viernes, 24 de febrero de 2012

Francia 9 (2011) Flora y fauna marina en la Península de Crozón

Erizos irregulares arrastrados a la playa. C. Aguilar
La última escala en el recorrido por la Bretaña fue la región más occidental de Francia. Es la que más se adentra en el Atlántico y por ello, al igual que hacemos en España, también la llaman Finisterre. Allí visitamos un par de playas, la localidad de Morgat y el cabo Chevre, todo ello en la Península de Crozón. Después de unos días lluviosos salió el sol, subieron las temperaturas y nos acercamos a las playas. Una de ellas estaba bien para tomar el sol pero no para bañarse, pues todas las olas iban cargadas de “tropezones” de algas batidas como si se tratara de una sopa de verduras. Eso no era más que el subproducto de lo que el mar arrojaba a la playa. Con marea baja el arenal había quedado tapizado de conchas de varias especies de bivalvos, muchas algas y esqueletos de erizos de mar asimétricos.



Colonias de briozoos sobre un alga parda. C. Aguilar
Buceando es fácil ver erizos simétricos sobre las rocas y también sus esqueletos, unas estructuras de color verde o morado con un punteado geométrico de donde salen las púas. Los erizos irregulares, por el contrario, no son fáciles de ver vivos ni abundan sus esqueletos en las playas. Son especies de fondos arenosos que viven enterrados así que pasan desapercibidos. Una de las playas que visitamos debía ser muy buena para esos erizos, ya que la marea había sacado cientos de ellos. Sus caparazones flotan en el agua, de modo que las olas los depositan en la línea de la pleamar. Hay varias especies similares que se distinguen por las formas de las líneas de poros, sin embargo no me ha tocado determinarlos antes y no consigo aclararme bien, así que erizos asimétricos y listo.



Diversidad de algas en la playa. Foto: César Aguilar
Mirando con detalle las algas depositadas en la arena, se puede ver que muchas de ellas están cubiertas por colonias de briozoos. Estos son unos animales diminutos que desarrollan esqueletos calcáreos a modo de celdillas. Forman extensas colonias tapizantes y se alimentan por filtración. Pero rebuscando en los montones de algas, además te encuentras con muchas especies diferentes. Me llamaron la atención unas grandes del género Laminaria que parecen palmeras. Pero las algas son complicadas, más o menos puedo llegar a algunos géneros característicos pero para los caracteres diagnósticos de muchas haría falta hacer cortes y mirar con una lupa binocular. Al menos eso era lo que nos enseñaban en la carrera de Biología. Traté de echar un ojo con unas claves que tenía de entonces, pero sin mucha práctica no fueron de gran ayuda.



Algas pardas, Fuscus sp. Foto: César Aguilar
Para la mayoría de las que vi puedo saber el grupo al que pertenecen, Clorofíceas, Feofíceas, Rodofíceas o Cianofíceas, o lo que es lo mismo algas verdes, pardas, rojas y verdeazuladas. Solo para unas pocas se el género con seguridad, pero ver la diversidad de formas colores y portes ya es para mí sorprendente. Con el buen tiempo aproveché para ponerme el neopreno y hacer algo de snorkel. La temperatura del agua era soportable, pero la diversidad de fauna poco evidente. Había mucha biomasa de algas, la mayoría Fuscus en superficie y zonas con grandes talos de Laminaria más abajo. Con el batir de las corrientes las laminarias son espectaculares. La zona era rocosa y aparte de algas, eran frecuentes unos cangrejos tipo centollos, algunos blénidos y poco más.



Dos estrellas frecuentes en la zona. César Aguilar
Esta misma impresión la he tenido otras veces haciendo snorkel en el Cantábrico. El Atlántico en principio es más productivo que el Mediterráneo pero con gafas y tubo se ve siempre mucha menos vida que en el segundo. Si en superficie no había mucho, era cuestión de bajar un poco a pulmón y tras un gran peñasco marino encontré montones de estrellas. Al principio eran unas rojas que según bajabas tapizaban en abundancia una garganta de roca. Luego aparecieron otras blancas mucho más grandes. No tener una cámara subacuática es una frustración cuando ves esas cosas. Así que buceé hasta ellas y en un par de viajes saqué dos ejemplares a una charca intermareal cercana donde ya las pude ver y fotografiar a placer.


