sábado, 24 de julio de 2021

Un tiempo más salvaje (libro)

(Texto y fotos traídos del muro de mi Facebook personal. Publicado el 24 julio 2021)

Estos días he terminado de leer el libro de Willian E. Glassley “Un tiempo más salvaje. Apuntes desde los confines de los hielos y los siglos” que me prestó mi amigo Gabriel. Quizás haya buscado en él el frío que desprenden sus textos para sobrellevar este cálido julio. Porque las palabras refrescan tanto como un buen aire acondicionado.

El libro narra las exploraciones científicas del autor por Groenlandia para tratar de arrancar a esas tierras árticas un secreto bien guardado: la existencia, hace varios millones años, de una cordillera tan alta como el Himalaya en esos parajes. En el libro, Glassley se muestra no solo como el geólogo que es, sino también como un observador atento de todo lo vivo que acontece en aquel lugar y que le da pie para múltiples reflexiones sobre lo salvaje en el mundo. No he podido por menos que aderezar esta lectura con mis propios recuerdos de esas latitudes, las de los paisajes de Noruega por encima del Círculo Polar Ártico que tuve ocasión de recorrer en dos ocasiones en 2001 y 2006.

«Groenlandia está cubierta de liquen(…) Alfombran, revisten, embellecen y decoran cada superficie en una profusión que cautiva los sentidos. Nos arrastran a mundos ocultos, a escenarios en los que inventamos, ojipláticos y boca abajo, dramas representados por diminutos insectos que deambulan por salones de liquen haciendo arabescos imposibles».

Un tiempo más salvaje.
Apuntes desde los confines de los hielos y los siglos.
Willian E. Glassley
Errata Naturae. 2020.

Lago helado en la carretera hacia Berlevag. Península Varanger (Noruega). Junio 2006. Foto: César María Aguilar Gómez.


Liquen del género Cladonia, una especie que tapiza el suelo de la tundra, con apotecios rojos, unas estructuras donde se producen las esporas. Península Varanger (Noruega). Junio 2006. Foto: César María Aguilar Gómez.

Drupas comestibles de camarina negra (Empetrum nigrum), un pequeño arbusto frecuente en la tundra. Península Varanger (Noruega). Junio 2006. Foto: César María Aguilar Gómez.

Espigas o estróbilos de un helecho del género Equisetum, los popularmente conocidos como "cola de caballo" por la forma de sus frondes verdes. Estos brotes de la planta, sin embargo, no tienen clorofila, son muy distintos de los verdes y alojan los esporangios donde están las esporas por las que se reproducen. Península Varanger (Noruega). Junio 2006. Foto: César María Aguilar Gómez.
Huesos de cetáceo en la bahía de Nesseby. Fiordo de la Península Varanger (Noruega). Junio 2006. Foto: César María Aguilar Gómez.

domingo, 11 de julio de 2021

Cabo de Gata 2021. Posidonia.

(Texto y fotos traídos del muro de mi Facebook personal. Publicado el 8 julio 2021)

Posidonia tiene nombre princesa griega. Sus cabellos verdes ondean acompasados mientras me desplazo sobre ella, lento, con la mirada puesta en el fondo de la ensenada. Allí, el sutil movimiento de la superficie del mar se refleja en la pradera con una luz cegadora con ribetes arcoíris. Las crestas y vaguadas del oleaje, su vaivén, encuentran su réplica abajo.

Me arqueo, tomo aire, impulso, me sumerjo. Miro hacia arriba y el sol me ciega como si mirara de frente al haz de un proyector. Cine de verano. Aquí abajo se proyecta un documental en sesión continua desde hace millones de años. Uno de Cousteau, con protagonistas distintos, pero con argumentos similares. Y ya entonces, en la época del antiguo mar de Tetis, el padre del hoy llamado mar Mediterráneo, la posidonia estaba aquí.

Nadando sobre la pradera están las salpas (Sarpa salpa). Como manadas de herbívoros en el Serengueti la recorren en densos grupos y le arrebatan, aquí y allá, pequeños fragmentos de sus hojas con sus bocas picudas. Pero las apariencias engañan, no pastan, solo buscan las algas epífitas que cubren sus frondes. Estos peces en “pijama” de rayas amarillas son de los más agradecidos de estos fondos: abundantes, luminosos, confiados, predecibles.

Aprovechando la protección que brinda la posidonia hay también cardúmenes de jóvenes bicudas (Sphyraena viridensis), unos parientes de las barracudas con los que comparten el gesto fiero de la mandíbula. También abundan los besuguitos (Pagellus acarne), unos peces hermafroditas que cambian de sexo a largo de su vida.

