martes, 26 de abril de 2011

Perú 21 (2011) El valle de las orquídeas


Oncidium nebulosum. Foto César Aguilar
Cuando llegué a esta zona del Alto Mayo apenas sabía nada de orquídeas pero todo el mundo hablaba de ellas. En Moyobamba se celebra cada año un festival sobre orquídeas bastante conocido a nivel regional, hay varios orquidiarios en la localidad y a la entrada puedes ver una gran reproducción de una orquídea dándote la bienvenida. Luego me enteré que el 50 por ciento de las especies descubiertas en Perú están en el Alto Mayo, de ahí que esta zona ha recibido el nombre de “El Valle de la Orquídeas”. Dicen que la familia de las orquídeas tiene el mayor número de especies del reino vegetal , actualmente más de 25.000 especies descritas, aunque aún quedan muchas por descubrir. Perú se estima que puede albergar más de 4.000 especies. Toda esta barbaridad botánica y el hecho de que sean plantas tan atractivas, ha generado un enorme interés de aficionados en todo el mundo que favorece un comercio nacional e internacional de ejemplares bastante importante.



Phragmipedium kovachii Foto César Aguilar
Algunos colonos viven de recoger orquídeas de forma controlada y luego venderlas en la carretera, aunque probablemente muchos más lo hacen de manera ilegal. Algunas de ellas las reproducen bien, pues mientras no las cambien de zona es posible obtener más ejemplares. Los días que estuve con los guardaparques me hablaban continuamente de una orquídea muy importante en el espacio natural que tienen que vigilar. Se trata de Phragmipedium kovachii, y no es para menos. Esta gran orquídea alcanza hasta 23 cm de ancho, es fucsia intenso y a pesar de ello se descubrió en el bosque de protección anteayer, o para ser más exactos en el 2002, así de interesante es la zona. Este hallazgo fue considerado como el descubrimiento más importante en botánica en los últimos 100 años. 



Rescatando una Maxillaria sanderiana C. Aguilar
La distribución de Phragmipedium kovachii es enormemente restringida y eso que se le ha buscado en más zonas a raíz de su descripción. Por ello a mediados del 2002 se calculó que la fuerte demanda de esta especie a raíz de su descubrimiento, llevo a que un ejemplar de la especie en el mercado negro norteamericano se cotizara a 20.000 dólares, alucinante! La quebrada que hemos recorrido estos días es el hábitat de la especie y nos acercamos a visitar el cortado más accesible de aquellos en que crece, lo que ellos llaman hábitat 1. Allí vimos plántulas pero una sola florecida, el acceso es bastante malo y no quieren andar mucho las laderas para no facilitar el paso por allí. Sin embargo, eso no impidió que hace años hubiera gente trepando por estas paredes inestables de helechos, musgos y bromelias que constituyen el microhábitat de la especie. 



Sobralia klotzscheana. Foto César Aguilar
Pero a parte de esta especie estrella hay otro buen número de orquídeas de todos los tipos, formas y colores. A veces caminando nos venía un olor de perfume y no conseguíamos encontrar la planta. Muchas de ellas son epífitas y crecen sobre otras plantas así que están muy altas. Cuando llueve, y con tanta humedad, en estos bosques suelen caer árboles y ramas podridas con todo su acompañamiento de epífitas y es ese el momento para ver de cerca algunas de las especies. Así paso con una Maxillaria sanderiana que encontramos en el rio y que Jonatan , el guarparques con el que estaba, recogió para plantar en el campamento. De no ser así, ese ejemplar habría muerto en la siguiente riada. Pero otras especie están mas accesibles, es el caso de unas que crecen en la cuneta de la propia carretera marginal, Sobralia klotzcheana, que en vez de epífita desarrolla su propio tallo tipo caña en zonas abiertas del talud.

Perú 20 (2011) Highway to birding

Ctra. Marginal en el Alto Mayo. Foto: C. Aguilar
Otra de las actividades con l0s guardasparques en el Alto Mayo ha sido identificar aves y dejar una lista de lo que puede verse por los alrededores. Esta zona es muy interesante para birwatchers y de hecho tiene fama un área de conservación privada en la zona de amortiguación del bosque llamada Abra Patricia. Ahora con la creación del centro de visitante piensan también financiar el espacio natural alojando a este tipo de observadores en él y llevándolos a ver aves. Están pensando acondicionar algunos senderos por el bosque para este fin ya que ahora si no se va a alguna chacra no hay caminos. Es más, rara vez los guardaparques salen con machete al campo por no abrir nuevos senderos que puedan ser utilizados luego para sacar madera ilegal o para cazar de manera furtiva.



Esquivando trailers ... Foto: César Aguilar
Mientras hacen senderos, e incluso cuando los hagan, la forma más rápida y efectiva de ver aves en un bosque tan tupido como este es caminar por la propia carretera. Es casi una actividad de riesgo pues esta carretera tiene cierto tránsito de vehículos y muchas curvas. Es la carretera que ya comenté anteriormente que construyeron hace un par de décadas y que llaman Marginal de la Selva o Fernando Belaunde. Conecta las provincias de Amazonas y San Martín, es decir parte de las selvas del norte, con la costa hacia el oeste, y a través de Tingo María, con Lima en un largo recorrido. Esto es lo que ha permitido un acceso a la zona que no había existido hasta hace unos años y que ha favorecido su colonización descontrolada. Por ejemplo, la otra zona de selva la de Iquitos en el departamento de Loreto, no tiene conexión con la red de carreteras nacional, allí solo se puede llegar por barco o avión , lo que ha contribuido a que el índice de deforestación haya sido considerablemente menor.