 
 

Estrella volteandose. Foto: Iratxe González
La estructura de una estrella de mar es sorprendente, la parte inferior está cubierta de los llamados pies ambulacrales. Son como los “cuernecillos” de los caracoles pero por decenas. Su acción coordinada hace que la estrella tenga gran movilidad. Si las das la vuelta boca arriba, uno de sus brazos se gira hasta que algunos de los pies ambulacrales hacen contacto con el suelo y ayuda a girar poco a poco al resto del cuerpo. Es sorprendente para una animal que parece tan rígido. Cuando ya me cansé de verlas las devolví al mar y contento. Esto fue el último día del viaje, así que un buen recuerdo de la Bretaña y sus mares. Unas  horas más tarde la furgoneta nos dejó tirados en vísperas de varios días festivos por el día de la República y empezó una odisea para regresar a España dejando la furgo en un taller francés. Pero eso ya es otra historia que además no tienen nada de naturalista.

sábado, 18 de febrero de 2012

Francia 8 (2011) Siete Islas y la costa del granito rosa

Especies nidificantes en la R.N. de las Siete Islas
Con el tiempo de perros que hacía aquel día, mucho dudaba de que el barco que iba a la Reserva Natural de las Siete Islas fuera a salir. Ese archipiélago de pequeñas islas alberga 12 especies de aves marinas nidificantes y en su conjunto más de 20.000 parejas. Después de echar un vistazo por las costas del Cabo Frehel y comprobar que ya era tarde para algunas colonias de marinas, tampoco confiaba en ver las imágenes que publicitaba la compañía de barcos. Pero que va, el barco estaba atiborrado de gente y las expectativas se cumplieron. La gente de allí parece que no se amedrenta de salir en pleno julio con mala mar y un día de perros.




Colonia de alcatraces en la isla de Rouzic. C. Aguilar
Entre tanto yo iba cubierto con tres capas de ropa y helado de frío, camiseta, chaqueta y anorak y lidiando con que las salpicaduras de proa y las gotas del viento no me impidieran ver por los prismáticos. La primera de las islas que se visita es la más alejada, la isla de Rouzic, que es además la más espectacular. De camino había estado viendo algún fulmar boreal (Fulmarus glacialis) que apenas volví a ver en unas pocas ocasiones más. A medida que te acercas empiezas a ver el revoloteo de los alcatraces (Morus bassanus) en las colonias de cría. Si bien las fechas eran tardías para otras colonias de aves marinas, las de alcatraces estaban en pleno apogeo, algo que me pilló por sorpresa.




Alcatraces (Morus bassanus) Foto: César Aguilar
Había visitado en Noruega en un par de ocasiones colonias de aves marinas y la sensación es siempre espectacular. Pero aquellas de allí eran mayormente de álcidos y no de alcatraces como estas. Con las laderas de la isla cubiertas de aves no parecía que estuvieras en Francia, a mi recordaban a las pingüineras antárticas que vemos en los documentales. A parte de alcatraces, en la zona eran abundantes también los cormoranes moñudos (Phalacrocorax aristotelis) y las gaviotas argenteas (Larus argentatus). El resto de especies que vi fue en números más modestos, gaviotas patiamarillas (Larus michaelis), tridáctilas (Risa tridactyla), sombrías (Larus fuscus) , gavión (Larus marinus), charrán común (Sterna paradisaea) y ostreros (Haematopus ostralegus).



Frailecillos (Fratercula arctica) Foto: C. Aguilar
Alcas (Alca torda) y frailecillos (Fratercula arctica) apenas vi unos pocos y es que tampoco crían tantas parejas como en las colonias más norteñas. De hecho, estas son algunas de sus zonas de nidificación más sureñas pues de normal se distribuyen en islas y cortados de las costas de Gran Bretaña, Islandia y Escandinavia. El nombre francés de una de estas aves me resultó curioso, “petit pingouin" con el que llaman a las alcas. La primera vez que se dio el nombre de pingüino a un ave no fue en la Antártida, sino a un alca hoy extinta. La especie era Pinguinus impennis, el alca mayor, y estaba ampliamente distribuida por el Atlántico norte. El ave medía 75 cm y era incapaz de volar por lo que rápidamente la esquilmaron.



