viernes, 26 de septiembre de 2014

Transahara 9 (2013-14) Mali, el País Dogón 1

Casas y graneros, Nombori. César María Aguilar Gómez.
Uno de los objetivos del viaje era llegar al País Dogón y visitar algunas de sus aldeas. Nines iba a comprar artesanía allí y para mí era uno de los sitios que más ganas tenía de conocer. Los dogones son uno de los pueblos más singulares de Mali y casi también de todo el África Occidental. Lo son por sus creencias y cosmovisión tan distinta del resto de las culturas de la zona. Históricamente se han resistido a la colonización de los pueblos musulmanes y por eso han conservado creencias y ritos animistas propios. Hoy en día el islam tiene una presencia creciente en muchas poblaciones pero, a pesar de ello, mantienen muchas tradiciones entre ellas los bailes de máscaras que sacan en fechas y acontecimientos señalados.




Boubacar el comerciante, Endé. C.M. Aguilar Gómez.
Otro de los atractivos del pueblo dogón es el lugar que ocupan, la falla del Bandiágara, en realidad el borde de una extensa meseta rocosa de arenisca. Según los relatos de tradición oral los dogones llegaron a la zona hacia el siglo XI para refugiarse del acoso de otros grupos. En los cortados vivían los tellem, en pequeñas casas colgadas en las rocas, a los que tuvieron que expulsar para asentarse ahí. Los poblados dogones más típicos se sitúan hoy en la parte baja del cortado donde se dedican a cultivar la llanura arenosa que se extiende frente a la falla del Bandiágara. También hay pueblos en la parte alta de la meseta que cultivan en cercados de piedras donde acumulan el escaso suelo fértil sobre la roca.



Mezquita sudanesa, Teli, César María Aguilar Gómez.
El urbanismo y arquitectura de los pueblos dogón sigue siendo el tradicional. Continúan construyendo casas y graneros de barro y la mayoría de las mezquitas mantienen el estilo sudanés, como las tradicionales que hay en las poblaciones de Djenné o Mopti. Son construcciones que han de reparar tras la época de lluvias, de ahí esas vigas que salen al exterior donde se apoyan para revocarlas. Eso no impide que de vez en cuando veas antenas parabólicas en algunas casas, ya que el turismo ha producido unos ingresos extras en su economía. Pero para los tiempos que corren, donde la globalización ha homogenizado casi todo, creo que los dogones aún mantienen mucho de su cultura tradicional y creencias. Y eso no es poco.



Ventana de granero, Endé. César María Aguilar Gómez.
Al abrigo de la propia roca aún se pueden ver restos de las casas tellem y también graneros y otras edificaciones dogones, aunque cada vez con menos uso. En los escarpes solían enterrar a sus muertos, pero tradiciones como esa han ido perdiéndose con la progresiva influencia del islam. Los musulmanes dan poca importancia a los cementerios, así que los dogones han dejado de hacer esos enterramientos tan costosos. Aún con los cambios culturales de las últimas décadas, en parte también debidos al flujo de turistas, el País Dogón sigue siendo un sitio especial. La cosmovisión dogón no es algo abstracto, se refleja muy bien en la amplia variedad de máscaras que siguen tallando y usando en las festividades animistas.




Tallas en Kani Kombolé. César María Aguilar Gómez.
Las puertas y ventanas de casas y graneros dogón reflejan su particular cosmovisión con personajes míticos como el Nommo, el ancestro precursor del pueblo dogón, o imágenes de culebras, lagartos y cocodrilos. Tallan además multitud de piezas cotidianas y figuras en madera. El dogón no es pueblo muy numeroso, a mediados de los ochenta en la zona del Bandiágara se calculaba su población en algo más de 200.000 personas. Dispersos fuera de su zona de origen se calculaba que había algo más del doble de esa cifra. A pesar de su bajo número, la creatividad e iconografía de su arte me parece desbordante.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Transahara 8 (2013-14) Mali, el Niger en Mopti

