miércoles, 19 de enero de 2011

Bielorrusia 6 (2010) Primavera temprana

Pulsatilla sp. Foto: César María Aguilar Gómez.
Los árboles caducifolios de estos bosques apenas han comenzado a brotar y esta luminosidad favorece la aparición de las primeras flores de la primavera. Entre las que pude identificar están las anémonas (Anemone nemorosa, A. ranunculoides), aleluyas (Oxalis acetosella), violetas (Viola sp), hepáticas (Hepatica nobilis), pulsatillas (Pulsatilla sp) y escuamarias (Latraea squamaria). En los suelos encharcados era también muy característica la hierba centella (Caltha palustris), así como un buen número de especies de musgos como el Sphagnum, típico de turberas. De los helechos me llamaron la atención los licopodios (Lycopodium sp, Diphasium sp), unos helechos con aspecto de musgo que tapizaban los suelos más secos de los bosques de coníferas. Los días húmedos y “cálidos” también favorecieron que pudiéramos ver algunas setas de primavera, entre ellas la curiosa Gyromitra con su aspecto de colmenilla arrugada.



Caltha palustris. Foto: César María Aguilar Gómez.
Un paisaje algo más escaso eran los robledales, que pudimos visitar junto a un río de cierta entidad con presencia náyades en sus orillas. Allí estaban los árboles más viejos de ese bosque con pies de hasta 600 años. Aunque con esa edad uno esperaría encontrarse árboles descomunales, hay que tener en cuenta que en estas latitudes con climas tan rigurosos el ritmo de crecimiento es bastante menor. Los pies eran realmente grandes pero de no ser por lo que nos comentó Vadim de los estudios que han hecho allí, nosotros no les habríamos echado tantos años. En cuanto a las aves, todos estos bosques con las hojas comenzando a brotar tenían en ese momento muy buena visibilidad, aunque aún algunos pajarillos migrantes estaban por llegar. 




Pico dorsiblanco Dendrocopos leucotos
Foto: Oscar Gutiérrez
Muchos árboles de las zonas que recorrimos se veían muy “trabajados” por pícidos y así pudimos ver especies como el pico dorsiblanco (Dendrocopos leucotos), el pito cano (Picus canus), el pico mediano (Dendrocopos medius) o el pito negro (Dryocopus martius) entre las especialidades de la zona. En el sotobosque pajarillos como el mosquitero silbador (Philloscopus sibilatrix), la curruca zarcerilla (Sylvia curruca) y el papamoscas collarino (Ficedula albicollis). Sin embargo lo que realmente nos sorprendió fue la escasez de urogallos (Tetrao urogallus) y gallos lira (Tetrao tetrix). Cuando los primeros días vimos un macho en celo a pocos metros, pensamos que eso sería lo habitual, pero esto solo volvió a repetirse en una ocasión y otro tanto sucedió con los gallos lira. El hábitat nos parecía bueno y la época era la más adecuada para ver las exhibiciones de celo, así que era un poco raro. Sin embargo estas especies  han sufrido un gran declive en los últimos tiempos en la zona. Nuevamente parece que la presencia de dos especies invasoras como el visón americano y el perro mapache, han incrementado la depredación oportunista y han afectado en especial a aves como éstas que crían en el suelo.






Hembra de urogallo Tetrao urogallus.
Foto: José Antonio González.
En cuanto a grandes aves la zona cuenta con el atractivo de las cigüeñas negras (Ciconia nigra), las grullas (Grus grus) y las águilas pomeranas (Aquila pomarina) que pudimos ver de forma habitual. De cigüeña negra visitamos un nido dentro del bosque donde había criado otros años, pero que estaba desocupado esta temporada. Otro tanto nos pasó con otro que visitamos en el que habían criado anteriormente águila pomerana y cárabo uralense pero sin ocupar tampoco año. En realidad las extensiones de bosques son tan enormes que dar con los sitios de nidificación de esas especies es solo cuestión de casualidad y este año no parece que estábamos de suerte.

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