A mediados de los noventa recuerdo escuchar a Reinhold Messner, la primera persona que había conseguido los 14 ochomiles de la Tierra sin oxigeno, decir que las montañas necesitaban recuperar “espacios en blanco”, White Wilderness los llamaba. Fue en una entrevista que le hizo para EITB el periodista Roge Blasco en su programa “Doctor Livingstone Supongo”.
Con ello Messer se refería a que ya se había cartografiado prácticamente todo, se había llegado a la mayoría de las montañas y el mundo se estaba quedando pequeño a base de proporcionar todo tipo detalles para rutas, ascensiones y escaladas a los lugares, hasta entonces, casi inaccesibles. Una época estaba a punto de acabar, se lamentaba. Y proponía dejar de compartir tanta información sobre cómo llegar o acceder a los lugares, permitir que los que vinieran después tuvieran el derecho a hacer sus propios “descubrimientos” y elecciones.
Si hace tres décadas a Messner el mundo ya le parecía demasiado hollado, no sé que pensará hoy a sus 80 años con toda la masificación deportiva. En eso andaba hoy pensando mientras caminaba solo, al tuntún, con el silencio que proporciona la nieve por una zona montañosa del Sistema Ibérico riojano disfrutando del inmenso espacio en blanco que me ha regalado una nevada y una niebla diáfana.
Hay descanso en contemplar y caminar por un paisaje reducido a casi nada. Hay liberación en prescindir de la tiranía de los estímulos. Es como si a ese paisaje, que conozco de haber recorrido varias veces, le hubieran pasado una de esas herramientas de borrado de pixeles que tienen los programas de edición de imágenes dejando solo unas referencias a las que asir la mirada: un vallado, unas piedras, unas briznas de hierba, unos árboles.
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Apenas lugares donde posar la mirada. Sin huellas, sin viento, sin ruidos. Sistema Ibérico (La Rioja). Marzo 2025. Foto: César María Aguilar Gómez. |
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Bajo la nieve los enebros (Junniperus sp) desdibujan sus formas. Sistema Ibérico (La Rioja). Marzo 2025. Foto: César María Aguilar Gómez. |