Faro en el fiordo Varanger. Foto: C.M. Aguilar Gómez. |
El fiordo Varanger se presentó con un quietud extraña, con sus aguas como una balsa de aceite. Dicen de él que no es un verdadero fiordo, que en sus orillas no aparecen las huellas del modelado glaciar, esos abruptos cortados tan característicos de los fiordos. Sus 100 km de longitud, a diferencia de lo que ocurre en otros fiordos de la zona, se orientan hacia el este y no hacia el norte. De ahí que actúe como un refugio frente a los temporales del norte.
Eider menor (P. stelleri) y común. Foto: Óscar Gutiérrez |
En las aguas del fiordo disfrutamos de numerosos limícolas y patos marinos, entre ellos del eider común (Somateria mollissima) y del eider menor (Polysticta stelleri). Para esta última especie, Varanger es el único lugar de Europa donde es posible verlo, antes de que regrese a criar al este.
En los secaderos de bacalao. Foto: Diego Benavides. |
En los alrededores de Vestre Jakobselv pudimos ver los pintorescos secaderos de bacalao, habituales también en otras zonas costeras de Noruega. El bacalao es otro de los animales que tienen mucho que agradecer a la corriente del golfo. Las capturas se dejan secar al sol y al viento en unas estructuras de madera que constituyen un sistema barato y práctico sin recurrir al salado.
Puerto Vestre Jakobselv. Foto: C.M. Aguilar Gómez. |
En junio las luces de tarde parecían eternas. El sol se posaba en el horizonte despacio, sin llegar a ocultarse y, al cabo de unas horas, volvía a salir de nuevo. Sentir el ambiente irreal del sol de medianoche es algo que no se olvida fácilmente.
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