jueves, 13 de enero de 2022

¿Qué pasa contigo, río? El Ebro en Logroño, crecidas y gente con fe

(Texto y fotos traídos del muro de mi Facebook personal. Publicado el 10 enero 2022)

Hará estos días un mes que el río Ebro creció y creció como, dicen, hacía muchos años que no veíamos ¿Años?, bueno, la memoria es frágil y según la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) la última crecida “extraordinaria” fue en 2015. Y eso, para un río, es casi anteayer.

Crecidas ordinarias las hay todos los años, es lo que tiene vivir junto al río más caudaloso de España. El caso es que el pasado 11 de diciembre el caudal en Logroño superó los 1400 m3/seg ¿Excepcional? Más bien poco habitual, pero crecidas así ocurren y seguirán ocurriendo en lo sucesivo, la cuestión es qué hacemos nosotros para evitar que nos afecten.

En Logroño, en el tramo urbano, en respuesta al título de esta entrada, no pasó nada o casi nada, apenas el corte de algunos accesos. Y pocos identifican la razón: el diseño del parque del Ebro. Este espacio de la ciudad, inaugurado en 1993, ya desde su inicio reservó una superficie inundable para las crecidas nada desdeñable: 70.000 m2.

El soto inundable es una zona naturalizada, separada de la ajardinada, que solo cuenta con unos senderos de tierra abiertos una vez al año en el herbazal de ortigas y yezgos. Y que una zona inundable se inunde es lo que cabe esperar ¿Alguien se imagina que habría ocurrido si la ocupación urbana, cuando se hizo el parque, se hubiera llevado hasta la misma orilla y se hubiera defendido con escollera o mazón?

En Logroño, la zona dejada para que el río se inunde suele ser suficiente para acoger el incremento de caudal de la mayoría de crecidas, pero ¿sucede así en todas partes? Pues a la vista de los daños recurrentes en el tramo medio del Ebro parece que no. Básicamente porque desde mediados del siglo XX nos hemos empeñado en encorsetar al Ebro entre mazones y ocupar las zonas inundables. Si durante siglos allí nadie cultivaba ni urbanizaba, por algo sería.

Hemos creído que la regulación del caudal del Ebro, por las obras hidráulicas en toda la cuenca, bastaría para “domar” al río. Pero no ha sido así. Y por eso, cada vez que se producen estas crecidas se repite el mantra de la “suciedad” de los ríos: que si esos troncos que arrastra taponan el cauce, que si esa vegetación de ribera impide que drene y otras “perlas” parecidas.

Siglos atrás, cuando el Ebro crecía y se desbordaba echábamos mano de la fe. Crecidas históricas y devastadoras hubo muchas, en 1583, 1670, 1701, 1775, 1801 y 1871. Pero quizás la mejor documentada en Logroño sea la de 1775. Aquel año, los logroñeses vieron como la crecida cegó los cinco ojos del único puente de la ciudad, el de piedra, y saltó por encima de tres de ellos.

Aterrados, llevaron la imagen de la virgen de la Antigua en procesión hasta el puente sin resultado alguno. Para aumentar la presión, bajaron además al cristo de la iglesia de Palacio. Pero nada consiguieron. Y solo al tercer día, cuando bajaron al río implorando y rezando, con San Bernabé a cuestas, el Ebro empezó a bajar. ¡Milagro!

Hoy en día pocos quedan, pienso yo, que crean que unas tallas religiosas con indudable valor histórico, pero nula influencia sobre Ebro, puedan evitarnos daños durante las inundaciones. Sin embargo, la fe en la “limpieza” del río (el dragado del lecho, la retirada de madera muerta y el desbroce de orillas naturales) tiene un gran arraigo como ese milagro que “amansará” al Ebro en la próxima crecida.

Hace tiempo que se sabe que esas actuaciones son irrelevantes durante los episodios de fuertes avenidas y, además, degradan el río como ecosistema natural. Pero necesitamos creer en algo simple ante una fuerza natural que nos supera. La única manera de evitar daños es extender en la cuenca lo que, a pequeña escala, se hizo en Logroño: dejar al río zonas inundables por donde crecer en época de avenidas. Y cuantas más mejor.