Tangara parzudakii Foto: César Aguilar
Desde la propia carretera se pueden ver muchas aves, especialmente abundantes son las tangaras de muy llamativos colores como la que dicen tangara cara de fuego, Tangara parzudakii, la tangara azafrán, Tangara xanthocephala, o la tangara urraca, Cissopis leverianus. Algunas aves ya había tenido ocasión de verlas en los bosques de La Esperanza pero otras muchas no ya que aquí las condiciones para verlas son muchos mejores. Casi todas ellas tienen distribuciones restringidas que las hacen muy interesantes. Un grupo que tienen muchas especies son los tiránidos que aquí llaman mosqueros, hemos visto especies como el tirano de los riscos, Hirundinea ferruginea o el mosquerito adornado, Myiotriccus ornatus



Myiotriccus ornatus Foto: César Aguilar
En los torrentes también he encontrado varias aves que frecuentan los cursos de agua, parecido a lo que hacen nuestras lavanderas (Motacilla sp). Son la mosqueta de los torrentes, Sperpophaga cinerea, y el mosquero de agua, Sayornis nigricans. Pero uno de los bichos que más ilusión me ha hecho encontrar recorriendo quebradas ha sido un mirlo de agua con bastante blanco que hemos visto solo en una ocasión, Cinclus leucocephalus, que aquí es una subespecie que tiene además de la cabeza también el dorso blanco, ssp leuconotus. El hecho de solo haber encontrado en una ocasión a este ave que se alimenta de larvas del río dice bastante de la poca productividad de estos torrentes con aguas negras de la que comentaba con el caso de la nutria.



Hirundinea ferruginea Foto: César Aguilar
El campamento no tiene cobertura de móvil pero sí una de las curvas de la carretera así que un día que Crowel venía de llamar por teléfono a última hora de la tarde me comentó que había visto un chotacabras grande volando y reclamando en el talud de la carretera, era Uropsalis lyra, el chotacabras cola de lira. La siguiente tarde me fui solo para allí mientras preparaban la cena y pude ver a la pareja, el macho tiene unas plumas caudales exageradas de casi un metro y la hembra es como un chotacabras normal. Fue espectacular ya que emitían un reclamo desde algún lugar del arbolado colgado en el talud, que era fácil de imitar. Al bicho no lo veía pero imitando el reclamo contestaba cada vez más mosqueado y de vez en cuando, para marcar territorio, volaba por un corto espacio y volvía a otra percha desde la que cantaba. Así me hizo tres pasadas donde yo lo veía a contraluz con sus larga plumas caudales con las luces del atardecer, impresionante.

lunes, 25 de abril de 2011

Perú 19 (2011) Lontra longicaudis, vini, vidi, vinci

Quebrada Covachi, habitat de nutria. C. Aguilar
En la entrada anterior comenté que encontramos en el barro de las quebradas huellas de siete mamíferos, pero solo enumeré seis, la última de las especies me la he guardado para esta entrada. Se trata de la nutria, pero no de aquella que aparece en los documentales sobre el Amazonas y que es diurna, social y creo que fácil de ver en los espacios naturales protegidos. La nutria de la que hablo es una muy parecida a nuestra Lutra lutra europea, hasta el punto de que en un comienzo se describió dentro de ese género, aunque más tarde se redefinió y se llamó Lontra longicaudis. Es de hábitos más nocturnos y dicen que territorial, aunque a veces se la ve en parejas durante la época de reproducción.



Abrigo rocoso con rastros de nutria. C. Aguilar
El caso es que documentándome para preparar el curso de los guardaparques me estuve leyendo el Plan Maestro, el documento de inventario de valores naturales y planificación del área protegida. Allí hablaba a veces como que sí estaba la especie, pero a continuación decía que se desconocía en qué quebradas, o sea lo mismo que no decir nada. Como pasa en muchos de esos documentos hechos con informaciones parciales y extrapoladas imaginaban que estaría pero no parecía haber ningún dato confirmándolo. Censarlas es relativamente sencillo como hemos hecho en los Sondeos Nacional de España con la SECEM (Sociedad Española de Conservación y Estudio de los Mamíferos) así que esperaba pasar el método a esta gente. Sin embargo hablando de este tema con gente de algunas asociaciones conservacionistas de aquí, nadie sabía si estas marcaban territorialmente con excrementos como la nutria europea.


Rastro de entrada y salida de nutria.
Ya estaba yo algo mosqueado y pregunté a los guardaparques si veían excrementos, huellas o tenían referencias de la nutria en el bosque de protección y me decían que no. Sabían de su presencia lejos fuera del parque, pero allí donde decían no son torrenteras sino de aguas lentas. Sin embargo el hábitat con ríos de montaña del bosque de protección es parecido a los sitios donde habita en la Península Ibérica, así que yo pensaba que igualmente estaría pero pasaría desapercibida. Los primeros días que buscamos por las piedras del río no hallamos nada de nada, ni excrementos ni nada. También es cierto que llueve casi a diario en esta época y esas marcas tienen más probabilidad de borrarse, pero los guardas me decían que estos ríos de montaña, a 1500 m de altitud eran muy pobres. Según ellos no hay ningún cangrejo como más abajo y tan solo hay una especie de pez que llaman bagre, pero no conseguí ver ningún adulto ni alevín en ninguna poza. A mí me costaba creerlo y seguía buscando, pero algo de razón debían tener porque el agua de algunos arroyos tributarios traía lo que se conoce como aguas negras. 




