domingo, 20 de junio de 2021

El Ebro amazónico

(Texto y fotos traídos del muro de mi Facebook personal. Publicado el 20 junio 2021)

Hay días en los que el Ebro se viste de río amazónico. Sus aguas bajan espesas, arcillosas, fecundas, casi del color del lomo de un ruiseñor. Un pez grande, flotando, muerto, hinchado, en una orilla recuerda a uno de esos bagres migratorios que recorren las arterias de aquel continente, pero no, este es un siluro. Tripa arriba. Uno menos. Los zapateros pasan junto a él con absoluta indiferencia.

Sobre la turbidez del río el blanco de la cigüeña y de la garceta es un destello de luz que llama a mirar. Por el contrario, hoy la garza imperial se mimetiza mejor. Los dorados de su plumaje se confunden con el agua en un recodo donde el caudal se remansa. Allí, tímida como siempre, acecha a los peces sin quitar ojo al movimiento de la gente que pasea por el parque junto a ella.

Hoy la ribera se muestra exuberante. En junio siembre bulle de vida. Sobre los chopos trepan vides asilvestradas cuyas flores ya han empezado a granar. Para septiembre racimos de uvas. Las clématides están que se suben por las ramas. Uno no espera menos de una liana mediterránea. Buscan la luz que la sombra de chopos y alisos les niegan y que han de ganarse como primeros de cordada en su expedición a las alturas. Al llegar a la cima ofrecen sus blancas flores estrelladas a los insectos que pululan buscando su néctar como adictos al azúcar.

La espesura del soto es un lugar ruidoso. Las palomas torcaces tan pronto te observan inexpresivas sin saber cómo reaccionar, como se sobresaltan de forma aparatosa dejando tras de sí el sonido de un fuerte aplauso atropellado. Así, aplauso tras aplauso, uno nunca pierde su ruidosa compañía en toda la mañana.
Pero no todas las aves son tan visibles. Al pájaro moscón es imposible verlo, pero su lastimero reclamo lo delata en una orilla donde predominan los álamos blancos. A la oropéndola la vengo oyendo toda la mañana: fuerte, melodiosa, oculta. Solo en una ocasión descubro su destello amarillo y negro al ver un ejemplar que vuela, ondulante, de orilla a orilla. Visto y no visto. De inmediato se sumerge en la copa de un fresno y desaparece engullida por su follaje.

Las pequeñas aves no lo ponen fácil al observador. La curruca capirotada no para de cantar, pero apenas cruza un par de veces delante de mi. Un carricero común pone más energía en el canto que un jotero venido arriba en las fiestas de la vendimia. Pero ni por esas logro verlo. Por un momento algo se ha movido entre los carrizos de la orilla, pero no, este es un cetia ruiseñor saltando de un sitio a otro. Por si me quedaba alguna duda me ha arrojado su estrofa con desdén: “Eh, tú. Vete, vete, vete”.

Con el que no contaba hoy era con el torcecuello, uno de los pájaros carpinteros más discretos de la ribera. Cuando llegan en primavera se desgañitan a cantar y, aunque no los ves, se detectan fácilmente de este modo. Ahora raramente lo hacen. En junio su vida discurre en el anonimato. Sin embargo, hoy había dos ejemplares con hambre de hormigas y han salido, voraces, a comerlas sin miramientos al sendero que yo seguía. Por suerte, el sendero estaba poco transitado, la gente andaba atenta a un Triatlón, o algo así, que se celebraba en el parque Ebro. Distracciones menores.

Aguas cargadas de sedimentos, tras una semana de lluvias, en el tramo del Ebro en Logroño entre la pasarela y el puente de hierro. Foto: César María Aguilar Gómez.

Aguas cargadas de sedimentos en el Ebro en Logroño. Puente de piedra. Foto: César María Aguilar Gómez.

Siluro (Silurus glanis) de gran tamaño, muerto, flotando en el Ebro. Especie de procedencia centroeuropea, exótica en este río, introducida de forma ilegal y que se comporta como invasora y está en expansión. En la comunidad de peces del Ebro, de forma natural, no había grandes peces predadores de este tamaño. Foto: César María Aguilar Gómez.

Zapatero (Gerris sp) una chinche acuática que camina por la superficie del agua aprovechando la tensión superficial que se produce en ella y que no rompe. Foto: César María Aguilar Gómez.

Garceta común (Egretta garzetta) apostada en un posadero. Foto: César María Aguilar Gómez.

Cigüeña (Ciconia ciconia) y garceta común (Egretta garzetta) compartiendo la mejor zona para vadear el río y tratar de pescar algo. Foto: César María Aguilar Gómez.

Garceta común (Egretta garzetta) con el cuello dispuesto para el lance a la menor oportunidad. Foto: César María Aguilar Gómez.

Viejos álamos blancos (Populus alba) con hiedra (Hedera helix) trepando sobre sus troncos. Foto: César María Aguilar Gómez.

Vides (Vitis vinifera) asilvetradas en la ribera. Foto: César María Aguilar Gómez.

Ramilletes de flores de la trepadora clemátide (Clematis vitalba). Foto: César María Aguilar Gómez.

La mirada indiferente e inexpresiva de una paloma torcaz (Columba palumbus). Foto: César María Aguilar Gómez.

Ruiseñor común (Luscinia megarhynchos) más fácil de oír que de ver. La alegría de las riberas en verano. Foto: César María Aguilar Gómez.

Torcecuello euroasiático (Jynx torquilla), discreto y mimetizado. Una sorpresa dar con él en el suelo. Foto: César María Aguilar Gómez.

2 comentarios:

  1. genial retomar estas entradas, junto con la de mayo en piragua, podemos hacer un paseo virtual contigo por estos exuberantes y poco conocidos rincones fluviales,
    agradecido con estas "postales" del Tío Matt el Viajero

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  2. Gracias Gabriel. Me alegro que recibas estas entradas del Ebro con ese entusiasmo, un río que tenemos aquí al lado, sin darse importancia, pero que da mucho de sí. Saludos.

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