sábado, 11 de agosto de 2012

Grecia 7 (2009) Naturaleza en Meteora

Amanece en Meteora, luz irreal. Foto: C. Aguilar
El laberinto de formaciones rocosas de Meteora está inmerso en un bosque frondoso y húmedo de una especie bien curiosa, los plátanos de sombra (Platanus orientalis). Esta especie es un pariente de los árboles que plantamos en parques y jardines en España y que llamamos igual pero que en jardinería son la especie Platanus occidentalis o híbridos de ambas especies. Andando entre los cortados de Meteora también pudimos ver una pareja de alimoches (Neophron percnopterus) y otra de cigüeñas negras (Ciconia nigra). Parece raro no ver ni un buitre con tanto cortado como hay, pero es que en Grecia es una especie bastante escasa. En la Península Ibérica nos hemos acostumbrado a su abundancia y es ciertamente un lujo que ya quisieran para sí otras muchas regiones.



Collados y torres de conglomerados. C. Aguilar
En uno de los recorridos por los senderos comenzamos a oler fuerte a podrido como si hubiera una carroña cerca. Mirando y mirando di con el origen del “pestazo”, una tremenda flor de la familia de las calas y de los aros comunes (Arum italicum), esos con frutos rojos venenosos que de pequeños nos decían que eran alimento de culebras para que no nos acercáramos. La flor en cuestión es Dracunculus vulgaris, una versión gigante de un Arum pero en color púrpura. Al igual que esa planta, es polinizada por unas moscas a las que atrae por el olor y que luego “secuestra” durante un día en su interior. Durante el secuestro la planta hace una maduración de flores masculinas y femeninas a distinto tiempo, evitando su autofecundación y usando al insecto como vector para polinizar otros ejemplares.



 Dracunculus vulgaris en floración. C. Aguilar
Las moscas a las que se dirigen Dracunculus son las que visitan carroñas, de ahí el olor tan nauseabundo y el aspecto de la flor como si fueran las vísceras de un cadáver. Idéntica estrategia ha dado lugar en la misma familia a la flor más grande el mundo, la cala titán (Amorphophallus titanum) de casi tres metros y que crece en las selvas de Sumatra. Pero no era la única sorpresa de la zona. Paseando, pronto descubrimos que el lugar era impresionante para tortugas terrestres como la tortuga marginada (Testudo marginata). Después de ver a reptiles de este tipo en secarrales de Marruecos y montes mediterráneos de Turquía, me costaba imaginarlos en un sitio tan frondoso como este. 




Tortuga marginada (Testudo marginata). C. Aguilar
Sin embargo llegamos a ver hasta cuatro ejemplares diferentes en distintos lugares sin ir a buscarlos. Los herbazales de prados húmedos entre el bosque de plátanos parecían unos buenos hábitats. En general Meteora fue uno de los sitios que más ganas tenía de visitar al planificar el viaje. Conocí su existencia en el libro de Pipe Sarmiento "Por las costas del Mundo" de 1994 (ISBN 84-605-0929-X) que recoge los recorridos en furgoneta de este bilbaino en los años setenta por Europa y algo de África. Aún con las muchas expectativas que le había puesto, más de tres décadas después el lugar no me defraudó, lo que no siempre se puede decir de todos los destinos idealizados.

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