Renos pastoreados en el norte. C.M. Aguilar Gómez. |
El paisaje boscoso tenía cada vez menos claros para la agricultura y una apariencia más salvaje. El primer día cruzamos el círculo polar ártico, un lugar que allí es la excusa para montar tiendas y comercios a pie de carretera relacionados con la figura de Santa Claus.
Sebas y Diego en Petkula. C.M. Aguilar Gómez. |
De paso por la Laponia finlandesa, dormimos en el camping de Ivalo, en un par de cabañas de madera. A esa latitud, la incipiente primavera que habíamos visto en el sur y centro del país había cambiado ya por un tiempo de perros y había que administrar bien los minutos que uno dejaba las manos expuestas a la intemperie al manejar los telescopios.
Abedules aún sin brotar. C.M. Aguilar Gómez. |
Si eso no fue buena suerte, no se que otra cosa puede serlo. Allí, en la inmensidad del bosque, un bicho nocturno como aquel que tanto nos había costado encontrar en Oulu. De no haber sido por aquellas pequeñas aves nos habría pasado desapercibida.
Pechiazul (Cyanecula svecica). C.M. Aguilar Gómez. |
En el suelo abundaban arbustos rastreros con bayas maduras, entre ellas los frutos rojos de los arándanos (Vaccinium vitis-idaea) y los negros de una especie de camarina (Empetrum nigrum).
Camarina (Empetrum nigrum). C.M. Aguilar Gómez. |
Tras un par de días de conducción llegamos a la frontera con Noruega donde, contrariamente a lo que creíamos, no encontramos ningún puesto ni aduana para cambiar de país. Así, al final del segundo día de viaje nos plantamos al fondo del fiordo de Varanger, una de las mecas de nuestro viaje ornitológico.
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