Puerto con grandes pinazas. César María Aguilar Gómez.
Mopti tiene un importante puerto de carga y transporte junto al río Bani, un afluente del gran Niger. El Bani y el Niger confluyen frente a la ciudad pero en enero, con las aguas bajas, costaba ver cuál era cada uno. El gran río sigue vertebrando la vida de la región y es encrucijada de las muchas formas de vida y grupos étnicos que se dan en la zona: bambara, peul, bozo, tuareg… Al puerto de Mopti siguen llegando las placas de sal de las caravanas que atraviesan el desierto y el comercio de mercancías en él es inmenso. La actividad allí ha cambiado poco en los últimos siglos a no ser por la presencia del plástico y toda la basura que ello genera.





Barrio de Mopti donde nos alojamos C.M. Aguilar Gómez
Unos meses antes de llegar a Mopti la ofensiva de la guerra del norte de Mali había llegado cerca de la ciudad. Habíamos dudado si ir, pero los amigos de Nines en la ciudad nos aseguraron que no había problemas. Los rebeldes tuareg y salafistas a punto estuvieron de tomarla, pero Francia detuvo su avance antes de que llegaran a ella. Aún así, el turismo había desaparecido y la gente que venía a recorrer el Niger y el País Dogón había dejado de llegar. Nosotros nos alojamos en la casa de los amigos de Nines y nos sumergimos en la vida de la zona vieja de Mopti. Fue al más puro estilo africano, el del hacinamiento en las viviendas. Comodidades ni una, aunque para hacerlo más llevadero nos instalamos en la azotea.




Pescando en arrozales. César María Aguilar Gómez.
Esos días reparamos la amortiguación de la furgoneta e hicimos, en tiempo record, una parte del trabajo para el que iba la asociación. Visitamos a los conocidos y compramos tallas, máscaras, bronces, bisutería… y todo lo producido allí que pudiera venderse luego en la tienda de Angata en Madrid. Dinero a cambio de trabajo, no caridad. También reparto de preservativos para sensibilizar sobre el Sida entre colectivos de riesgo con los que ya habían trabajado otras veces. Fueron días intensos, aunque hubo tiempo para recorrer en piragua, a remo y pértiga, el río Bani y el Niger, aunque no muy lejos de Mopti ya que la situación no estaba para alejarse mucho y tampoco teníamos tiempo para ello.




Pluvial Pluvianus aegyptius César María Aguilar Gómez
El entorno de Mopti son humedales y campos de arroz. El Niger forma a partir de esa población un gran delta interior con muchos cuerpos de agua diseminados. Desafortunadamente esas zonas ya no eran seguras de visitar. Entre las aves que pude ver en aquel recorrido estaban martines pescadores píos (Ceryle rudis) garcillas cangrejeras (Ardeola ralloides), avefrías espinosa (Vanellus spinosus) o pluviales (Pluvianus aegyptius). Los comerciantes nos entregaron dos anillas de aves recuperadas allí, una resultó ser una Pagaza piquirroja (Sterna caspia) anillada en el 2002 en Finlandia y la otra una Cigüeña blanca (Ciconia ciconia) de Portugal del 2006. Aves anilladas a 5639 y 5560 kilómetros respectivamente. ¡Esos sí que son viajes! 


