A Miguel Delibes le gustaba pescar truchas. Pero, amargamente, se quejaba de que en su Valladolid natal no disponía de ríos para su afición. Para remediarlo acudía regularmente a distintos tramos de ríos de León, Burgos y Palencia. Y a un par de ellos en La Rioja.
Buscando en el depósito de la biblioteca regional di con un libro suyo del que no había oído hablar: Mis amigas las truchas. El subtítulo ya lo dice todo: Block de notas de un pescador de ribera. En él, a modo de diario, cuenta esas jornadas en los ríos a comienzos de los 70.
No me resisto a traer algunas de las impresiones que anotó el 20 de abril de 1972 en el Iregua, uno de los dos ríos que solía visitar en La Rioja. El otro era el Najerilla.
«La bruma había levantado y, desde lo alto, pude recrearme en la belleza majestuosa del contorno, las grandes montañas con las cumbres nevadas, los cantiles verticales de la quebrada del río, los robles tenaces (aún con hoja de invierno) milagrosamente inhiestos en la ladera de a plomo. Este agreste paisaje, sorprende más por su contraste con los accesos desde Logroño: la ternura de la campiña riojana con cepas desnudas, recién podadas; el verde jugoso y variopinto de los campos de cereal y las vegas ―con unos barbechos de tierra rosada, casi violácea― dulcemente suavizados por el verde incipiente de las pobedas ribereñas. ¡Hermosa campiña la riojana!»
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Mis amigas las truchas. Miguel Delibes. Ediciones Destino 1977. |
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