. Sin embargo, en algunos parques de la ciudad, aún se pueden ver esas colinas. Es el caso de Central Park. Es más, algunos parques tuvieron su origen en la dificultad para allanar las colinas de roca, es el caso de Marcus Garvey Park en el Harlem.

El paisaje natural de la isla había proporcionado todo lo que los nativos necesitaron durante 400 generaciones antes de la llegada de Hudson. En autosuficiencia. Caza, pesca, frutos silvestres y campos ganados al bosque con ayuda del fuego para el cultivo de maíz, legumbres y calabazas. Entre los asentamientos nativos de la isla estaban unos terrenos en lo que hoy ocupa el barrio de Chinatown






Manhattan desde Rockefeller Center. C.M. Aguilar Gómez
En pocos lugares como en Manhattan el cambio de lo natural a lo urbano ha sido tan radical y en un lapso tan reducido de tiempo. Apenas unos siglos. En la actualidad la ciudad es un crisol de culturas urbanas con comunidades venidas de todos los rincones de mundo. Nueva York no es un lugar para buscar esa naturaleza original de Norteamérica, pero hoy en día la ciudad cuenta con un buen número de parques y áreas silvestres protegidas donde disfrutar de especies, especialmente aves. Para un recién llegado a esas latitudes de América, como yo, casi todas son novedad. Así, no es que uno vaya a Nueva York buscando naturaleza, pero si se busca, tampoco es una mala ocasión para intercalar entre otras actividades urbanas.



Viviendas e iglesia en el Harlem. C.M. Aguilar Gómez.
El pasado otoño Iratxe y yo pasamos 9 días en la ciudad. Fue la vida habitual de turista con presupuesto ajustado, conocer barrios, andar mucha calle y elegir bien entre la amplia oferta cultural de exposiciones, edificios, museos y conciertos que más le interesan a uno. Era mi primera vez visitando Estados Unidos, todo novedad pero a la vez tantas referencias previas de Nueva York. Para compensar la sobredosis urbana, todas las mañanas hacíamos un paseo por Central Park, un muy buen sitio para ver aves. Y por las noches música, toda la música posible… otro de mis intereses en la ciudad, jazz, soul, funk, blues, gospel y reggae, músicas negras de la diáspora africana con parte de su epicentro en el Harlem.

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