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Roca solitaria entre el bosque. C.M. Aguilar Gómez. |
La roca de Sigiriya y su entorno es uno de los lugares que más me gustó del viaje a la isla. El lugar es mágico, en medio de una extensa llanura arbolada se levanta una roca panzuda de más de trescientos metros. Parece que su origen geológico tiene que ver con un tipo de "tapón" de magma endurecido de un antiguo volcán. El resto de la roca del entorno se habría erosionado con el paso de los años y nada queda ya de aquel suceso más que el tapón de magma de Sigiriya. Aunque nos pueda parecer extraño este origen, no lo es y muchas formaciones de rocas picudas en zonas de rocas volcánicas tienen un origen similar.
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Frescos del siglo V en Sigiriya. C.M. Aguilar Gómez. |
Como ejemplos están los “roques” de las islas canarias, entre ellos las rocas tiesas que aparecían en los antiguos billetes de mil pesetas, los de las Cañadas del Teide ¿recordáis? Otro ejemplo más fácil, el arrecife de Las Sirenas en el mirador del Cabo de Gata. Pero volviendo a la roca de Sigiriya, la aldea y el entorno que la rodea alberga infraestructuras de alojamiento suficientes pero discretas, algo que no es siempre así, más en un lugar con tanto atractivo turístico. Espero que se mantenga de ese modo mucho tiempo. Antes de llegar a la base de la roca hay un conjunto de piscinas y restos arqueológicos rodeados por un foso restaurado que ya te dan una idea de que el lugar estuvo habitado desde antiguo y a lo grande, no solo la cima de la roca.
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Garras de león en la subida. Foto: C.M. Aguilar Gómez. |
Para llegar a la cima hay que subir un buen número de escaleras pero ya a media altura hay un lugar que lo compensa con creces. Se trata de unos extraplomos con unos frescos de mujeres con el torso desnudo que datan del siglo V. La roca ha estado ocupada por diferentes comunidades budistas desde antiguo, al menos desde s III antes de Cristo, aunque abandonaron el lugar hacia el s XIV. Subiendo por los cortados pude ver un par de halcones peregrinos (Falco peregrinus) agrediéndose en vuelo, en un primer momento dude de que eran. La subespecie presente en Sri Lanka, peregrinator, tiene el pecho muy naranja y cuando los vi contrastaba mucho ese pecho con las patas amarillas, una coloración muy llamativa para un peregrino.
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Yacimiento y vistas desde la cima. C.M. Aguilar Gómez. |
Volando también por el cortado pude ver vencejos moros (Apus affinis), de modo que no había tiempo para aburrirse entre tanto escalón. Pero la subida aguarda una de sus principales sorpresas arqueológicas cerca de la cima. En el último nivel, antes de subir a la cima, encuentras los pies de lo que fue la escultura de un gran león hecho con ladrillos, ¡solo ver las garras sobrecoge! Las vistas del bosque seco desde arriba, con una llanura salpicada de humedales llenos de nenúfares no tiene precio. Además, toda la cumbre está llena de recintos construidos con ladrillo y enormes piscinas o aljibes. Se dice que son las ruinas de un palacio que hubo allí, aunque no parece que esté del todo claro si fue así o solo es parte del apogeo monástico al que llegó la zona.
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Calamones Porphyrio porphyrio. C.M. Aguilar Gómez. |
De vuelta, y a los pies de Sigiriya, el entorno es un buen lugar para ver bastantes aves, macacos (Macaca sinica) y langures grises (Semnopithecus prima). Allí pude observar al monarca colilargo asiático (Terpsiphone paradisi) de un grupo de aves con gran encanto. La pequeña laguna colmatada de nenúfares que hay junto a la aldea de Sigiriya era un buen lugar para ver anátidas como el suirirí de Java (Dendrocyna javanica) o el gansito asiático (Nettapus coromandelianus), la preciosa jacana colilarga (Hydrophasianus chirurgus) o el gran número de calamones (Porphyrio porphyrio) que salían a última hora de la tarde a comer a las orillas.
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