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Selvas a varias h. de La Esperanza. C.M. Aguilar Gómez. |
En 1802, Alexander von Humboldt encontró cerca de la localidad peruana de Chiclayo la piel de un primate desconocido para la ciencia y lo llamó mono coliamarillo. La especie no volvió a reaparecer hasta 1925-26 pero nuevamente eran ejemplares muertos. No fue hasta 1974 que fueron encontrados vivos monos choro de cola amarilla (Oreonax flavicauda). Los pocos conocimientos de la biología de la especie y la rápida desaparición del hábitat que ocupa este endemismo de las selvas altas de norte del Perú, motivaron la creación de NPC que ha tomado al primate como especie bandera para trabajar en la zona. El bosque al que nos desplazamos para ver a estos monos está a tres horas a pie de La Esperanza en unas selvas altas medio conservadas aún, pero con presencia humana creciente. Es por ello que podemos ver algunas chacras y desmontes para ganadería entre extensas superficies forestales. He partido para allí un par de veces, una fue para 5 días y otra para 4 con guías de la zona y otros voluntarios que están por aquí, Jessica y Karla, veterinaria y bióloga peruanas respectivamente. Para llevar las cargas nos han acompañado uno o dos mulos.
Para quedarnos hemos usamos una casa de tablas en una chacra de ganadería, bastante más confortable de la que usamos en Pucunucho. Desde ese campamento base hemos recorrido esos bosques buscando alguno de los grupos de monos que conocen de otras ocasiones. La especie parece incapaz de adaptarse a bosques muy transformados como los monos tocones, así que sus poblaciones son muy vulnerables ante la humanización de la zona. Es por ello que actualmente ha sido incluido entre los 25 primates más amenazados del mundo. No existen demasiados trabajos con los monos choro de cola amarilla, así que parte de los datos que recogemos siguen siendo de ecología básica para cualquier especie: población, alimentación, etc. En nuestro caso esos días hemos recogido datos de composición de los grupos, de frutos que están consumiendo, así como excrementos para un estudio de parásitos internos que va a hacer la veterinaria.
Encontrar los ejemplares no ha sido tan fácil como imaginé en un principio, ni como lo fue con los monos tocones de Pucunucho que están en mayor densidad. Hay que recorrer mucha selva alta por laderas con grandes pendientes hasta lograr oír alguna de las vocalizaciones que emite el grupo. El problema es que algunos días ha llovido mucho y en esos momentos se oye mal, los grupos dejan de desplazarse y paran la actividad, con lo que se reducen las posibilidades de contactarlos. Así que al más mínimo indicio de una vocalización hay que dirigirse rápidamente hacia allí y tener suerte porque no son demasiado ruidosos y algo recelosos ya que es una especie cazada por su carne y las crías para mascotas. La primera vez no fue hasta el tercer día que encontramos un grupo de monos, aunque eso sí uno bastante numeroso, de 15 ejemplares. En este grupo había varios machos, hembras con crías que portan a la espalda y juveniles.
Estos monos se mueven muy altos en las copas de los árboles, que aquí ya tienen cierta altura, así que hay que ir muy atentos para no perderlos de vista. El día que conseguimos encontrar al grupo estuvimos siguiéndolo durante largo rato en su desplazamiento. Si bien en un primer momento se mostraron recelosos, al cabo un tiempo era una cierta indiferencia la que tenían hacia nosotros aunque siempre vigilantes. Para desplazarnos cuando estamos buscándolos utilizamos una serie de senderos marcados que se han desbrozado previamente de forma somera para acceder mejor a los distintos sectores. Sin embargo, cuando ya los hemos localizado hay que seguirlos machete en mano allí por donde vayan. La verdad es que con tanto esfuerzo para verlos, las observaciones se disfrutan mucho más porque sabes que lo que estas viendo es algo excepcional y nada sencillo de ver, esperemos que aún sea posible verlos aquí por muchos años.
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