viernes, 5 de septiembre de 2014

Transahara 6 (2013-14) Mali, Nioro-Bamako

Patio gendarmería Nioro. César María Aguilar Gómez.
Nunca pensamos que cruzar a Mali iba a ser tan complicado. Mali fue un país con policía corrupta a comienzos de los noventa, así lo recordaba Nines de cuando estuvo por primera vez en él. Luego se normalizó y el turismo comenzó a llegar, y ha sido de este modo hasta hace bien poco. Ya no. Aprovechando la excusa del conflicto en el norte del país, la gendarmería, la policía y la aduana de la frontera de Gogui-Nioro se empeñaron en ponernos escolta militar a todos los extranjeros que íbamos a Bamako, incluso más allá. Y cobrarnos por ello, ¡claro! Nos retiraron el pasaporte y no nos dejaron marchar sin uno o dos tipos armados que tuvimos que alojar en el vehículo.




Amaranta Lagonosticta senegala C.M. Aguilar Gómez.
No era algo opcional y de eso nada nos advirtieron en la embajada de Mali al solicitar el visado turístico. Según ese visado podíamos movernos libremente por el país, pero no fue así en la práctica. El 1 enero de 2014, cuando nosotros tratamos de entrar en Mali, el conflicto armado había estado meses atrás en el Gran Norte, realmente lejos de donde nos encontrábamos. A Tombuctú, Gao o Kidal estaba claro que ni acercarse, pero la ruta entre Nioro y Bamako para nada podía considerarse insegura. El país es enorme y nada tiene que ver una zona con la otra. Los gendarmes lo saben, pero tratan de meter miedo inventando supuestos secuestros en las proximidades de la zona para que pagues la escolta.



Erizo Atelerix albiventris. César María Aguilar Gómez.
La prueba más evidente de que era una “mordida” fue que cuando les pedimos un resguardo por dicho pago, algo normal en cualquier tasa, nos “sugirieron” que podían devolvernos a la frontera de Mauritania si persistíamos en esa actitud. Al final, tuvimos que perder todo el día de burocracia en la frontera y, encima, a media tarde se negaron a escoltarnos ese día hasta Bamako. Tuvimos que pasar la tarde y la noche en el patio de la gendarmería sin poder salir ni siquiera a comprar pan al pueblo. Y todo para incrementar nuestra inseguridad, para que pagáramos de buena gana la escolta que nos obligaban. No quedó otro remedio, fue un “secuestro legal” en toda regla.





La "brousse" y el autobús rumano. C.M. Aguilar Gómez.
Mirándolo por el lado bueno, y con el “síndrome de Estocolmo”, allí echamos unas risas con la gente de los otros dos vehículos a los que hicieron lo mismo, un rumano que había cruzado toda Europa con un autobús recalentado y un barcelonés con su amigo africano que bajaban a Ghana a montar un negocio. También vi un ave nueva que a partir de ahí sería muy común, la amaranta senegalesa (Lagonosticta senegala) y, a la noche, una especie de erizo (Atelerix albiventris). Al día siguiente más retraso. No nos llevaron hacia Bamako hasta última hora de la mañana. En ese recorrido el paisaje fue haciéndose más arbolado, con arbustos y pastos dorados de gramíneas agostadas.



 

Graneros en el camino. César María Aguilar Gómez.
Entramos en las sabanas sudanesas, lo que allí llaman la “brousse”. Aparecieron los primeros baobabs (Adansonia digitata) y también unos árboles sin hojas con unas llamativas flores anaranjadas en las puntas (Bombax costatum). Las aldeas también cambiaron. Comenzaron las casas de barro, chozas circulares y graneros con techos de paja. Un poco antes de llegar a Bamako recuperamos nuestros pasaportes y nos libramos de los tipos armados que iban en los otros vehículos del convoy. Entramos a la ciudad de noche y dormimos en La Maison des Jeunes. Los murciélagos frugívoros junto al Niger nos dieron la bienvenida, ya estábamos en el corazón del África negra.

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