Costa del granito rosa. Foto: César Aguilar
La extinción se produjo en 1844 pero ya en 1760 se había extinguido de Gran Bretaña, aunque aún por aquellos años los marinos que iban a Terranova la citaban como muy abundante. Las aves antárticas fueron las que "heredaron" su nombre, pues al no tener capacidad de vuelo eran lo más parecido a las alcas mayores norteñas, los genuinos pingüinos. Pero bueno, en esto andaba yo pensando al ver en el folleto “petit pingouin” refiriéndose a las alcas (Alca torda), cuando de regreso al puerto me di cuenta que el recorrido en barco incluía también un acercamiento a la costa del granito rosa. Ese litoral es un destino muy turístico de la Bretaña y por ello muy concurrido de gente. Con la vista desde el barco tuve bastante, aún no me había recuperado del frío que había pasado en mar del Canal de La Mancha.

sábado, 11 de febrero de 2012

Francia 7 (2011) El Cabo Frehel y los pescadores de Paimpol

Erica ciliaris Foto: César Aguilar
En la costa norte de la Bretaña, la que mira al Canal de la Mancha, aprovechamos el buen tiempo para visitar algunas poblaciones y el Cabo Frehel. Al igual que nos sucedió con otras zonas naturales costeras, estaba llenita de visitantes. La zona tiene un faro histórico y bunkers de la II Guerra Mundial dispersos. Pero lo mejor es el paisaje en rosa y amarillo de turberas y brezales que se extiende todo lo que alcanza la vista. En colores rosas estaban las flores de cuatro especies de brezos, Erica cinerea, Erica ciliaris, el brezo de turbera (Erica tetralix) y la brecina (Calluna vulgaris). Son especies que también se pueden encontrar en la Península Ibérica en hábitats norteños y paisajes cantábricos.




Tojo (Ulex sp). Foto: César Aguilar
Además de los brezos otras flores rosas se descolgaban en los bordes del cortado, las de la Armeria sp aunque la mayoría de ellas ya estaban agostadas en esas fechas. En amarillo, en el matorral destacaban las flores del tojo, Ulex sp., probablemente Ulex europaeus pero tampoco estoy seguro de las especies que hay allí. Esa planta es muy espinosa y es algo que no olvidan los paseantes. Las sendas para andar por estos matorrales han de ser desbrozadas con periodicidad ya que crecen muy densos con tanta humedad. Por lo demás los cortados de la zona tampoco tenía gran cantidad de aves, algunos cormoranes moñudos (Phalacrocorax aristotelis), ostreros (Haematopus ostralegus), gaviotas argenteas (Larus argentatus) y algún charrán patinegro (Sterna sandvicensis). 



Lagarto verde (Lacerta viridis). Foto: C. Aguilar
Las fechas eran ya un poco tarde para las colonias de aves marinas. Algo mejor estaban los días soleados de verano para ver alguna de las escasas especies de lagartos y lagartijas de la Bretaña. Si uno ve correr una lagartija en esta región de Francia solo pueden ser dos cosas una lagartija de turbera (Zootaca vivipara) o una lagartija roquera (Podarcis muralis), nosotros fue esta segunda la que vimos. Pero si lo que ves es algo más gordo, no puede ser otra cosa que un lagarto verde (Lacerta viridis). No se muy bien la causa de la escasez de especies de estos grupos en la Bretaña pero en parte influirá la homogeneidad del hábitat. En la Península Ibérica estamos mal acostumbrados, ya que la variedad de ambientes, los accidentes orográficos y la transición de climas dan mayor diversidad.



Bretones en Islandia. Foto: Museo de Paimpol
En La Rioja, sin ir más lejos con solo 5000 Km2 hay ya 5 lagartijas y 2 lagartos, más de el doble que en la Bretaña. Pero los días soleados no son los habituales en la Bretaña, más bien la excepción, no hay más que ver el verdor con que se mantienen los prados y bosques. Con las lluvias uno de los planes que teníamos, que era recorrer la isla de Brehat en bicicleta, se pasó por agua. A cambio me dediqué a visitar un museo de la mar en Paimpol ubicado en un antiguo secadero de bacalao. En realidad, si no eres muy forofo de los barcos y la historia náutica, apenas te dice nada pero el mar en esta región es parte inseparable de la historia de sus gentes.




