Ese fue básicamente el ejercicio que la escritora Noemí Sabugal nos planteó en el “Curso de iniciación a la escritura de no ficción” en el que he andado metido un par de meses de este año: escribir una breve biografía de uno mismo.
Pudor, ego, imagen, relato, son cuestiones que surgen cuando uno se pone a intentarlo. Algo de eso ya lo había experimentado al redactar una reseña autobiográfica para mi libro, así que decidí empezar por ahí. Y esto es lo que me salió:
César María Aguilar Gómez nació en Logroño, a orillas del Ebro. Pasó sus primeros años de vida emulando a Tom Sawyer entre huertas y encinares, persiguiendo mochuelos y atiborrándose de higos y moras. Pronto entendió que no podría mantener por mucho tiempo aquel modo de vida, así que tramó hacerse biólogo. En León, con un pie en la universidad y otro rastreando osos en la Cordillera Cantábrica, logró su propósito.
De vuelta a La Rioja estudió aves esteparias y desarrolló una alergia a las gramíneas, recorrió el Ebro en kayak y aprendió a volcar con estilo, censó nutrias pero solo alcanzó a ver sus excrementos. Entre ensayos y fracasos aprendió de un puñado de animales invisibles, de aquellos de los que hasta se sospecha de que existan, lo suficiente como para ganarse la vida: del visón europeo, de la ganga ortega, del castor, del buitre leonado, del desmán, del aguilucho cenizo, del lobo, del galápago europeo, del alimoche, del cangrejo de río, del lirón gris o del pez fraile entre otros.
Con el tiempo, encontró en los viajes otra manera de recuperar aquel continuo descubrir de la infancia. Visitó más de treinta países y lo contó en un blog solo por el placer de hacerlo, y el año de la COVID-19 publicó Biólogo en salsa verde, un libro sobre su búsqueda de primates endémicos y en peligro de extinción en los bosques nublados del Perú y sobre los ambientalistas que los conservan. Últimamente viaja a África para documentar un libro sobre regiones naturales del continente que anda escribiendo un amigo suyo.
Hace un par de años, cuando la vista cansada empezó a pisarle los talones, decidió poner el nombre del síndrome a uno de los dos grupos en los que toca la guitarra todas las semanas, una Fender Jazzmaster cuando lo hace con PRESBICIA y una Eastwood roja de media caja con BUMBLEBEE TRÍO. En ambos se apropian de repertorio ajeno sin miramientos: soul, jazz, rock, blues y funk mayormente.
Algunos días, al acabar la jornada, los párpados se le desploman como a una muñeca Nancy y cae en un profundo trance del que, a duras penas, sale a ronquidos, pero, hasta la fecha, todos los días siguientes ha conseguido levantarse sin secuelas aparentes. Sabe que es una suerte que no le durará siempre así que, de momento, sigue la estela de su buena estrella.
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| Buscando fauna sahariana en las hamadas del Tassili N'Ajjer de Argelia, feliz de haber localizado un lagarto de cola espinosa (Uromastyx alfredschmidti). Abril 2022. Foto: Iván A. Sánchez. |
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| Tocando repertorio ajeno con PRESBICIA en la Sala Fundición de Logroño y la Fender Jazzmaster. Octubre 2024. Foto: Alberto Ramos. |
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| Dedicando ejemplares de Biólogo en Salsa Verde. Viaje a los bosques nublados del Perú en la presentación del libro en Tobía (La Rioja). Marzo 2023. Foto: Ruth Escobedo. |
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| Alucinando con la flora afroalpina de la Cordillera de Los Aberdares (Kenia) y los gigantes Dendrosenecio. Agosto 2021. Foto: César María Aguilar Gómez. |
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| Tocando en las Fiestas de La Vendimia de Logroño en el escenario Parque Gallarza con BUMBLEBEE TRÍO + GEMMA. Septiembre 2024. Foto: Alberto Ramos. |





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