Algo así ya ha empezado a hacer la CHE con su programa Ebro Resilence y es de celebrar, pero la escala debería ser aún mayor. De lo contrario, cada año de crecidas “extraordinarias” oiremos a la gente de fe gritando su sempiterna plegaria: «¡Limpieza, limpieza, limpieza!». Y no se refieren a la basura de plásticos que arrastra el Ebro.

Tramo urbano del río Ebro en Logroño, incluyendo el denominado Parque del Ebro en la orilla derecha del río, con los 70.000 m² de zona inundable, naturalizada y sin intervención. Imagen de Google Earth fechada en 2020.

Caudal del Ebro en el aforo de Logroño en noviembre y diciembre 2021, señalando las dos fechas donde se tomaron las fotos de esta entrada. Sistema Automático de Información Hidrológica de la CHE.
 
Soto inundable del Parque del Ebro, orilla derecha, aguas abajo del puente de hierro. Logroño. Caudal de la crecida extraordinaria del 11/12/21 y caudal habitual de invierno dos semanas después. Fotos: César María Aguilar Gómez.

Soto inundable del Parque del Ebro, orilla derecha, entre pasarela peatonal y puente de hierro. Logroño. Caudal de la crecida extraordinaria del 11/12/21 y caudal habitual de invierno dos semanas después. Fotos: César María Aguilar Gómez.

Soto inundable del Parque del Ebro, orilla derecha, aguas arriba del puente de hierro. Logroño. Caudal de la crecida extraordinaria del 11/12/21 y caudal habitual de invierno dos semanas después. Fotos: César María Aguilar Gómez.

Tramo del Ebro entre la pasarela peatonal y el puente de hierro (al fondo casa de las ciencias), el soto inundable a la derecha. Logroño. Caudal de la crecida extraordinaria del 11/12/21 y caudal habitual de invierno dos semanas después. Fotos: César María Aguilar Gómez.

Puente de piedra, entrada del caudal. Vista desde la orilla derecha donde acaba el soto inundable. Logroño. Caudal de la crecida extraordinaria del 11/12/21 y caudal habitual de invierno dos semanas después. Fotos: César María Aguilar Gómez.

Puente de piedra, salida del caudal. Vista desde la orilla derecha. Logroño. Caudal de la crecida extraordinaria del 11/12/21 y caudal habitual de invierno dos semanas después. Fotos: César María Aguilar Gómez.

Vista del caudal que sale desde el puente de piedra. Al fondo la central hidroeléctrica, a la derecha la isla-soto. Logroño. Caudal de la crecida extraordinaria del 11/12/21 y caudal habitual de invierno dos semanas después. Fotos: César María Aguilar Gómez.
Caudal del Ebro en la presa de la central hidroeléctrica. Logroño. Caudal de la crecida extraordinaria del 11/12/21 y caudal habitual de invierno dos semanas después. Fotos: César María Aguilar Gómez.
Caudal del Ebro aguas abajo de la presa de la central hidroeléctrica. Logroño. Caudal de la crecida extraordinaria del 11/12/21 y caudal habitual de invierno dos semanas después. Fotos: César María Aguilar Gómez.
Orilla derecha del Ebro, entre el puente de hierro y el puente de piedra, donde actualmente se sitúa la zona inundable y la urbaniza del Parque del Ebro. Logroño. Foto tomada entre 1929 y 1936 por Otto Wunderlich. Disponible en la Fototeca del Instituto del Patrimonio Cultural de España.
Portada del romance de D. Jacinto Rodríguez en el que relata la devastadora crecida del Ebro que tuvo lugar en Logroño los días 19, 20 y 21 de junio de 1775.
Inscripción en piedra que estuvo ubicada en la calle norte de Logroño y que recordaba la altura alcanzada por el Ebro en la riada de 1775. Dice: «ASTA QUI LLEGO EL EBRO DIA 21 DE JUNIO DE 1775 AÑOS».




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