domingo, 24 de octubre de 2021

Evasión en el Monte Kenia (libro)

(Texto y fotos traídos del muro de mi Facebook personal. Publicado el 24 octubre 2021)

«Es ficción», pensé cuando me puse a ojear, por primera vez, la contraportada del libro. Pero no lo era. Y su autor es, además, el protagonista de la aventura: Felice Benuzzi (1910-1988) un alpinista y diplomático italiano que, en 1943, se fugó del campo de prisioneros donde estaba retenido, a los pies del Monte Kenia, solo para escalar aquella cumbre que veía en la distancia.

20 días duró su ascensión y regreso al campamento. Sí, he dicho bien, regreso al campamento, pues la fuga no tenía otro objetivo que escalar la montaña. Bien sabían él y sus dos compañeros que no tenían ninguna opción de huir a un país aliado sin ser detectados en una Kenia colonial situada en el bando contrario al de su país. No sin un apoyo externo. Y, desde luego, no lo tenían. Pero lo que sí tenían era la necesidad de vivir, por unos días, como hombres libres hacia aquella cumbre por encima de los 5.000 metros.

He devorado el libro este otoño. He seguido a Felice y a sus compañeros mientras confeccionaban, de manera clandestina, el material necesario para la ascensión; mientras planificaban los detalles de su huida y, finalmente, transitando por selvas, bosques de bambús y pastos alpinos poblados de senecios gigantes, hasta alcanzar la desnuda roca de las cumbres. Un recorrido por los distintos pisos de la vegetación afroalpina poblada de elefantes y búfalos iracundos que debían evitar a toda costa.

He contado durante la lectura con buenos referentes para imaginar los paisajes: la incursión de este verano de 2021 a los Aberdare durante un viaje por Kenia. Los Aberdare son una cordillera “hermana” del Mt. Kenia, con idéntica vegetación y fauna a la que describe Felice, a la que solo le faltan los últimos mil metros de aquel, pues es un macizo más antiguo y erosionado, sin los abruptos relieves de roca que cotizan entre los alpinistas. Una cordillera discreta, poco  transitada, pero igual de fascinante, con cuyas fotos acompaño la reseña de este sorprendente libro.

Monte Kenia (5.199 m). Vista desde la carretera Nyeri-Nanyuki. El campo de prisioneros de Felice Benuzzi estaba próximo a Nanyuki, así que debió tener una visión de la montaña muy parecida a esta. La aproximación hasta allí fue buena parte por selvas y bosques montanos que cubren el piedemonte del macizo. Kenia. Agosto 2021. Foto: César María Aguilar Gómez.

Vista de formaciones de senecios gigantes (Senecio johnstonii) y herbazales de Deschampsia sp que se desarrollan en las cordilleras de Kenia a partir de los 3.300 m de altitud. Cordillera Aberdare. Kenia. Agosto 2021. Foto: César María Aguilar Gómez.

A Felice Benuzzi los senecios gigantes (Senecio johnstonii) le recordaban a "coliflores o enormes alcachofas" como indica en su relato. Cordillera Aberdare. Kenia. Agosto 2021. Foto: César María Aguilar Gómez.

Plantas de Lobelia sp creciendo en un bosque montano con Hagenia abyssinica, brezos e Hypericum sp, en torno a los 3.000 m de altitud. Cordillera Aberdare. Kenia. Agosto 2021. Foto: César María Aguilar Gómez.

Hebenstretia angolensis. Una de las especies más característica de los matorrales entre 3.000-3.300 m de altitud. En ellos también abunda nuestro brezo Erica arborea. Vamos, como en "casa". Cordillera Aberdare. Kenia. Agosto 2021. Foto: César María Aguilar Gómez.

El precioso anteojitos serrano etíope (Zosterops poliogastrus) habitante de los densos brezales montanos. Cordillera Aberdare. Kenia. Agosto 2021. Foto: César María Aguilar Gómez.

Búfalo africano (Syncerus caffer), encuentro en el bosque, una situación temida por Felice y sus compañeros mientras avanzaban hacia el Mt. Kenia, por la peligrosidad que supone una situación así para un caminante. Cordillera Aberdare. Kenia. Agosto 2021. Foto: César María Aguilar Gómez.

Vista del bosque montano, con árboles de Hagenia abyssinica y, al fondo, cumbres de suaves relieves próximas a los 4.000 m de altitud. Cordillera Aberdare. Kenia. Agosto 2021. Foto: César María Aguilar Gómez.

Hagenia abyssinica y sus troncos repletos de musgos en el húmedo bosque montano. Cordillera Aberdare. Kenia. Agosto 2021. Foto: César María Aguilar Gómez.

Elefante africano (Loxodonta africana) malhumorado. Otra de las preocupaciones de Felice y sus compañeros en su aproximación al Mt. Kenia. Cordillera Aberdare Kenia. Agosto 2021.Foto: César María Aguilar Gómez.

Enormes extensiones de bambú (Arudinaria alpina) que se desarrolla entre los 2.400-3.300 m en una densidad tal que "ahoga" al resto de vegetación. Cordillera Aberdare. Kenia. Agosto 2021. Foto: César María Aguilar Gómez.

