jueves, 8 de septiembre de 2016

La reserva de los sotos de Alfaro desde el agua 1

Ebro en el Soto del Tamarigal. C.M. Aguilar Gómez.
Acostumbro a recorrer el río Ebro en kayak, solo o con amigos, desde hace años. Son trayectos de un día de duración en los que busco acercarme a los atractivos naturales que un río como el Ebro ofrece en abundancia. En ese sentido estoy en las antípodas del deporte.

De primavera a otoño veo pasar por las orillas garzas reales, cormoranes, milanos negros, andarríos chicos o aviones zapadores según el día. Pero no solo aves, el río también está poblado de zapateros que caminan sobre las aguas o libélulas que hacen sus puestas entre la vegetación flotante. Y, a veces, cuento algo de lo que veo en esos recorridos por este blog. 




Odonatos haciendo la puesta. C.M. Aguilar Gómez.
Escribiendo un blog no sabes realmente a quien llega lo que cuentas, hay que decir que este formato tiene entre poco y nada feedback, a diferencia de un medio como Facebook. Así, tampoco calibras el interés que puedan tener tus historias. El caso es que hace unos meses algo cambió. A los educadores ambientales que llevan la interpretación de la Reserva Natural de los Sotos del Ebro en Alfaro les había interesado mi visión del río y me hicieron una propuesta. 

La reserva se interpreta habitualmente desde las orillas, con escolares y visitantes en fin de semana, pero… ¿qué tal enseñar el río que yo contaba desde el agua? Y así quedé en preparar una ruta para el pasado 3 de septiembre en Alfaro.



Con una nueva perspectiva del Ebro C.M. Aguilar Gómez
Como la actividad no consistía en aprender a manejar un kayak resolvieron mover por el río a los participantes en dos balsas de rafting a las que guiaba con mi kayak. Hay que decir que el Ebro en verano tiene poca corriente y cualquier parecido con un rafting de turismo activo es pura coincidencia. No era, desde luego, una actividad para emociones fuertes al uso. Sí para emocionarse, pero sin adrenalina.

En el Ebro solo es necesario remar para dirigir la balsa a la dirección deseada, en esta ocasión a la orilla adecuada o para remontar algún meandro lateral. Sin apenas remar, uno se desplaza por el agua lenta y suavemente. En silencio. Y en eso está el encanto.



Ruta R.N. Sotos del Ebro en Alfaro 3 Septiembre.
Con esa actitud fui mostrando a los participantes todo lo que el río quiso enseñarnos ese día. Y fue mucho. El recorrido no llegó a 4 kilómetros desde el meandro del Estajao al puente de Castejón, a lo que dedicamos más de 3 horas. Un ritmo de caracol, el que me gusta cuando estoy en el Ebro.

Nada más empezar, en El Sotillo nos topamos con varias águilas calzadas. Primero las oímos chillar y luego las vimos en el cielo ya que en esta época están en paso migratorio y son muy notorias. Además, aún quedan por la ribera los jóvenes que han nacido este verano en los nidos que se pueden ver en la ribera.



Joven de águila calzada. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
Muchas de las plataformas que se ven en chopos y álamos son de milanos negros, más abundantes que las águilas calzadas en el Ebro, pero estos ya habían dejado la zona en esas fechas y no vimos ninguno.

El momento más especial llegó cuando un joven de águila calzada, confiado, se posó en una rama cercana a la orilla donde estábamos. Encima nuestro. Y ahí se dejó observar ante la mirada atónita de todos. Eso no ocurre todos los días, o al menos no se ven tan confiadas, pero la actitud del grupo hizo mucho. Silencio completo. Al cabo de un rato, alguien en las filas de una de las balsas comentó “Ya solo por esto habría merecido la pena”. Y estaba en lo cierto.

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