Hacía tiempo que no escribía del Ebro. Y hacía también un montón de meses que no bajaba al río con el kayak. Para este abril, Juan “Orellana”, que así es como apodamos a mi amigo Juan tras haber tenido unos inicios en la navegación por el Ebro dignos de la épica del explorador de Trujillo, me propuso que eligiera un recorrido por el río, el que quisiera, para guiarles a él y a sus compañeros de Logrokayak. Y acepté. Yo también necesitaba mi particular Ebroterapia.
Logrokayak es el club recreativo en el que está Juan “Orellana”. También Carlos “Presi” y Enrique y Anne y Alfonso y Rosalía y Ramón y Begoña y otros muchos a los que voy conociendo. Son un público entregado. Ellos disfrutan con todas esas “mandangas” con las que les bombardeo en el recorrido. Historias de garzas, nutrias, náyades, castores, visones o milanos, de que si el cauce del río en tal tramo es divagante o que si está encajado en estratos de roca arenisca desde el Terciario, que nadie estuvo allí para ver cómo se encajaba, pero que es muy vacilón contárselo atusándome el mentón con los dedos índice y pulgar y arqueando las cejas en espera de ver la cara que pone el personal.
Sí, esta cuadrilla es un público agradecido. Yo disfruto. Y ellos sé que también. Lo aseguro así de rotundo porque no es la primera vez que me llaman para hacer algo así y todavía no me han arrojado a las aguas para ser pasto de los siluros tras un juicio sumarísimo en aguas interprovinciales, que es como se dirimen las discrepancias en la mar, o en este caso en un río, y que es así desde la época de los corsarios. Así que aquí van algunas fotos de la jornada por el Ebro entre Lapuebla de Labarca y Fuenmayor, y hasta la crónica en un video montado por Juan “Orellana” que se postula como un aventajado discípulo del cronista Antonio Pigafetta que ya hubiera querido para sí el mismísimo Magallanes para su vuelta al mundo.
El kayak favorece el libre albedrío. Salimos juntos, pero en cuanto aparece un horizonte hacia el que remar cada uno emprende su camino. Ebro. Lapuebla de Labarca. Abril 2024. Foto: César María Aguilar Gómez.
Las hojas de chopos, sauces, alisos y fresnos no hace ni un mes que brotaron. Aún tienen el color de lo tierno, el verde de la lechuga, el destello de lo nuevo, la consistencia de lo irreal. Su reflejo en el río multiplica por dos su belleza. Ebro. Lapuebla de Labarca. Abril 2024. Foto: César María Aguilar Gómez.
En el tramo Lapuebla Labarca-Fuenmayor no es raro ver algún martinete en las orillas, una garza cheposa, con boina y ojos de resaca. Desde el kayak es imposible fotografiarlas así, pero el año tienen muchos días para acercarse al río, así que por la orilla y con una maceta con un geranio en la cabeza como técnica de camuflaje conseguí sacar a este ejemplar otro día a pie por la ribera del Ebro.Foto: César María Aguilar Gómez.
Juan "Orellana" ante la encrucijada de un meandro del río sin salida, un muro ribereño que te abraza con su verdor. «A ver, que no es por no ir, pero ir para nada». Lapuebla de Labarca. Ebro. Abril 2024. Foto: César María Aguilar Gómez.
Tortuga de Florida tomando el sol para iniciar su actividad. El agua aún esta fría para un galápago. Tristemente, esta especie exótica va siendo cada vez más común en el Ebro, mientras los galápagos autóctonos que hubo, el europeo y el leproso, ya desaparecieron en estos tramos riojanos. Foto: César María Aguilar Gómez.
En La Rioja Alta, el río se acompaña de cortados de arenisca donde cría el búho real y se escucha el chotacabras al atardecer. Es uno de los últimos tramos de meandros encajados del río que, pasado Logroño, discurrirá por una llanura aluvial con meandros libres y divagantes hasta el embalse de Mequinenza en Zaragoza. Lapuebla de Labarca. Ebro. Abril 2024. Foto: César María Aguilar Gómez.
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