miércoles, 4 de mayo de 2011

Perú 24 (2011) La Pitaya, petroglifos y sarcófagos 2

Primeros tres sarcófagos antropomorfos. C. Aguilar
Acercándome al cortado de arenisca donde el hombre me dijo que había sarcófagos di con los primeros mirando a prismático, eran tres tumbas antropomorfas en mitad del abismo. ¡Joder!, si ese era el sitio que me había dicho de acceder voy listo, allí no sube ni Juanito Ordiazabal. Pero bueno al menos los estaba viendo, que ya era emocionante pero había que buscar en otra parte del cortado ya que el hombre me dijo que no eran allí sino en otro escarpe. Quizá se equivocara y hablara de oídas y realmente eran esos que yo veía. El caso es que no encontraba más sarcófagos en el cortado y empezaba a inquietarme porque allí no habría manera se subir. Lo que sí encontré mirando con los prismáticos fueron unas pinturas rupestres como de una cabeza pintada en rojo toda “marciana” en una visera de roca.



Pintura rupestre colgada en el cortado. C. Aguilar
Hoy en día ya sería imposible acceder al sitio de esas pinturas rupestres por los derrumbes que han cortado los accesos alrededor. Es por ello que el hombre no me habló de las pinturas. Si nadie puede subir allí y sin ayuda de la óptica no se aprecian desde abajo, así que el tipo desconocía su existencia. El recorrido bajo el cortado seguía por una pista paralela a un canal de derivación de agua de la central hidroeléctrica de Caclic, así que en un primer momento sin problema. Luego encontré el camino del que me habló entre la vegetación arbustiva de este bosque seco ecuatorial con espinosas y cactus por doquier. Pero el camino en realidad no subía al cortado, ladeaba la base del mismo y comprobé que iba hasta una chacra cercana.




En círculo rojo los sarcófagos a los que fui. C. Aguilar
Había que confiar en lo que dijo el hombre “Cerca de la roca triangular”, miraba a prismático y no veía nada y tampoco había camino. Ya puestos ahí arriba no era cuestión de volverse atrás, pero tampoco de jugársela entre bloques de roca, escarpes y cactus. Subí monte a través entre ese paisaje como pude, pues es bastante cerrado y pinchudo. Al poco rato me convertí en un vector dispersante de pequeños brazos de chumberas que se me quedan enganchados en la ropa, bueno al menos algo útil estaba haciendo allí, pensé. El caso es que no veía los sarcófagos ni nada, pero yo seguía avanzando hacia la piedra triangular de la que me hablara. En realidad ya con el cambio de perspectiva en la ladera, no sabía si era la misma que había visto desde abajo. 



Vector de chumberas de la zona. César Aguilar
Días antes en La Esperanza habíamos tenido una sesión de cine por la noche con una película que nos habíamos descargado de internet. Se llama "127 horas" y no digo más, si tenéis ocasión verla, hacerlo y si no entrar en internet para saber de qué va, no cuento mas. El caso es que por ahí entre bloques de arenisca y cactus no podía quitarme la idea de la película de la cabeza y ya empezaba a "sugestionarme" un poco. Si alguno ha andado mucho tiempo solo por el monte, sabe que hay veces en que se te enquistan diálogos, imágenes, músicas o pensamientos que recorren tu cabeza de forma cíclica. Es la manera que tiene la mente de mantenerse activa, ya que el “no pensamiento” creo que solo lo consiguen los monjes zen y con bastante esfuerzo, el resto estamos todo el día “maquinando” para bien o para mal. El caso es que si esos pensamientos son positivos bien, pero si no hay que saber torear bien con esas sugestiones, pues pueden llegar a condicionarte mucho.


Sarcófagos en el cortado. Foto: César Aguilar
En ese "trabajo mental" andaba yo mientras subía ladera arriba cuando, ¡guau! allí estaba los sarcófagos. Después de tanta “vaina” mental vi se podía llegar hasta su mismo lugar sin muchos problemas. El hombre estaba en lo cierto se podía acceder a ellos, aunque creo que hace bastante que nadie había pasado por allí. Aun así, todos estos restos arqueológicos están profanados hace tiempo, todos tienen alguna parte rota por los que aquí llaman huaqueros. Buscan tesoros pero creo que en estos sarcófagos solo había huesos, y es lo que yo encontré. Muchos huesos de extremidades pero ningún cráneo así que imagino que alguien se los llevó por alguna razón, ya que no leí nada de que no los enterrasen con cabeza. La verdad es que fue muy emocionante estar allí sentado hombro con hombro con esos guardianes de barro mirando hacia el infinito con la misma expresión que los moáis de Isla de Pascua en el Pacífico chileno. Creo que tardaré tiempo en olvidar la agradable sensación de aquel “descubrimiento”.

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