Herman Melville se inspiró para su historia en los balleneros de la costa este de los EE.UU., los primeros marinos que dieron caza sistemática al cachalote. Lo que yo no sabía era que su novela tuvo otras dos fuentes de inspiración reales: un texto que relata el hundimiento de un ballenero por un cachalote, cuyos náufragos tuvieron una odisea asombrosa, y otro de un explorador antártico que narra una historia oída sobre un temido cachalote de color blanco llamado Mocha Dick.
Los textos originales de ambos relatos se presentan juntos en el libro “Siguiendo a Moby Dick”. Su lectura es sobrecogedora y me ha llevado a recordar las dos ocasiones en que he podido a acercarme físicamente a los cachalotes, una en 2001 en Andenes (Islas Lofoten, Noruega) donde necesité dos días de barco y mala mar para dar con uno de ellos y la segunda en 2015, más cerca de casa, en las aguas del Golfo de Vizcaya, cuando hallamos un ejemplar durante una salida del Grupo Ontológico de La Rioja para ver aves marinas en el mar Cantábrico.
Pero, cuidado, porque Moby Dick puede aparecer en cualquier parte. Hace unos años lo encontré varado en la cuneta de una carretera del valle del Ebro dentro de una tabla. Suerte que tenía un serrucho a mano para sacarlo de ahí. Tras ver que se desenvolvía con normalidad lo liberé en el azul marino de la pared de mi habitación.
Desde entonces, algunas noches me despierto sobresaltado escuchando un resoplido en medio de la oscuridad. Mi pareja dice que son mis propios ronquidos, pero yo sé que es mi cachalote que sube hasta el blanco del techo para coger aire y saludarme: la forma que tiene de agradecerme que lo sacara de aquella infame cuneta de carretera.
Siguiendo a Moby Dick.
Owen Chase. J.N. Reynolds. Emili Olcina (Ed).
Laertes. 2018.
ISBN: 978-84-16783-60-1
Los relatos que inspiraron a Melville. El del naufragio del Essex y la odisea de los supervivientes contada por uno de ellos, Owen Chase, angustia y estremece hasta el mareo. Desafortunadamente la ilustración que acompaña al relato de Mocha Dick en esta edición no se corresponde con un cachalote sino con una ballena franca (ver las barbas de la boca abierta).
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