Huellas Lontra longicaudis. C.Aguilar
Las aguas negras parecen contaminadas y son aguas sin apenas sedimentos pero con alta concentración de ácidos húmicos, por lo que tienen muy poca productividad. En realidad tienen colores rojizos y son las que se suelen ver saliendo de las turberas de los bosques boreales. Aquí también parece que se producen en estos suelos forestales con tanta materia orgánica en descomposición y con tanta agua disponible. La verdad es que iba perdiendo la esperanza pues tampoco veía muchas aves aprovechando insectos en el río, lo que indicaría algo de productividad. Sin embargo al final de tanto insistir hallamos lo que creemos es el primer dato confirmado de Lontra longicaudis en el Bosque de Protección Alto Mayo. En dos lugares distintos hallamos huellas inequívocas de la especie bastante bien marcadas. En las dos eran de entrada y salida del agua en la misma playa de barro en dirección a escarpes rocosos con oquedades. Tal vez algún bicho buscando un sitio para ubicar una madriguera o simple casualidad. El caso es que no sé a quién le hizo más ilusión, ya que después de tanta lata que había dado con encontrar la especie tanto los guardas como yo estábamos exultantes.

domingo, 24 de abril de 2011

Perú 18 (2011) Recorriendo el bosque de protección

Quebrada Covachi. Foto: C. Aguilar
La semana que estuve en el Alto Mayo recorrimos todo lo que estaba en nuestro radio de acción a pie, ya que no teníamos transporte. Bueno la verdad es que tuvieron una moto pero se la quemaron los colonos y no fue lo único que les han quemado. Hace algún tiempo rociaron con gasolina otro campamento de madera que tenían, el detalle es que fue con ellos durmiendo dentro. Afortunadamente los encapuchados tuvieron la “sensibilidad” de dejarles salir de allí antes de prenderlo y al menos estaban ya lejos cuando estalló la bombona de butano de la cocina. Esta y otras historias me contaban estos mozos por la noche a la luz de las velas después de la cena. Dura la vida de los guardaparques con colonos así.




Machín blanco Cebus albifrons. C. Aguilar
Volviendo al tema de la formación que es a lo que yo iba yo, caminamos por las zonas que ellos conocían y fuimos identificando especies de aves y mamíferos. Anfibios y reptiles también vimos, aunque menos, pero no existe una guía de Perú así que es bastante difícil identificarlos con la información que hay por ahí dispersa y poco accesible. El bosque tiene también mono choro de cola amarilla, pero no lo vimos en esos recorridos, lo que si vimos fue otra especie que aún yo no había observado, el machín blanco (Cebus albifrons). Estos animales son de amplia distribución y se encuentran entre los más inteligentes ya que son capaces de usar instrumentos. Habitualmente aguantan poco cuando los encuentras, pero tuvimos suerte y observamos un grupo numeroso durante largo rato, aunque más recelosos que cuando vimos los monos choro.



Huellas de Didelphis marsupialis
Otros mamíferos son difíciles de observar, pero al menos pensaba localizar sus rastros en el barro. Una técnica sencilla bien barata que me proponía enseñarles era a localizar huellas y tomar perfiles en acetatos de plástico con un rotulador indeleble. De este modo podrían ir acumulando datos para aprender a distinguirlos, e ir conociendo de paso algo más su distribución y abundancia en diferentes sectores del bosque de protección. Para ellos, aunque conocen su presencia, muchos de estos mamíferos no primates, son poco más que “fantasmas”, se imaginan qué los hay pero no saben bien donde, ya que apenas se dejan ver. Además tienen dificultades para relacionarlos unos con otros en cuanto a parentesco, ya dije que utilizan algunos nombres comunes que llevan a equívocos. Por ejemplo conocen como zorro o comadreja a un marsupial arbóreo común, el Didelphis marsupialis. Este era otro de los objetivos de la formación, tratar de que identifiquen correctamente las especies de mamíferos que puedan hallar u observar directamente o por rastros.





 Huellas de añuje (Dasyprocta fuliginosa). C. Aguilar
Pero como ya comenté en una entrada anterior, aquí llueve a diario y las huellas se borran fácilmente. Buscando y buscando dimos con un sitio donde se mantienen las huellas algo más y las condiciones son buenas. Son las orillas de los ríos, pero no junto al agua, sino en los lodos que han quedado cerca del arbolado donde en cierto modo se protegen de la lluvia y aguantan más mientras no crezca el caudal del rio. Así localizamos siete especies de mamíferos, e incluso a una de ellas la vimos directamente y luego le tomamos la huellas, fue un pequeño mustélido como las comadrejas europeas, Mustela frenata. Las otras huellas que identificamos fueron de otro mustélido, el manco (Eira barbata), unas de un felino pequeño que probablemente es Puma yagouaroundi que es como un gato oscuro, unas de un marsupial que llaman canchul (Didelphis marsupialis) y otras dos de roedores, el añuje (Dasyprocta fuliginosa) y el majás (Agouti paca). Lo cierto que es que quedaron muy sorprendidos y les gustó bastante esto de tomar perfiles de huellas, además es una técnica de bajo presupuesto que pueden poner en práctica sin problemas.

Perú 17 (2011) Formando guardaparques en el Alto Mayo

Bosque de Protección Alto Mayo. César Aguilar
Una de las oportunidades de estar en La Esperanza son los contactos que se adquieren con otras instituciones y asociaciones de conservación, así que preguntando a los de NPC por posibles actividades para hacer en mi estancia me propusieron una que cogí al vuelo. Cerca de aquí está el Bosque de Protección Alto Mayo un bosque nublado bastante bien conservado por el que ya pasé cuando viene desde Juanjuí. Entonces me dejó con la boca abierta y la nariz pegada a la ventanilla de la furgoneta que me llevaba a La Esperanza con la que atravesamos el puerto que cruza estos bosques de neblina.





El guardaparques Crowel en faena. César Aguilar
En el puerto hay un puesto de control de guardaparques llamado Venceremos. Allí están ahora haciendo un centro de visitantes y hay siempre un mínimo de dos personas. Los espacios naturales del Perú pueden tener límite, buenos mapas SIG y toda esa "vaina" pero luego están faltos de personal o de presupuesto. En este hay 17 guardaparques, que ya es algo, aunque también es un bosque tremendo con muchas poblaciones de colonos instalados en diferentes partes que hay que controlar. Pero ya el presupuesto para mantenimiento o formación es otra cosa, así es que les propusimos hacer un curso de algo que yo pudiera dar. Se me ocurrió el “pomposo” nombre de “Métodos de toma de datos para inventarios y censos en vertebrados, identificación de especies y casos prácticos”. Más que nada para pasar rápidamente por la teoría y dedicar buen tiempo al campo y recorrer el espacio que es lo que más me atraía.


