lunes, 29 de agosto de 2011

Perú 43 (2011) Regreso al albergue Humboldt

Trayecto Tarapoto-Puerto Bermudez
Tras pasar unos días con la gente de la concesión de Ojos de Agua se me acababa el tiempo de mi estancia en Perú y no quería dejar de visitar el albergue Humboldt en Puerto Bermúdez. El recorrido lógico desde donde me encontraba sería haber continuado la carretera marginal de la selva hacia el sur. Sin embargo calculé que para llegar hasta allí podía tardar aproximadamente cuatro días por tierra. Esa carretera es desaconsejable hacerla en autobuses nocturnos ya que su alejamiento de grandes poblaciones hace que con cierta periodicidad se produzcan asaltos. Además en época de lluvias suele haber desprendimientos en algunos tramos y otros no están asfaltados por lo que no era una buena opción. Contra cualquier lógica, salía mejor coger un avión a Lima, de ahí cruzar los Andes por el puerto de Ticlio de Anticona a 4.850 metros y bajar luego a través de la ceja de selva hacia el río Pichis. En día y medio estaría en Puerto Bermúdez.



Río Pichis en Puerto Bermúdez. C.M. Aguilar Gómez.
Este recorrido era viable y seguro de hacer por la noche, además ya lo conocía de la vez anterior. Aunque incómodo, por el último tramo de pista de tierra, era la forma más predecible de llegar a Bermúdez. La verdad es que tras las idas y venidas por el norte del Perú tenía ganas de quedarme en un sitio a descansar y disfrutar relajadamente del trópico y sus hamacas. Le escribí a Jesús López de Dicastillo, el navarro que lleva el albergue Humboldt que ya conociéramos el año pasado y me fui  para allí. El pasado año, cuando estuvimos Iratxe y yo, Jesús nos “secuestró” a base de contarnos historias de sus viajes y de sus años en Puerto Bermúdez, un puro disfrute. Yo pensé que esas historias tenían potencial para ser recogidas y luego ya vería que hacer con ellas y como darles forma.


Jesús López de Dicastillo. Foto del albergue
El personaje y la situación me recordaron entonces, en cierto modo, a la de un libro de Manu Leguineche que hizo sobre un viejo aragonés que se había retirado a vivir al Amazonas boliviano. Un tipo bien curioso, de Monzón, anarquista y que se había creado una “república” a su medida en la selva. El libro se llama “El precio del paraíso. De un campo de exterminio al Amazonas” (Espasa Calpe, S.A. Madrid. 1995. ISBN 84-239-724-2) ya que además era uno de los pocos supervivientes del campo de exterminio nazi Mauthausen. Bueno, esa parte no es la que me recordaba a Jesús, pero sí su planteamiento crítico e iconoclasta y el de una retirada a la selva pero a la vez muy  interesado por el curso de los acontecimientos y la historia. Hasta la presencia física coincidía en ambos. El caso es que me hice con una grabadora que le compré a una de las voluntarias de NPC cuando terminó sus trabajos y le pregunté por el asunto de las grabaciones a Jesús.


Hamacas y lecturas. C.M. Aguilar Gómez.
“Sin ningún problema eso que me cuentas me parece de puta madre”. Pero luego la cosa no fue así, aunque en cierto modo no me sorprendió. Jesús esta vez tenía ganas de contar historias, pero no las de sus viajes y aventuras por Sudamérica, que eran las que yo esperaba, sino otras más del día a día por Puerto Bermúdez. Aun así, como le insistí, grabamos algunas sobre viajes pero pocas, ya no fluía como el pasado año. En realidad no estaba haciendo ningún reportaje ni mucho menos, así que deje el tema aparcado y me dediqué a “asaltarle” la biblioteca, a intercambiar reseñas y libros, a charlar mucho y a ejercer de panadero del albergue. También intenté hacerme pasar por “ajedrecista”, pero me “pilló” rápido y cuando vio el nivel que yo gastaba al tablero lo dejamos a tiempo. Fue un plan tranquilo, intercalado con alguna salida de naturaleza por los alrededores. Desde luego el albergue es un lugar altamente recomendable, su ubicación, sus jardines, su propietario, su biblioteca, sus cenas y las posibilidades para visitar selvas altas y bajas de los alrededores, indios ashaninkas incluidos. El que esté fuera de las rutas habituales del país hace que poco del turismo convencional que inundan otras zonas del Perú llegue allí. Pero en trece años de funcionamiento del albergue el boca a boca ha funcionado así que es destino habitual de mochileros, viajeros y gente interesante. El esfuerzo de ir vale mucho la pena.

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