Pastores y artesanos peul. César María Aguilar Gómez.
Pero un recorrido por el Bani y el Niger es también para ver la actividad y la variedad de formas de vida que se da en torno al río. Por allí estaban los bozos, pescadores nómadas, atrapando con redes los cardúmenes de peces concentrados por el estiaje. En la orilla sus mujeres los ahumaban y secaban para conservarlos. Junto a ellos los pastores nómadas peul, con sus chozas circulares, que son los que proporcionan los excrementos secos para los fuegos de los bozo en una zona con escasez de leña. O las estampas de los astilleros de piraguas junto al río. Algunas ya estaban “matriculadas” con fecha 2014 nada más empezar el año, tal y como se veía en las que acababan de pintar.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Transahara 7 (2013-14) Mali, Bamako-Mopti

Toco Tockus erythrorhynchus. C.M. Aguilar Gómez.
El paisaje de la “brousse” que vimos el primer día de Mali nos acompañaría durante toda nuestra estancia en el país. Entre Bamako y Mopti empezaron a verse más palmeras de hojas grandes del género Borassus y con ellas los vencejos palmeros africanos (Cypsiurus parvus). Entre las aves “gordas” que se cruzaban delante de la furgoneta estaban los coloridos loritos senegaleses (Poicephalus senegalus), las ruidosas cotorras de Kramer (Psittacula krameri) y los tocos con su vuelo ondulante. De estos últimos veíamos dos especies, el toco piquinegro (Tockus nasutus) y el toco piquirrojo (Tockus erythrorhynchus) mucho más abundante.





Panales (Izda.) y colmenas (Drcha.). C.M. Aguilar Gómez.
En algunos árboles veía unas estructuras tubulares colgadas a cierta altura. Al final pude ver que se trataba de curiosas colmenas construidas con haces de fibras trenzadas. Tenían un aspecto similar a las colmenas de cañas y estiércol que se hacían de forma tradicional en La Rioja, solo que éstas cerrando el haz por uno de los lados por el que las cuelgan. Las abejas de Mali, a las que iban dirigidas las colmenas, hacían sus panales en las grietas de algunos baobabs. Pude ver panales de enjambres silvestres en el hueco del tronco de un gran árbol. Junto a panales así situaban las colmenas y, en una ocasión, hasta vi un grupo de abejas enjambradas a la entrada de una de ellas.




Escenas de carretera a Segou. César María Aguilar Gómez.
La carretera hacia Mopti se convirtió en un “dolor” y cada vez aparecieron más agujeros en el asfalto, así que condujimos tramos con una rueda en la cuneta de tierra para evitar los baches. Y eso que en muchas de las carreteras de Mali pagas un peaje como si entraras a una autopista. A veces por nada pues, a pesar de ello, siguen estando agujereadas. Los tramos en reparación nos obligaron también a circular por pistas laterales tragando el “polvo rojo de la tierra de los hombres negros”. De camino a Mopti paramos en Segou, la antigua capital del imperio bambara que se extendió por esta región en torno al río Niger.




Palmeras (Borassus sp) y karité (Vitellaria paradoxa)
Con el desgaste de las malas carreteras tuvimos la segunda rotura del viaje, una amortiguación, aunque pudimos seguir con cuidado hasta el día siguiente. Camino a Mopti hicimos noche entre rastrojos de campos de mijo y árboles dispersos en la “brousse”. A veces el aprovechamiento del campo me recordaba al de una dehesa mediterránea ya que el paisaje mantenía una importante cobertura arbórea a pesar de ser cultivado en la época de lluvias. Algunos de los árboles que podía ver eran mangos, especialmente junto a los pueblos, aunque en ese momento sin frutos.


 



Gran termitero. Foto: César María Aguilar Gómez.
Otras especies que podía reconocer en aquel paisaje eran los árboles de karité (Vitellaria paradoxa), una especie con nueces de la que obtienen algo parecido a una mantequilla. Un arbusto muy característico allí era el llamado Guiera senegalensis con unos ramilletes de semillas emplumadas. Otra novedad en el paisaje fueron los termiteros de varios metros de altura y, puntualmente en las zonas quemadas, otros pequeños con forma de hongo. En algunos de esos grandes termiteros veía la base horadada a azadonazos, después supe que aquella tierra procesada por las termitas era la preferida para la alfarería.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Transahara 6 (2013-14) Mali, Nioro-Bamako

