Barcos en el fiordo Milford. Foto: C.M. Aguilar Gómez. |
El embarque para visitar el fiordo se hace en el puerto de Milford Sound, desde el que salen numerosos ferrys a recorren sus 16 kilómetros en un decorado de dimensiones XXL. No eres consciente de su tamaño hasta que ves otros barcos en ese escenario. Tu barco, entonces, es del tamaño de una hormiga en el paisaje.
Cascada en el fiordo Mildford. C.M. Aguilar Gómez. |
Las montañas circundantes presentan neveros, glaciares y ríos que desaguan enormes caudales al fiordo. Abundan las cascadas y sus aguas se precipitan por valles colgados que modeló el hielo de los glaciares. Dicen que cuando llueve, como aquí acostumbra, el agua rezuma por todas las paredes. Entonces, torrentes temporales surgen por momentos de cualquier sitio y se suman, desbocados, a una orgía de agua en caída libre que recorre todo el fiordo.
Lobo marino Arctocephalus forsteri C.M. Aguilar Gómez |
Pero el ave que cualquier observador de aves espera ver aquí es el pingüino de Fiordland (Eudyptes pachyrhynchus). Se trata de un endemismo, no solo de Nueva Zelanda, sino de una parte pequeña de este parque nacional. Toda su distribución mundial son unos pocos fiordos de esta costa, a los que acude a criar.
Practicando kayak con Iratxe. Foto: César Mª Aguilar. |
Afortunadamente, en el regreso a Milford Sound, pude ver a varios de estos exclusivos pingüinos de pie en la orilla, aunque a gran distancia. Algo es algo.
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