La estrategia hermafrodita, la ocurrencia de ambos sexos en el mismo individuo, es habitual en los peces. Algunas especies, como la vaquita (Serranus scriba), llegan a tener ambos sexos al mismo tiempo, pero otras nacen con un sexo y, en determinadas circunstancias, si son hembras cambian hacia machos. Esto es lo que ocurren en el pez verde (Thalassoma pavo) y la doncella (Coris julis), dos de los peces más coloridos de estas aguas.

Una adaptación opuesta a la de lucir llamativos colores es la que siguen dos especies bentónicas que descansan sobre el suelo. El gobio de roca (Gobius cobitis) y el diminuto lenguado podas (Bothus podas) se mimetizan en los fondos de roca y arena, respectivamente, hasta hacerse invisibles.

Los fondos naturales de cualquier mar están llenos de detalles, formas de vida y paisajes tan extraños a nuestra condición de mamíferos terrestres que no dejan de sorprendernos. Estos del Cabo de Gata en el Mediterráneo son solo una muestra, pero de un ecosistema bien conservado. Como debieran hallarse todos.

Cardúmenes de salpas (Sarpa salpa) recorren las praderas de Posidonia oceanica, una fanerógama marina que fija sedimentos, oxigena el agua y da refugio a una diversa comunidad de especies marinas. Foto: César María Aguilar Gómez.

 Salpas (Sarpa salpa) con su llamativo diseño de “pijama” de rayas amarillas, “pastando” en la pradera de Posidonia oceanica. Foto: César María Aguilar Gómez.

Cardumen de jóvenes bicudas (Sphyraena viridensis), un pariente inofensivo de las “temibles” barracudas del Caribe. Foto: César María Aguilar Gómez.

Bicudas (Sphyraena viridensis) bajo el reflejo de luz de la superficie marina en la arena. Foto: César María Aguilar Gómez.

 Juveniles de besuguitos (Pagellus acarne), un pez hermafrodita como muchos otros: primero es macho y luego cambia su sexo a hembra. Un “LGTBI” de los mares en estado natural, porque natural es lo que existe, no las convenciones que nos inventamos. Foto: César María Aguilar Gómez.

Dos verrugatos (Umbrina cirrosa) recorriendo los fondos de arena en busca de pequeños invertebrados a los que detecta con un pequeño botón sensorial, un corto barbillón, situado en la base de la mandíbula inferior. Las ondas oblicuas de su lomo recuerdan a los reflejos de luz del oleaje. Foto: César María Aguilar Gómez.
Cardúmenes de castañuelas (Chromis chromis) sobre la pradera de posidonia con su característica agrupación dispersa: el más fiel reflejo de la ingravidez que sugieren los paisajes subacuáticos. Foto: César María Aguilar Gómez.

La vaquita (Serranus scriba) es otro "LGTBI" con una estrategia diferente de la explicada para los besuguitos (Pagellus acarne). Serranus scriba es un hermafrodita sincrónico, es macho y hembra a la vez, y por tanto puede actuar con cualquiera de estos dos roles en cualquier encuentro reproductor. Foto: César María Aguilar Gómez.

El llamado pez verde (Thalassoma pavo) es el más colorido de los peces de estos fondos mediterráneos. En la foto un hembra, pero aquí también existe el cambio de sexo y, en determinadas condiciones, estas pueden transformarse en machos cambiado el patrón de coloración. Foto: César María Aguilar Gómez.

«Parece que acabo de comer espaguetis y me han quedado dos colgando, pero no, fíjate son mis barbillones y con ellos remuevo el sustrato en busca de comida». Salmonete (Mullus surmuletus). Foto: César María Aguilar Gómez.

Aquí tenemos una doncella (Coris julis) junto a una oblada (Oblada melanura) a su derecha. Hembras y machos de la doncella tienen coloraciones distintas, sin embargo, son muy variables debido al cambio de sexo de las hembras hacia machos. En la foto un ejemplar con librea bicolor. ¿Macho?,¿hembra? Solo ellos lo saben. Foto: César María Aguilar Gómez.

«Creo que este humano se está acercando demasiado». Gobio de roca (Gobius cobitis). Foto: César María Aguilar Gómez.

«Uy, creo que no me ha visto, seguiré haciéndome el despistado, con un ojo para Cuenca y el otro para Tudela». Lenguado podas (Bothus podas). Foto: César María Aguilar Gómez.

Estrella espinosa roja (Echinaster sepositus) desperezándose tras la siesta, con cuidadín para no pincharse en los brazos con los erizos. Foto: César María Aguilar Gómez.


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