Patio gendarmería Nioro. César María Aguilar Gómez.
Nunca pensamos que cruzar a Mali iba a ser tan complicado. Mali fue un país con policía corrupta a comienzos de los noventa, así lo recordaba Nines de cuando estuvo por primera vez en él. Luego se normalizó y el turismo comenzó a llegar, y ha sido de este modo hasta hace bien poco. Ya no. Aprovechando la excusa del conflicto en el norte del país, la gendarmería, la policía y la aduana de la frontera de Gogui-Nioro se empeñaron en ponernos escolta militar a todos los extranjeros que íbamos a Bamako, incluso más allá. Y cobrarnos por ello, ¡claro! Nos retiraron el pasaporte y no nos dejaron marchar sin uno o dos tipos armados que tuvimos que alojar en el vehículo.




Amaranta Lagonosticta senegala C.M. Aguilar Gómez.
No era algo opcional y de eso nada nos advirtieron en la embajada de Mali al solicitar el visado turístico. Según ese visado podíamos movernos libremente por el país, pero no fue así en la práctica. El 1 enero de 2014, cuando nosotros tratamos de entrar en Mali, el conflicto armado había estado meses atrás en el Gran Norte, realmente lejos de donde nos encontrábamos. A Tombuctú, Gao o Kidal estaba claro que ni acercarse, pero la ruta entre Nioro y Bamako para nada podía considerarse insegura. El país es enorme y nada tiene que ver una zona con la otra. Los gendarmes lo saben, pero tratan de meter miedo inventando supuestos secuestros en las proximidades de la zona para que pagues la escolta.



Erizo Atelerix albiventris. César María Aguilar Gómez.
La prueba más evidente de que era una “mordida” fue que cuando les pedimos un resguardo por dicho pago, algo normal en cualquier tasa, nos “sugirieron” que podían devolvernos a la frontera de Mauritania si persistíamos en esa actitud. Al final, tuvimos que perder todo el día de burocracia en la frontera y, encima, a media tarde se negaron a escoltarnos ese día hasta Bamako. Tuvimos que pasar la tarde y la noche en el patio de la gendarmería sin poder salir ni siquiera a comprar pan al pueblo. Y todo para incrementar nuestra inseguridad, para que pagáramos de buena gana la escolta que nos obligaban. No quedó otro remedio, fue un “secuestro legal” en toda regla.





La "brousse" y el autobús rumano. C.M. Aguilar Gómez.
Mirándolo por el lado bueno, y con el “síndrome de Estocolmo”, allí echamos unas risas con la gente de los otros dos vehículos a los que hicieron lo mismo, un rumano que había cruzado toda Europa con un autobús recalentado y un barcelonés con su amigo africano que bajaban a Ghana a montar un negocio. También vi un ave nueva que a partir de ahí sería muy común, la amaranta senegalesa (Lagonosticta senegala) y, a la noche, una especie de erizo (Atelerix albiventris). Al día siguiente más retraso. No nos llevaron hacia Bamako hasta última hora de la mañana. En ese recorrido el paisaje fue haciéndose más arbolado, con arbustos y pastos dorados de gramíneas agostadas.



 

Graneros en el camino. César María Aguilar Gómez.
Entramos en las sabanas sudanesas, lo que allí llaman la “brousse”. Aparecieron los primeros baobabs (Adansonia digitata) y también unos árboles sin hojas con unas llamativas flores anaranjadas en las puntas (Bombax costatum). Las aldeas también cambiaron. Comenzaron las casas de barro, chozas circulares y graneros con techos de paja. Un poco antes de llegar a Bamako recuperamos nuestros pasaportes y nos libramos de los tipos armados que iban en los otros vehículos del convoy. Entramos a la ciudad de noche y dormimos en La Maison des Jeunes. Los murciélagos frugívoros junto al Niger nos dieron la bienvenida, ya estábamos en el corazón del África negra.


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