sábado, 17 de mayo de 2025

Contar con lobos

Yellowstone 1926. Los guardas del primer Parque Nacional creado en los Estados Unidos en 1872 acaban de matar el último lobo del lugar. La persecución del depredador apical había dado el resultado buscado: el exterminio de sus poblaciones. Y si esto sucedía en un parque nacional, es fácil imaginar la situación fuera de ellos en otras partes del país.

Siete décadas después, los vientos habían cambiado. En los 90 se iniciaba un audaz proyecto de reintroducción que comenzó con el traslado de 14 lobos salvajes, pertenecientes a 3 manadas, y 1 macho solitario capturados en Alberta, a unos 885 kilómetros al norte de Yellowstone. El 12 de enero de 1995 llegaban al parque aquellos primeros fundadores en un remolque para caballos.

El esfuerzo para contar con lobos en las montañas de Wyoming, Idaho y Montana fue titánico, una tarea que se vio recompensada con un gran éxito. Su regreso restauró los procesos ecológicos del parque generando un efecto regulador en los hábitats ampliamente difundido en artículos científicos, divulgativos y documentales.

El biólogo y escritor Rick Mcintyre fue testigo de excepción de aquellos primeros años y recientemente se han traducido dos de sus libros sobre aquellas manadas de Yellowstone. Antes de involucrarse en el proyecto de reintroducción, Rick ya había trabajado 15 veranos seguidos como guía del Parque Nacional Denali en Alaska, así que algo de recorrido tenía.

Yo ando estos días disfrutando de El despertar del lobo 8 y no puedo más que sentir una enorme envida por el detalle de los avistamientos que describe y la vida social que es capaz de inferir. Y lo hago pensando en la dificultad de lograr algo remotamente parecido en nuestro contexto ibérico.

Una parte del mérito de Rick lo revela él mismo cuando habla de uno de aquellos veranos en Yellowstone, el de 1997: «los seis meses de aquel año (….) salí en busca de lobos 170 días y los vi 149 días, o sea el 88 % del tiempo. Mis avistamientos de lobos ascendían a 1.462, muy por encima de lo que vi en 1995 y 1996 y aproximadamente el doble del total de mis avistamientos en Denali durante quince veranos. La clave (…) era salir todos los días mucho antes del amanecer, daba lo mismo el clima o lo cansado que estuviera».

Leyendo esta historia de la reintroducción, del esfuerzo que costó llevar de nuevo a la especie al parque y de todo lo que se aprendió en el proceso, no puedo evitar la comparación con los mezquinos tiempos que nos está tocando vivir con el lobo en España y toda la demagogia, medias verdades y mentiras a sabiendas que se vierten a diario sobre la especie. España no es Yellowstone, eso desde luego, pero parece que algo solo se pone en valor cuando se pierde y, en ocasiones, el ruido de fondo me recuerda más a aquel de 1926 que a uno del siglo XXI.

 

El despertar del lobo 8. Rick McIntyre. Editorial Carbrame.

Montañas del Sistema Ibérico riojano. Las amplias extensiones forestales y las buenas poblaciones de ungulados proporcionan el hábitat para varias manadas de lobos. Foto: César María Aguilar Gómez.

 

Lobo ibérico (Canis lupus signatus). Hembra reproductora de un grupo territorial. La presencia de un depredador apical como el lobo regula las poblaciones de ciervos, corzos y jabalíes. Su sola presencia crea los denominados "paisajes del miedo" haciendo que las presas se comporten de forma muy distinta a como lo harían en su ausencia. Esta influencia modula el impacto que estos herbívoros tienen en la vegetación del territorio y proporciona un equilibrio en el ecosistema que la caza deportiva de ungulados no puede lograr. Sistema Ibérico riojano. Imagen de fototrampeo. Foto: César María Aguilar Gómez.

Lobo ibérico (Canis lupus signatus). Al trote los ejemplares se desplazan, habitualmente, varios kilómetros cada noche recorriendo una extensa área de campeo, que puede rondar los 200 km2 por manada, buscando oportunidades de caza, visitando los límites del territorio e indagando, a través de los marcajes de olor, la situación, composición y estado de las manadas colindantes o de los ejemplares solitarios que deambulan por la zona. Sistema Ibérico riojano. Imagen de fototrampeo. Foto: César María Aguilar Gómez.

Los ungulados en general y el ciervo (Cervus elaphus) en particular, como el resto del gran macho de la foto, son las presas principales del lobo en el Sistema Ibérico. Los lobos detectan los ejemplares más vulnerables, por enfermedades, defectos físicos o aquellos que, en invierno, están en peores condiciones y tienen dificultades para escapar de su persecución y acoso. El riesgo de lesión que asumen frente a un animal sano y combativo, por coz o embestida, es demasiado alto, así que en la medida de lo posible tratarán de evitarlo. Sistema Ibérico riojano. Foto: César María Aguilar Gómez.

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