Hembra atropellada de Eira barbara. C. Aguilar 
Estuve una semana documentándome de la zona y preparando un PowerPoint, pero luego nos dijeron que no tenían electricidad, así que la primera en la frente. Bueno pues sino se puede con ordenador al menos habrá pizarra que todo se pude solucionar. Me imprimí unos A2 con fotos de bichos y algunas láminas para identificar mamíferos, a parte de llevar unas guías. Pedimos un permiso con todo tipo de formalismos y florituras en la redacción y me dieron un acceso al área para 6 días. Llegué un lunes y nadie me esperaba, así que la segunda decepción y eso que el campamento se llamaba Venceremos. Pero bueno, al menos había allí dos guardaparques jóvenes que de primeras no me echaron los perros y me recibieron amablemente tras leer mi “salvoconducto”. Consultaron a la ingeniera por teléfono y listo, ya puede usted empezar cuando quiera. 



Algunos resultados. C. Aguilar
Yo con fotocopias para 17 personas y ellos eran dos, y encima en dos días cambiaba el turno uno de ellos y llegaba otra chica. Ante este panorama de improvisación y desinterés “jerárquico” me puse manos a la obra, un poco de teoría básica de identificación y censos en dos sesiones en dos noches y el resto del tiempo a recorrer campo, identificar aves y buscar rastros de mamíferos. Al menos la suerte me favoreció en un primer momento ya que al rato de llegar vino uno de los guardaparques con un mustélido recién atropellado, un “manco” Eira barbara. Bonito obsequio de bienvenida para un biólogo, imagino que en Hawai es igual pero con una collar de flores. Bueno pues ya está, pensé, primera práctica toma de medidas biométricas, sexado, preparación de moldes de huellas. A falta de yeso hicimos los moldes con cemento de la obra del centro de visitantes. También les enseñé a limpiar y preparar un cráneo y a conservar las patas y manos del bicho. Estaban a gusto y yo también, así que qué más pedir... ¡chévere! como dicen por aquí. Si alguna vez visitáis Perú y pasáis por lo que será el centro de visitantes del Bosque de Protección Alto Mayo que están haciendo en Venceremos, mirar porque igual están allí aun estas "ofrendas", me dijeron que las pondrían.

sábado, 23 de abril de 2011

Perú 16 (2011) Kuélap, una fortaleza entre las nubes

Murallas de Kuélap. Foto César Aguilar
Si anteriormente en este blog hice una entrada del viaje al Perú de año pasado titulada “Machu Pichu y los 40 ladrones” , la sensación de estas otras ruinas ha sido diametralmente opuesta. Para empezar diré que Machu Pichu y Kuélap no son comparables, cada una tiene sus encantos así que no es cuestión de tenerse que decidir por una de ellas. En Machu Pichu el entorno es realmente espectacular y la arquitectura inca con su ensamblaje perfecto de sillares atrae a primera vista. Sin embargo ya comenté entonces que lo que se ha montado alrededor con malos servicios, malos guías y encima precios exorbitantes para el país me echó para atrás. Allí el número de visitantes llega a alcanzar casi los 3000 diarios y así no hay calidad posible y sí mucha chapuza. Por el contrario estas ruinas de Kuélap no llaman tanto a primera vista pero para mí son realmente impresionantes. Las visité en una escapada de fin de semana desde La Esperanza a Chachapoyas.



Zona aún sin excavar con arbolado. César Aguilar
Kuélap se sitúa en lo alto de una montaña a 3000 metros de altura y hasta el momento solo se ha excavado un 20% de su superficie. La mezcla de zonas recién consolidadas con otros sectores donde ves como la vegetación arbórea repleta de bromelias aun cubre las ruinas, tiene para mí un encanto especial. Aquí la visita es personalizada, cuando nosotros estuvimos no nos cruzamos en todo el día más que con otro pequeño grupo de unas 5 personas. El nuestro era de aproximadamente el doble y con un guía realmente bueno, de los mejores que he tenido visitando un yacimiento arqueológico. Carlos Chávez, que así se llamaba, había estado participando de algunas de las excavaciones del recinto y todo lo contaba con muy buena base de historia y de lo que la arqueología va descubriendo para la zona. Esta ciudad perteneció a la civilización Chachapoyas que fue luego dominada por los incas y se caracterizó por la construcción de casas circulares, entre los rasgos fácilmente identificables de su arquitectura.



Reconstrucción de una de las casas. César Aguilar
La gran muralla que se ve cuando accedes allí es en realidad una base que apuntala y eleva todo recinto repleto de casas circulares. Para acceder a él había solo unas estrechas entradas que facilitaban su defensa, aunque parece que la ciudad no tuvo tanto una función defensiva, sino como recinto para la élite de esa civilización. La ciudad aparece en las crónicas españolas y fue ocupada en época colonial durante un tiempo, lo que ha facilitado saber más cosas de ella, aunque después fue mandada abandonar, se cerraron sus accesos y se prendió fuego. Tiene más superficie y edificaciones que Machu Pichu y con solo esa mínima parte excavada ya se han encontrado más tipos de cerámicas que en aquel otro lugar. Tampoco es de extrañar ya que el periodo de ocupación fue mucho más dilatado en el tiempo. 