Bacaladero bretón en aguas árticas. Museo Paimpol
Yo buscaba algo más relacionado con la parte biológica del mar, pero en ese sentido había poco donde rascar. Lo que más me cautivó fue todo lo relacionado con la pesca del bacalao. A finales del 2010 visitando la ría de Aveiro (Portugal), también me atrapó conocer los viajes pesqueros de los portugueses al banco de Terranova. En el caso de los bretones, las fotos sepias con paisajes árticos y gente ruda embarcando por meses hacia Islandia encogen el estómago. Cuentan que en solo 80 años de actividad, en la región de Paimpol se perdieron 100 embarcaciones y 2000 vidas. Desde que conozco la historia de la pesca del bacalao y el esfuerzo que supuso, me parece un tributo a todas aquellas gentes valorar un buen plato de bacalao en la mesa.

domingo, 5 de febrero de 2012

Francia 6 (2011) Mont Sant Michel

Vista del Mont Sant Michel Foto: Iratxe González
El Mont Sant Michel es quizá la imagen más emblemática de la Bretaña y por ello la más turística. Cuando se visitan sitios así hay que atenerse a las consecuencias de la masificación. Es necesario abstraerse en cierto modo de la avalancha de gente y ver lo que a uno le interesa, aún así, si se busca la tranquilidad y el reposo de la abadía, en pleno verano será difícil encontrarla. Uno de los atractivos principales para mí, es el paraje natural en el que se encuentra. El peñasco donde edificaron la abadía y la ciudad amurallada están en medio de una enorme bahía unida a tierra firme por un cordón dunar. A través de este último discurre la carretera de acceso. Con las mareas altas, pero solo en algunos momentos del año, la península pasa a ser una isla por algunas horas, al cubrirse la carretera y quedar toda rodeada de agua. En ello reside la singularidad del sitio.




Inmensa bahía del entorno. Foto: César Aguilar
No es algo que se pueda ver todo el año, pero sin llegar a ese extremo si puede verse el gran cambio del paisaje alrededor del Mont St Michel con el flujo diario de las mareas. La bahía abarca una superficie de 250 Km2 y puede cubrir en una pleamar hasta 20 kilómetros de arenales en solo seis horas. Pero el entorno hidrológico de la zona ha cambiado bastante en los últimos siglos. El hombre ha ido ganando terreno a la marisma haciendo agricultura en pólders. Con ello ha generado que la desembocadura del río Couesnon se haya desplazado del sitio original. Esto ha aumentado los sedimentos en torno a la península haciendo que el paisaje de alrededor sea cada vez más terrestre que marítimo. Ahora andan haciendo unas obras hidrológicas de una millonada de euros para evitarlo.



¡Al rescate de la foca!. Fotos: César Aguilar
La idea del proyecto ingenieril es acumular agua de las mareas en una presa y hacer descargas periódicas que ayuden a retirar los sedimentos alrededor del monte. Pero volviendo al aspecto natural, desde las murallas de la ciudad en bajamar era común ver garcetas (Egretta garzetta), archibebes comunes (Tringa totanus) y tarros blancos (Tadorna tadorna) pululando por los fangales. También unas cuantas especies de gaviotas entre ellas la reidora (Larus ridibundus), la sombría (Larus fuscus), la argentea (Larus argentatus)  y algún gavión (Larus marinus). Pero mientras miraba la fauna hubo una escena a lo lejos que llamó mi atención. Tres personas en medio del arenal estaban tratando de captura algo y meterlo en una caja. No era otra cosa que una foca gris (Halichoerus grypus).



Atardecer sobre el Mont Sant Michel. C. Aguilar
Los perseguidores de la foca eran gendarmes que, o tenían poca pericia, o la foca arreaba unos bocados de cuidado. Después de casi 10 minutos de verles intentarlo me inclino por pensar lo primero. Entre tres personas fueron incapaces de cogerla, así que acabaron pidiendo refuerzos. Un vehículo oruga adaptado para esos arenales vino con dos personas más y una jaula grande. Al final dieron con ella y la llevaron a la gendarmería donde pude verla encerrada y agotada. En el mes de julio cuando visitamos el Mont St Michel había muchas restricciones a la entrada de vehículos hasta la base del peñón. Nosotros pasamos allí andando pero en el futuro se prevé que los vehículos particulares no accedan, solo el transporte público,algo de agradecer.



