sábado, 3 de diciembre de 2022

Siguiendo a Moby Dick (libro)

(Texto y fotos traídos del muro de mi Facebook personal. Publicado el 3 diciembre 2022)

Moby Dick es una de las mejores novelas del siglo XIX. Mar, viajes, naufragios y aventura de la “pesca” del cachalote, un cetáceo mucho más combativo y agresivo que la ballena franca que había sido hasta entonces el objetivo principal de la industria ballenera en el Atlántico Norte. Leerlo en días de lluvia, como los de las semanas pasadas, permite recrease en la dureza de las historias marinas.

Herman Melville se inspiró para su historia en los balleneros de la costa este de los EE.UU., los primeros marinos que dieron caza sistemática al cachalote. Lo que yo no sabía era que su novela tuvo otras dos fuentes de inspiración reales: un texto que relata el hundimiento de un ballenero por un cachalote, cuyos náufragos tuvieron una odisea asombrosa, y otro de un explorador antártico que narra una historia oída sobre un temido cachalote  de color blanco llamado Mocha Dick.

Los textos originales de ambos relatos se presentan juntos en el libro “Siguiendo a Moby Dick”. Su lectura es sobrecogedora y me ha llevado a recordar las dos ocasiones en que he podido a acercarme físicamente a los cachalotes, una en 2001 en Andenes (Islas Lofoten, Noruega) donde necesité dos días de barco y mala mar para dar con uno de ellos y la segunda en 2015, más cerca de casa, en las aguas del Golfo de Vizcaya, cuando hallamos un ejemplar durante una salida del Grupo Ontológico de La Rioja para ver aves marinas en el mar Cantábrico.

Pero, cuidado, porque Moby Dick puede aparecer en cualquier parte. Hace unos años lo encontré varado en la cuneta de una carretera del valle del Ebro dentro de una tabla. Suerte que tenía un serrucho a mano para sacarlo de ahí. Tras ver que se desenvolvía con normalidad lo liberé en el azul marino de la pared de mi habitación.

Desde entonces, algunas noches me despierto sobresaltado escuchando un resoplido en medio de la oscuridad. Mi pareja dice que son mis propios ronquidos, pero yo sé que es mi cachalote que sube hasta el blanco del techo para coger aire y saludarme: la forma que tiene de agradecerme que lo sacara de aquella infame cuneta de carretera.

Siguiendo a Moby Dick.
Owen Chase. J.N. Reynolds. Emili Olcina (Ed).
Laertes. 2018.
ISBN: 978-84-16783-60-1

Los relatos que inspiraron a Melville. El del naufragio del Essex y la odisea de los supervivientes contada por uno de ellos, Owen Chase, angustia y estremece hasta el mareo. Desafortunadamente la ilustración que acompaña al relato de Mocha Dick en esta edición no se corresponde con un cachalote sino con una ballena franca (ver las barbas de la boca abierta).

«¡Por allí resopla!». La emoción del primer encuentro con un cachalote (Physeter macrocephalus). Junio 2001. Andenes, Islas Lofoten, Noruega. Fue en el intento de la segunda jornada, cuando el mar del Norte se calmó, el primer día vomitó el pasaje completo. Yo lo hice hasta tres veces en las 4 horas de navegación.  Fotos: Escaneado casero de diapositivas. César María Aguilar Gómez.

Mi segundo encuentro con un cachalote. Golfo de Vizcaya, mar Cantábrico. Septiembre 2015. Secuencia fotográfica de la salida a superficie y de la contorsión posterior para sumergirse de cabeza hacia las profundidades dejando la cola en posición vertical durante unos segundos. Estos momentos eran los que los balleneros aprovechaban para acercarse al "Leviatán" en barcas de madera propulsadas con remos para arponearlo. Fotos: JVA.
Prueba del muy extraordinario varamiento de un cachalote atrapado dentro de una tabla de madera abandonada tierra adentro, que fue rescatado con un serrucho de mano y  liberado al azul de una pared con gran regocijo para la desdichada criatura que creyó ver el final de sus días en una vulgar cuneta de carretera. Foto: César María Aguilar Gómez.

Por muy pocos días no llegué a asistir a esta lectura de Moby Dick en la Melville Gallery del puerto de Nueva York (aunque de poco me habría enterado). Herman Melville nació en esa ciudad y los norteamericanos lo "veneran" con lecturas públicas, como esta del South Street Seaport Museum, como a su Cervantes del siglo XIX. El póster del maratón de lectura acompaña a mi Moby Dick de la pared. Foto: César María Aguilar Gómez.

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