En la entrada de la fortificación. César Aguilar
Estas estructuras circulares me ayudan a entender mejor las dos que he localizado en sendas localidades cercanas a La Esperanza y que tienen unas dimensiones muy parecidas. Algo que me sorprende son las variadas formas de enterramientos que practicaron, desde osarios en el centro de las casas circulares, hasta pequeñas edificaciones adosadas a las murallas, pasando por nichos realizados en esos mismos muros sacando piedras posteriormente a su construcción. El acceso a la zona fue bastante complicado hasta hace unos años, pero ahora ya se ha construido una pista que tras dos horas de vehículo te deja en un collado desde el que llegas a la puerta principal en unos 20 minutos a pie. Todo el yacimiento está en un proceso de puesta en valor muy reciente, así que en próximos años será mucho más lo que se sabrá y lo que se podrá visitar, incluido un futuro centro de visitantes con muchas de las cosas halladas. Espero que el crecimiento de este lugar aprenda de los errores de la masificación que tiene ahora Machu Pichu, y de momento parece que van por buen camino.

Perú 15 (2011) No todo el monte es orégano


Frutos de un higuerón (Ficus sp.). Foto: C. Aguilar
Identificar especies de árboles en los trópicos me parece bastante complicado ya que, a diferencia de las zonas templadas, aquí no hay una especie dominante por tipo de bosque. Son muchas especies y a primera vista todas te parecen bastante iguales. Además cuando preguntas por los nombres comunes casi que te lían mucho más pues, al igual que ocurre con los animales, dan nombres importados del español a especies que nada tienen que ver con lo que tú conoces. Así, un “romerillo” nada tiene que ver con nuestro romero mediterráneo (Rosmarinum officinalis), ni  un “naranjillo” tampoco es un árbol que produzca cítricos. Quizá por ello presté poca atención al nombre de “higuerones” con que se refería la gente de la zona a un montón de esos árboles grandes y sobresalientes que ves destacando en el dosel arbóreo del bosque.



Saca de árboles maderables. Foto: César Aguilar
Sin embargo con los higuerones la cosa sí que estaba bien encaminada. Una de las cosas que más sorpresa me causó fue saber que esos árboles de grandes portes eran en realidad del género Ficus. De algunos te lo podías imaginar viendo sus troncos, pues eran del tipo higueras estranguladoras cuyas semillas germinan en las ramas de otro árbol y se descuelga luego hacia el suelo por el tronco del hospedador hasta asfixiarlo con el tiempo. Pero hay otros higuerones cuyos troncos nada tienen que ver con esa forma de vida y son sólidos y recios como cualquier otro árbol y con el aspecto de una Ceiba. Y es que del género Ficus hay una gran variedad de especies en estos ecosistemas, pero lo que no falla para identificarlos es cuando les ves sus frutos. Todos tienen el típico higo que reconocemos de inmediato, aunque para verlos en el propio árbol debieras estar muchas veces a una considerable altura, sino han caído aún al suelo.


Savia de Sangre de grado (Croton lechleri) C. Aguilar
Todos estos árboles no tienen el mismo valor para la gente, aunque a uno le parezcan bastante similares. De los higuerones sacan tablas poco más que para casas y carpintería “menor”. Los que realmente son codiciados son los cedros (Cedrela odorata) y los romerillos (Podocarpus  sp) pues son los que tienen un valor comercial. De los primeros me dicen que ya casi no quedan en la zona de La Esperanza pues son los primeros que sacan de un bosque primario, y los segundos llevan el mismo camino si continua la explotación de la madera al ritmo actual. Muchos bosques que parecen a primera vista bien conservados compruebas dentro que hay restos de pies cortados de esos árboles que han sacado hace ya algún tiempo o que los están sacando ahora en los sitios más accesibles.



Fruto de la guaba (Inga sp). Foto: César Aguilar

A fuerza de fijarme en este tiempo he comenzado a distinguir algunas especies de árboles, no muchas,  y así a las Cecropias, con sus hojas características como las del “setico” (C. cetico) que me aprendí en Juanjui, he ido añadiendo algunas otras. Un árbol bien curioso es el que llaman sangre de grado (Croton lechleri ) que es de la familia de las euforbiáceas y que cuando le pegan un tajo con el machete sale lo que parecen auténticas gotas de sangre. Aquí los suelen respetar cuando tumban  una zona de monte,  pues esa savia que brota la utilizan como cicatrizante natural aplicándola directamente sobre las heridas. Otro grupo de árboles reconocibles son las guabas, el género Inga, de las que hay bastantes tipos. Son leguminosas arbóreas que producen vainas con diferentes formas  en cuyo interior hay semillas recubiertas por una carnosidad muy dulce y sabrosa. 



Frutos de Sacha inchi (Plukenetia volubilis). C. Aguilar

En las selvas bajas de Juanjuí había unas guabas con vainas muy características, de más de medio metro, que plantan para dar sombra al cacao y que luego venden en los mercados. En los bosques altos he visto otras guabas más pequeñas que comen los lugareños, los monos cuando tienen ocasión y yo mismo si doy con unas maduras. Ya por último otra planta que me llamó mucho la atención fue el Sacha inchi (Plukenetia volubilis) una trepadora cuyas semillas son las que más contenido de Omega 3 tienen en la naturaleza, eso que ahora le echan a la leche y que tiene mucho un tipo de pescado. La planta es originaria de estos bosques de neblina del Perú y ahora están comenzando a comercializar sus frutos como cultivo alternativo. Es solo un ejemplo más de lo que aún desconocemos en cuanto a propiedades de esta gran reserva de biodiversidad que son las selvas, y que tan rápidamente están destruyéndose.

martes, 19 de abril de 2011

Perú 14 (2011) Mamíferos bajos los focos


Luna llena sobre el bosque. Foto: César Aguilar
Una de las tareas para desarrollar cuando hemos estado en La Esperanza es ir a buscar monos nocturnos andinos, Aotus miconax. Esta especie de primate también es endémica de la zona y puede vivir en hábitat degradados. A 10 minutos a pie de la población hay dos fragmentos de bosque pequeños que albergan un grupo cada uno. En febrero terminaron un estudio bastante intensivo de uno de los grupos así que están algo acostumbrados al trasiego de gente debajo de ellos. Yo he visto ambos grupos en diferentes noches pero son bastante pequeños y están bastante arriba, así que les he tomado malas fotos. Sin embargo hay una forma mejor de verlos bien y es esperarlos cuando salen de los nidos que utilizan durante el día. Del grupo conocido tenían localizados dos nidos de ese tipo, pero los días que estuvimos aguardándolos no salieron de allí así deben tener algún otro más que estaban utilizando en ese momento.