Cercopiteco de diadema (Cercopithecus mitis kolbi) en el piso altitudinal de los bosques de bambú. Cordillera Aberdare. Kenia. Agosto 2021. Foto: César María Aguilar Gómez.   

martes, 12 de octubre de 2021

El Ebro en octubre. Aquí no hay playa (ni tomates)

(Texto y fotos traídos del muro de mi Facebook personal. Publicado el 11 octubre 2021)

La primera en la frente. Llevaba una semana prometiendo a mi tripulación una cosecha abundante de tomates como recompensa a los sinsabores y penurias que pasamos por el Ebro, vendiendo yo la piel del oso antes de cazarlo. Así que no fue difícil convencer a Carlos “Presi” y Juan “Orellana” de que se arrojasen conmigo a la corriente y pusieran las proas de sus kayaks en dirección a la secreta “Tomato Beach”, la playa donde bien sabía que crecían los frutos prohibidos.

Sin embargo, al llegar allí pronto entramos en shock. «¡Maldición!, ¿dónde están?, ¿y la playa que había aquí?». Nada, solo desolación y mucha vegetación. El infierno verde. La playa de grava, despejada y soleada, que descubrimos hace un par de años se había cubierto de gramas, persicarias, bardanas y abundantes brotes de chopos, ahí ya las tomateras no pueden competir. Ridículo para el capitán y desconcierto entre los grumetes. Veo a Juan “Orellana” apesadumbrado, no para de toser. Dice que es un catarro, pero yo que sé de esto reconozco en él los síntomas del escorbuto y por eso me apena no poder conseguirle los frutos en la ribera para el mal que le aflige.

Afortunadamente, el trayecto de hoy incluye atractivos suficientes para que nos podamos reponer del golpe inicial: pintorescas cascadas en miniatura y el desafío de superar la presa de la central hidroeléctrica de Viana. Con las primeras los grumetes fantasean con que las saltan en kayak, pero no lo hacen. Las “carabelas” que llevamos no son apropiadas para estos menesteres y a buen seguro quedaríamos clavados tras la rompiente y acabaríamos en el agua sin remedio. Y hoy, no estamos por la labor. Por eso les dejo que se hagan fotos remontado los rápidos, una vez superados por tierra, aparentando que los han descendido, para que luego puedan engatusar con las fotos a sus respectivas Dulcineas. Es tan simple naturaleza humana. ¡Con qué poco se contentan los grumetes!

 Lo de la presa de la central hidroeléctrica ya tiene menos gracia. Siempre que hemos pasado por aquí había un tramo seco en el azud hormigón por el que podíamos sortear el obstáculo. Hoy no. Esta vez el agua rebosa por todo el ancho del dique y, al caer, genera una turbulencia en la base. Ni pensar en dejarse arrastrar por ahí. Visto así, solo tenemos dos opciones, o volver al punto de partida río arriba, y ya estamos muy lejos de allí, o salir a tierra por la única orilla posible: el talud de tierra de varios metros en la margen derecha al que tenemos que encaramarnos con los kayak. Ya solo por esta épica salida y por el regreso al cauce blandiendo las palas de los kayak contra las zarzas, cual machetes amazónicos, para abrirnos camino hacia el agua, creo que la jornada de hoy va a ser una recordada batallita para contar en la cantina del puerto donde esta tripulación malgasta su tiempo cuando no está desfaciendo entuertos por el río.

Como de habitual, Juan “Orellana”, nuestro cronista cámara en ristre, nos obsequia con un video de la jornada. 

https://www.youtube.com/watch?v=gv-L8BVIH58

En muchos tramos del Ebro la ribera de chopos y sauces abrazan al navegante. Foto: César María Aguilar Gómez.

La primera de las dos pintorescas y abruptas cascadas que vamos a pasar durante esta jornada. Por su puesto, por la orilla, que las "carabelas" que llevamos no son para esas aguas bravas. En avanzadilla, por la izquierda, Juan "Orellana" inspecciona, intrépido, el terreno. Foto: César María Aguilar Gómez.

Bueno, luego siempre hay quien se hace el intrépido y audaz trucando la foto y aparentando haber cabalgado el salto. Estos grumetes... Foto: César María Aguilar Gómez.

Cada vez que paso por este sitio no me canso de contemplar la jaula de raíces de estos plataneros asilvestrados en la orilla. Foto: César María Aguilar Gómez.

Uy... esto ya son palabras mayores. Habrá que salirse a tierra para seguir avanzando río abajo. Foto: César María Aguilar Gómez.

En esta época florecen los tupinambos (Helianthus tuberosus) una planta de origen americano que se está asilvestrando en la ribera del Ebro. César María Aguilar Gómez. Ficha del tupinambo. Especie Exótica Invasora en La Rioja

En muy pocos sitios de la ribera del Ebro se observan estos preciosos estratos de finos sedimentos de yeso formados en la Depresión del Ebro durante el Terciario. Foto: César María Aguilar Gómez.

Los plegamientos de estos estratos de yesos, a veces, dan curiosas formas como este "ojo" que nos observa desde su perspectiva cubista.Foto: César María Aguilar Gómez.

Esta vegetación inundada, con flores amarillas, es una planta exótica de reciente aparición en el Ebro: el duraznillo del agua (Ludwigia sp). Foto: César María Aguilar Gómez. Ficha Especie Exótica Invasora en La Rioja.










El agua en calma reflejando las riberas al final del recorrido, junto a la desembocadura del río Leza. Foto: César María Aguilar Gómez.


Tripulación al completo, con el paso de "las cuarenta rugientes" detrás. Foto: Juan Diez del Corral.

 

 



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