Molino restaurado en Moidrey. Foto: César Aguilar
La calle principal de subida dentro de la fortificación es una turistada en toda regla, atiborrada de tiendas de recuerdos chuscos, sitios de comer prohibitivos y demás parafernalia. Nosotros llegamos allí por la tarde y subimos hasta la abadía pero ya estaba cerrada, aun así pasear por la multitud de calles estrechas y angostas, recorrer las murallas, escalinatas y rincones de la fortificación bien merece la pena. Con la caída de la tarde las vistas sobre la bahía eran espectaculares con la sombra de las agujas de la abadía proyectándose en el arenal. Acabamos el día a varios kilómetros de allí, en Moidrey, viendo desde un cerro con un molino harinero restaurado la preciosa puesta de sol con el Mont St Michel. De lejos el paisaje parecía uno de esos oleos de los pintores románticos de campiñas y escenas costumbristas en tonos pastel.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Francia 5 (2011) Costa salvaje y Península de Quiberon

Costa salvaje en Quimberon. Foto: César Aguilar
Los franceses venden muy bien sus “productos” y por eso ante el apelativo de la costa salvaje en la Península de Quiberon quizás esperaba algo más. Cerca de Carnac se sitúa un larga barra de arena de 15 kilómetros que se adentra en el Atlántico, con largas playas a ambos lados, flora dunar, y acabado en un zócalo amplio de roca dura. Toda la zona es muy turística y hay muchas poblaciones dispersas, además está ahí el puerto donde se coge el ferry a la isla más grande del Atlántico de Francia, Belle-Ile-en-Mer. En general las costas bretonas están bastante pobladas, además con un tipo de ocupación del hábitat muy disperso con edificaciones cuidadas y bonitas pero continuas y por doquier. Fuera de las carreteras principales, en torno a las poblaciones de la costa, te pasas el día recorriendo avenidas con casas ajardinadas, rotondas y más rotondas para llegar a un sitio natural sin gente.



Algas y mejillones tapizando la roca. C. Aguilar
Por otro lado, no vimos muchas carreteras que recorrieran el litoral con buenas vistas al mar, al menos como suele haberlas en las costas españolas. Por ello cuando se juntan costas sin poblaciones, cortados rocosos y  buenos accesos, esos sitios parece que se vuelven muy atractivos para el turismo nacional. Es lo que vimos en la costa salvaje de la Península de Quiberon, que estaba bien pero llenita de paseantes. Luego vimos situaciones similares en otros cabos y zonas naturales de la costa bretona. No es por comparar pero en verano en el Cantábrico aún puedes encontrar muchos sitios parecidos con bastante menos gente, o quizás sea que en España pocos salen de la arena y el sol a pasear por los senderos costeros como hacen aquí.



Manojo de percebes. Foto: César Aguilar
Pero en fin, era julio y tras esas primeras impresiones y choque de expectativas, los sitios merecían la pena y tampoco estaban nada mal. En un primer momento, cuando ves de lejos esos acantilados rocosos tienen un aspecto un poco “feucho” con una coloración negra que pareciera el resultado de una marea negra. Pero cuando te vas acercando ves que en realidad se trata de inmensas colonias de mejillones. Este es uno de los productos estrella de la región por todos los restaurantes ves carteles anunciando los “moules” que es como se llaman en francés. La gran diferencia entre la pleamar y la bajamar en estas costas, dejan un amplio espacio intermareal donde crecen abundantes los mejillones. Un vistazo detallado a esas rocas hace encontrar además de mejillones, una superficie con percebes, lapas, bígaros y bellotas de mar en gran cantidad.



Actinia equina abierta. Foto: César Aguilar
Las algas es otra de las cosas que sorprende en estas costas, pues a poco que te pongas a mirar encuentras un montón de especies y la biomasa que hay sobre las rocas es impresionante. Buscando en los charcos intermareales de la zona, eran muy frecuentes los tomates de mar (Actinia equina). Los había visto en otras ocasiones pero siempre replegados, poco más que una bola gelatinosa con los tentáculos guardados. Aquí, por el contrario había bastantes abiertos y activos en los charcos que aún mantenían agua. Fue algo que me resultó sorprendente pues había leído que eran bichos de actividad nocturna. Pero vamos, que para mi mucho mejor así porque hasta el momento no había sacado unas fotos tan buenas de estos animales en ningún sitio.


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