Aotus miconax cabeza abajo. Foto: César Aguilar
Para poder moverte por ese parche forestal de noche han hecho una retícula de senderos identificados con letras y números de forma que sepas siempre en donde estas y donde contactas los bichos. No todas las noches que vas ahí los ves y eso que es bien pequeña el área, pero solo hay un grupo que calculan de 5-6 individuos. La estrategia consiste en permanecer quieto a la escucha con las luces apagadas, y quedarse  ahí hasta oír algo en la bóveda forestal. Al moverse se puede escuchar el ruido de las ramas por donde se desplazan, pero es muy sutil ya que son bichos de muy poco porte. En el periodo que yo estuve visitando ese bosquete,  la idea era recoger excrementos para hacer un estudio de parásitos intestinales. Si ya me parecía difícil encontrar uno de mono choro, encontrar los de este bicho me parece rizar el rizo ya que los suyos tienen el tamaño de un hueso de aceituna. La primera vez que fui allí encontré una plasta de estas recién caída a una hoja, pero fue la suerte del principiante, ya no volví a encontrar ni una más el resto de noches.


Aotus miconax. Foto: Nestor Allgas-NPC
Con las muestras que hasta ahora se han analizado de las dos especies, es curioso que con muy poca cantidad de Aotus miconax, proporcionalmente se han encontrado “muchos” parásitos. Aun no hay muestras suficientes para decir nada, pero la hipótesis sería que los primates que viven en hábitats fragmentados tendrían más parásitos  al tener menos recursos para librarse de ellos, que los que viven en hábitats continuos con más diversidad de plantas que utilizarían como antiparasitarias. Así, aunque parece que la especie puede vivir en parches de bosques degradados, hay otros riesgos como estos que pueden ponerles en desventaja ahí y hacerlos más vulnerables. 
  



Bassaricyon alleni, sp nueva en la zona. C. Aguilar
En estas salidas para la búsqueda de monos nocturnos también hemos dado con dos especies de mamíferos más. Ya comenté que en esta región no están del todo conocidas las distribuciones de algunas especies y es por eso que pueden darse algunas “sorpresas” faunísticas. Ha sido el caso de un prociónido, de la familia de los mapaches y coatís,  que encontramos uno de los días y que no aparece citado en las guías en esta zona. Tampoco Sam lo había identificado hasta ahora, aunque haciendo memoria me dice que sí que ha podido verlo otras veces pero que lo había confundido con una “chosna” Potos flavus, que es lo que nos pareció en un primer momento. Afortunadamente en este encuentro el bicho aguantó bien bajo la luz de las linternas, lo suficiente para tomarle fotos y verle bien los caracteres diagnósticos. Lo principal, parece chosna pero no tiene cola prensil como esa especie, ahí su diferencia. A esta especie le llaman olingo y es del género Bassaricyon,  B. alleni o B. gabbii según autores. Bueno, y el tercero de los bichos que vimos por la noche fue un marsupial relativamente común, Didelphis marsupialis, aunque a este solo llegué a verle el ojo reflejando con la linterna entre el follaje, así que espero tener más suerte más adelante.

domingo, 17 de abril de 2011

Perú 13 (2011) La catarata Gocta

Los dos saltos de Gocta. Foto: César Aguilar
El paisaje del valle del río Utcubamba, un afluente del río Marañón, cambia un poco de lo que viene siendo el paisaje de la zona de La Esperanza. Al menos en el fondo del valle ya que por aquí se interna, entre los bosques de neblina, otro tipo de hábitat que llaman bosque seco ecuatorial. Este valle se recorre entre las localidades de Pedro Ruiz y Chachapoyas y en él llama la atención la presencia de unos cactus estrechos y altos en el fondo de la garganta. A medio camino de este recorrido se encuentra el acceso a la población de Cocachimba desde donde se inicia la caminata a la cascada Gocta. Por todo el entorno se ven numerosos saltos de agua, dicen que más de veinte pero de ellos este de Gocta es uno de los más espectaculares y el que salva un desnivel de mayor tamaño, algo más de 700 metros en solo dos saltos.


Helecho arborescente. Foto: César Aguilar
Hasta  hace unos años este salto era conocido solo por los lugareños, nadie había reparado en él hasta que alguien vino y le dio por medirlo. En un principio se presentó como la tercera cascada más grande del mundo, la primera sería el conocido Salto del Ángel y la segunda otra que no recuerdo su nombre en Sudáfrica. Pero en esto de los récords siempre hay controversia y todos se quieren llevar el gato al agua, así que luego salieron con que si esta de aquí en realidad no era una única cascada, sino que estaba formada por dos saltos de agua consecutivos. La verdad es que poco importan esas apreciaciones porque el salto de Gocta es impresionante, eso sí  en dos saltos uno de unos 300 metros y un segundo de 400 metros.




Caudal abundante en época de lluvias. C. Aguilar
Como estamos en época de lluvias los ríos están a rebosar de agua, así que la cascada va más repleta de agua que nunca. Sin embargo, el precio que hubo que pagar fueron unos cuatro aguaceros intensos en el camino de ida y vuelta y otros tantos “calabobos” entre medio. Desde la localidad de Cocachimba se tarda unas 2-3 horas para ir y parecido tiempo para regresar. Sin embargo nosotros tuvimos que sumarle una hora más de subida hasta la localidad ya que no encontramos vehículo desde el cruce de la carretera principal  hasta allí. El barranco en el que está la cascada es nuevamente bosque de neblina y supuestamente un sitio excepcional para ver varios endemismos de aves de la zona entre ellos un pequeño pícido. Pero con tanta lluvia a penas hubo ocasión para sacar los prismáticos, solo en una ocasión en que paró un poco la lluvia y pudimos tener a un par de gallitos de las rocas bien cerca encima del camino. Después de un par de semanas por estos bosques compruebo que ver esa especie no era tan difícil como imaginé, solo hay que dar con los sitios adecuados y este sendero a Gocta es uno de ellos además con bichos acostumbrados al paso de gente.
 

