lunes, 1 de diciembre de 2025

Brasil (2025). Iguazú, un tajo descomunal en los basaltos Paraná-Etendeka.

Cuenta el biólogo Xurso Mariño en su libro Tierra. Ciencia, aventuras y sorpresas de un viaje alrededor del mundo que el río Iguazú, antes de desembocar en el Paraná, se entretiene erosionando las capas de lava de la tarta gigante formada hace 130 millones de años en la mayor erupción volcánica de la historia del planeta.

Esos basaltos, llamados Paraná-Etendeka, se formaron al separarse África de Sudamérica por la deriva continental. De ahí que hoy puedan verse las mismas rocas a uno y otro lado del Atlántico. Del lado africano en Namibia, del americano en Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. Las cascadas de Iguazú son un corte que el agua de este río ha hecho en esas capas de roca.

 ¿Y cómo sucedió?, recurro a Xurso que lo hace de maravilla «una vez que se formó el pastel de lava inicial, éste se desfiguró un poco debido a la aparición de fallas y otros procesos geológicos (…). Algunas fallas marcaron el curso de los ríos y toda la superficie de basalto se fue erosionando». Y continúa contando que hace 1,5-2 millones de años se generó un desnivel de 70-80 m en la desembocadura del Iguazú sobre el Paraná y que, a partir de ahí la erosión remontante creó el cañón de 20 km en cuyo comienzo hay, según el caudal, entre 160 y 200 saltos. Ahí es nada.

Poco más que añadir. O sí, porque no solo se trata de uno de los mayores espectáculos naturales del mundo, sino que la selva de mata atlántica que lo rodea es otro mundo fascinante. Allí, a los lados brasileño y argentino y a una breve incursión a las ruinas de las misiones jesuíticas en el norte de Argentina dedicamos unos cuantos días del viaje de septiembre.

El río Iguazú, con un ancho de unos 200 m, discurre sobre una desgastada superficie de balsalto erosionada durante millones de años antes de toparse con el abrupto desnivel del terreno. P.N. Iguaçú, Brasil, Septiembre 2025. Foto: César María Aguilar Gómez.

Las perspectivas posibles allí son enormes ya que el río se desploma en múltiples saltos en un arco de 2700 m, la mayoría en el lado argentino. P.N. Iguazú, Argentina, Septiembre 2025. Foto: César María Aguilar Gómez.

Desde el lado brasileño se obtiene esta vista de la Garganta del Diablo, que es el nombre que recibe la cuña del barranco que traga el agua que discurre por el centro del río. P.N. Iguaçú, Brasil, Septiembre 2025. Foto: César María Aguilar Gómez.

La sorpresa del lugar, por inesperado, fue el espectáculo continuo de decenas de vencejos de cascada (Cypseloides senex) volando entre los saltos y cruzando las cortinas de agua detrás de las cuales tienen sus nidos. P.N. Iguazú, Argentina, Septiembre 2025. Foto: César María Aguilar Gómez.

El promedio histórico de caudal de agua de las cascadas es de 1,5 millones de litros por segundo, pero solo es una referencia. El 13 de octubre de 2025, solo un mes después de nuestro paso, el aforo alcanzó los 7,1 millones de litros por segundo. Salto de la Garganta del Diablo. P.N. Iguazú, Argentina, Septiembre 2025. Foto: César María Aguilar Gómez.

Hay momentos en que el aerosol de las cascadas lo inunda todo y envuelve las vistas en una niebla de gotas en suspensión. P.N. Iguazú, Argentina, Septiembre 2025. Foto: César María Aguilar Gómez.

En torno a las cascadas se extiende la exuberancia de la mata atlántica, la selva húmeda que ocupada las zonas preservadas en los parques nacionales en los lados argentino y brasileño. Sendero río San Juan. P.N. Iguazú, Argentina, Septiembre 2025. Foto: César María Aguilar Gómez.

El colorido tucán toco (Ramphastos toco), es quizás una de las aves que más directamente relacionamos con la fauna del Brasil selvático. Fue, para mi sorpresa, una especie relativamente común de observar. P.N. Iguazú, Argentina, Septiembre 2025. Foto: César María Aguilar Gómez.

Entre cascada y cascada, la vegetación muestra su exuberancia en la mata atlántica. En este caso una de esas plantas epífitas que asombrosamente logran vivir, literalmente, del aire, una Tillandsia tenuifolia.  P.N. Iguazú, Argentina, Septiembre 2025. Foto: César María Aguilar Gómez.

Otra sorpresa entre la vegetación selvática fue esta Aristolochia carnívora, con su aspecto de carne muerta, su olor fétido y un insecto, incauto, sintiéndose atraído por el engaño. P.N. Iguazú, Argentina, Septiembre 2025. Foto: César María Aguilar Gómez.

Una explosión de color la de la llamarada (Pyrostegia venusta). Su color y forma de corola son una invitación a que los colibríes la polinicen. P.N. Iguazú, Argentina, Septiembre 2025. Foto: César María Aguilar Gómez.

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