miércoles, 9 de mayo de 2018

Ghana 5 (2017) Al encuentro con el picatartes

Picathartes gymnocephalus. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
Los picatartes son aves de apariencia extraña. Si hubiera que hablar de algunas de las aves más genuinas de los bosques húmedos africanos serían ellas. Forman parte de una familia con solo dos especies en el mundo, una en las selvas centroafricanas, el picatartes cuelligrís (Picathartes oreas) y otra en las selvas de las Guineas, el picatartes cuelliblanco (Picathartes gymnocephalus).

Su situación taxonómica ha sido muy controvertida ya que no encajan bien en ninguna familia de aves. En diferentes momentos han estado incluidos en grupos tan distintos como los cuervos, los estorninos o los papamoscas. Finalmente hubo que crear una familia para ellos solos. Tal es su singularidad.



Por el bosque de Bonkro. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
En Ghana hay un par de lugares donde poder observar el picatartes cuelliblanco, uno de ellos es la localidad de Bonkro. Estas aves ocupan bosques en zonas de relieve abrupto y presencia de rocas. En esos enclaves construyen sus nidos, unas tazas de barro y fibras vegetales que adosan en lugares extraplomados de las rocas.

Los picatartes parecen especialmente sensibles a la degradación del bosque y durante varias décadas se consideraron extinguidos en Ghana. Desde finales de la década de 1960 hasta comienzos del siglo XXI no hubo ninguna observación en todo el país. Y eso coincidió con un gran incremento de la deforestación. 




Picatartes gymnocephalus. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
Sin embargo, en 2003 durante un anillamiento de aves en un bosque, se halló un ejemplar por casualidad. A partir de entonces se buscaron nuevas poblaciones y entre ellas apareció la de Bonkro. Dentro del bosque son muy difíciles de localizar, a pesar de su tamaño y sus llamativos colores.

Además de criar en sitios poco accesibles, son muy silenciosos y tímidos y se desplazan por el suelo a saltos sin posarse en las ramas. En el bosque de Bonkro su observación nos llevó todo el día. Los guías de la población nos llevaron a una zona bien conservada donde nada más entrar casi se hizo de noche. Tal era la densidad del bosque.


 


Viuda togolesa (Vidua togoensis). C.M. Aguilar Gómez.
Para verlos pasamos 4 horas quietos a una distancia prudencial de la roca donde criaban. Aunque no estaban nidificando, varias aves fueron llegando al atardecer a dormir a ese lugar. En total vinimos 5 ejemplares recelosos entre la maraña de sotobosque junto a la roca. En otras zonas del bosque fue imposible ver ninguna especie, ya no de picatartes, sino de cualquier otro ave.

Fuera del bosque, en las zonas de formaciones secundarias y cultivos, la observación de aves fue más fácil. Por allí vimos volando el lorito fretirrojo (Poicephalus gulielm), la suimanga acollarada  (Hedydipna collaris) o la preciosa viuda togolesa (Vidua togoensis).

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