Caída final, en el círculo dos de nosotros. C. Aguilar
El último salto de la cascada es tan alto que el agua llega a la base como una amplia cortina de agua que el viento dispersa. Al final del recorrido acabamos calados a una distancia de unos 100-200 del golpe de agua, en parte ya veníamos empapados de la lluvia pero estando allí un rato era el propio salto de agua el que te mojaba directamente. Hasta el hecho de sacar fotos era complicado, ya que el objetivo enseguida se te llenaba de gotitas de agua, así que permanecimos poco rato cerca, además pienso que se disfruta más a cierta distancia cuando se aprecia mejor su altura real. En cualquier caso el sitio es de los que merecen la pena visitar y la larga aproximación a pie recorriendo el barranco le da un encanto especial. Y esta es solo una de las visitas posibles ya que hay otros dos recorridos que se pueden hacer, uno a la parte alta y otro al medio de los dos saltos, aunque para ello hay que acceder desde otras localidades. Para nosotros con esta caminata suficiente.

Perú 12 (2011) El colibrí cola espátula


Con más voluntarios de NPC, Josie, Jessica y Karla.
Algunos de los días libres en La Esperanza hemos aprovechado los voluntarios para hacer algo de turismo por la zona. A unas horas de aquí se encuentra la localidad de Chachapoyas desde donde se visitan un buen número de yacimientos arqueológicos y uno de los mayores saltos de agua de la zona, la catarata Gocta. Como no teníamos más que dos días solo hemos podido visitar este último lugar, pero de camino hemos podido hacer una parada en una finca donde pueden verse un buen número de colibríes, entre ellos el colibrí cola de espátula o colibrí maravilloso (Loddigesia mirabilis). La finca se encuentra en la localidad de Pomacochas y pertenece a una asociación llamada ECOAN (Asociación Ecosistemas Andinos). El motivo de su creación fue favorecer a ese colibrí endémico presente en solo un valle del Perú, el Utcubamba. Sucede además que es uno de los colibríes más espectaculares que existen, así que el atractivo de la especie está garantizado.


Colibrí cola espátula Loddigesia mirabilis. C. Aguilar
La ladera donde se encuentra la reserva se encontraba bastante degradada, así que la han reforestado con numerosas especies de árboles y arbustos autóctonos con flores que atraen a los colibríes. Una especie arbórea que me sorprende ver en estas labores de recuperación es algo que me parece una aliso (Alnus glutinosa), así que le pregunto por ella ya que mucho alimento a los colibríes no creo que dé. Efectivamente,  si parece aliso es que es aliso, me dicen que ellos lo plantan porque es muy útil para la recuperación del lugar ya que mejora la calidad del suelo, lo mismo que se dice en los climas templados debido a fijación del nitrógeno atmosférico que hace en los suelos. Solo han pasado tres años desde que comenzaran a recuperar la ladera y los colibríes no solo acuden aquí a alimentarse, sino que ya tienen criando en la zona un buen número de especies, incluido el cola espátula. 


Desfile en Pomacochas, foto del centro de visitantes.
Con esta especie endémica ocurrió igual que con el restos de bichos de distribución restringida de la región, en su momento fueron descritos pero luego casi olvidados hasta hace relativamente pocos años. En el caso de este colibrí fue descrito en 1835 por Andrew Mattews pero permaneció casi desconocido hasta que en el año 1960 Augusto Rushi adquirió un ejemplar para su aviario en Brasil, donde se tomó la primera fotografía del animal. Ahora esta finca es parada fija para los observadores de aves en ruta por la zona buscando endemismos. También los habitantes de Pomacochas han incorporado la especie a su orgullo local. En la exposición del centro pude ver unas fotos bien curiosas de gente en un desfile disfrazados de colibríes cola espátula, con trajes tan currados que parecían los de las reinas del carnaval de las Islas Canarias.


El diminuto Chaetocercus mulsant. Foto: C. Aguilar
Con la tasa de entrada por la visita de  la reserva, se financia parte del mantenimiento de la finca, así como los estudios que están haciendo de seguimiento de los colibríes. Dentro tienen ubicados los típicos bebederos de agua con azúcar en diferentes ambientes para fijar los ejemplares a unos lugares concretos para poder observarlos. Según nos dicen pueden verse aquí hasta 12 especies de colibríes, yo llegué a identificar bien 8 especies, y digo yo porque la visita a los bebederos la haces con una persona que trabaja allí, que controla bastante y que te va diciendo lo que se ve en cada momento. Pero una cosa es que te lo digan y otra “interiorizarlo” a la velocidad a la que se mueven los colibríes por los bebederos.  




Colibri coruscans. Foto: César Aguilar
Identificar colibríes en Perú es una locura, entre coge la guía, busca en las ilustraciones entre las 118 especies distribuidas en 20 páginas, muchas muy similares, míralas los caracteres diagnósticos prismáticos en mano y saca alguna foto, te haces un lío tremendo. En este proceso se te escapan cosas que ves pero que luego no identificas, en mi caso creo que me perdí un par de especies de las que dijo el chico que vimos pero que no fui capaz de “digerir”. De las ocho que sí llegué a ver bien ese día ahí van los nombres, dos colibríes oreja violeta (Colibri coruscans y C. thalassinus), dos colibríes estrellitas (Chaetocercus mulsant, C. bombus), un colibrí vientre blanco (Amazilia chionogaster), un inca bronceado (Coeligena coeligena), el “macarra” colibrí pecho castaño (Boissonneaua matthewsii) que echaba a todos los demás de los bebederos y por último el cola espátula (Loddigesia mirabilis) con sus extravagantes plumas caudales.

lunes, 11 de abril de 2011

Perú 11 (2011) Arqueología selvática


Sima con enterramientos y cerámicas C.M. Aguilar Gómez
Una de las cosas que más me ha sorprendido de esta zona de selvas altas ha sido encontrar restos arqueológicos en un buen número de los sitios que hemos parado. En general en Perú das una patada y encuentras un yacimiento, ya que ha habido muchas culturas precolombinas no solo los incas como suele pensarse. Sin embargo, de ahí a que yo mismo los fuera a encontrar ahí ocultos entre la vegetación selvática ha sido realmente alucinante. Las montañas que estamos recorriendo tienen una zona que es pura caliza con un desarrollo kárstico impresionante, pero todo recubierto de exuberante vegetación. Como nos ha llovido a diario nos hemos visto obligado muchas veces a guarecernos de la lluvia en abrigos de roca y en cuevas hasta que pasaran los aguaceros. En esos ratos me he puesto a buscar por ahí a ver que podía encontrar y también hablando con los guías me han indicado otros sitios en los que ellos han encontrado restos.

 
Boca de vasija. Foto: César María Aguilar Gómez
Hasta ahora he encontrado restos arqueológicos en casi todos los abrigos o cuevas de caliza que he revisado un poco por encima. En todos ellos se encuentran fragmentos de ollas de un barro cocido de color negro de diferentes tamaños, también otras ollas de un barro amarillento o rojizo, algunas con una cenefa de dedos impresos. Son cerámicas hechas sin torno y muy básicas. Ronald me comenta de una vasija entera que encontró su padre en una cueva y que medía más de medio metro con la base curvada. Solo una pieza parecía más elaborada, fragmentos de un plato con una pintura en su interior. Todo esto lo hemos hallado superficialmente sin apenas remover estratos, así que ni idea de qué más puede encontrarse ahí, ni a qué época puede corresponder. Actualmente hay culturas nativas a uno o dos días a pie desde aquí, son los awajún o aguarunas y pertenecen al tronco etnolingüístico de los jíbaros que se extienden mayormente por Ecuador. El otro día vi llegar a dos de ellos a La Esperanza, pero que nadie se los imagine con plumas ni cosas así, lo que si me llamó la atención son sus facciones más estilizadas que la gente de aquí. Esas comunidades han tenido hasta hace unas décadas tecnologías propias del Neolítico, aunque no ahora. Por otra parte esta zona ha sido parte de la influencia de la civilización chachapoyas que resistió duramente la invasión inca.


Cerámicas halladas. Foto: C.M. Aguilar Gómez
Junto a estas cerámicas siempre hemos encontrado enterramientos con restos humanos, unas veces han sido pequeños fragmentos que los arrastres de agua han sacado de su sitio, como vértebras o falanges. Otras veces, sin embargo, los restos humanos los hemos hallamos en enterramientos bajo acúmulos de piedra o ya exhumados previamente por alguien que ha venido buscando piezas de valor. Preguntando a la gente de por aquí, todos nos hablan de que son muy frecuentes los huesos y las calaveras en estas cuevas, así como los restos de cerámicas pero nunca han encontrado mucho más. Me dicen que los restos humanos exhumados lo fueron por gentes de la zona. Aun así, aquí tienen bastante miedo a esa actividad, incluso a entrar a las cuevas pues dicen que la gente enferma después. 


Piedra para moler con mortero. Foto: C. Aguilar
Uno de los guías que llevamos conoce cuevas a las que no ha entrado nunca por ese temor, dice que se contrae una enfermedad que se enquista en los pulmones. No sé cuanto puede haber de cierto en ello, pero parece más propio de supersticiones que de otra cosa. Así, es que estos días me ha enseñado muchas cuevas y sitios a los que no había entrado hasta ahora y lo ha hecho conmigo por primera vez. A parte de los restos cerámicos y humanos, he hallado en la zona también piedras para molienda con mortero que aquí recoge la gente de las chacras y las llevan a sus casas de campo como abrevaderos. Ellos dicen que son de los incas y que las encuentran en las cuevas. El último tipo resto que me han enseñado ha sido un círculo de piedras de mediano tamaño de 7-8 metros de diámetro situado en un pequeño resalte del terreno. 


Sacando el círculo de piedras. C.M. Aguilar Gómez
El círculo de piedras se encuentra en una zona desbrozada para pastos, y aunque ahora se ve mal porque le ha crecido hierba encima, lo vieron claro cuando limpiaron la zona de vegetación. Para verlo mejor hemos limpiado un lado de hierba y realmente parece un cerramiento hecho con piedras superpuestas como si hubiera sido un pequeño murete de mampostería que se encuentra ahora desmoronado. Días más tardé encontré cerca de La Esperanza unos bancales de piedra y otro círculo de piedras de igual tamaño correspondiente a la base de una casa como las que luego he vistos en Kuelap, las ruinas chachapoyas más importantes de la zona. Allí me dijeron que las construcciones circulares en la zona son características de los chachapoyas pues los incas que llegaron después construían con formas cuadrangulares. Todos estos hallazgos los he fotografiado, georreferenciado y documentado someramente y estoy tratando de darlos a conocer pues creo que si esta zona está poco prospectada para fauna y flora, otro tanto deberá pasar con los restos arqueológicos. Aquí le dan poca importancia a esto ya que no son restos espectaculares como los que se han encontrado a montones en otros sitios cercanos del distrito de Amazonas, como momias, fortificaciones o necrópolis de las que hay bastantes en la cercana zona localidad de Chachapoyas, en el río Utcubamba.


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