Me encanta el término criaturas, lo mismo vale para referirse a un cachorro humano, que para una fiera tremebunda y amenazante, que para un monstruo de una película de Serie B con aspecto de lagarto bípedo que sale del lodazal con una chica en brazos.
Pues eso, que una de las razones por la que la mayoría acudimos al Pantanal es para ver criaturas, y de todas las allí posibles hay una para la que llevamos las expectativas altas, una que en el resto de su área de distribución es un fantasma en la espesura y que en esta zona de Brasil, no solo es posible ver, sino requetever, disfrutar... y hasta aburrirte de ello: el jaguar.
Cuando embarcamos en Porto Jofre hacia algunas de las zonas donde sus avistamientos son más frecuentes esperaba sí, al cabo del día, tener la oportunidad de ver alguno. Sin embargo, no fue uno sino un total de 6 ejemplares diferentes los que vimos en 7 ocasiones a lo largo de la jornada por el río San Lorenzo.
En septiembre, al finalizar la época de seca, los humedales del Pantanal están mermados y el agua apenas circula ya solo por los caños y ríos principales, de modo que una gran parte de la fauna se concentra en sus orillas. Y donde están las presas están los depredadores. Son esas orillas las que frecuentan los jaguares, como cazadores versátiles tanto en la tierra como en el agua.
No es fácil encontrar otro sitio en América donde este felino dé tantas oportunidades. Y tantas veces pasan los observadores por delante de sus narices que, al igual que sucede con leones y leopardos en los parques nacionales africanos, los jaguares del Pantanal se han acostumbrado a ignorarnos.
Así, ya haya una o veinte lanchas en el río, ellos siguen a lo suyo con solo alguna mirada furtiva e indiferente. Y lo suyo, en la jornada que estuvimos recorriendo el río, era dormitar en la rama de un árbol, sestear sobre el barro húmedo de la ribera, cuando a medio día el termómetro casi alcanzaba los 40 grados, o caminar por alguna orilla y zambullirse en el agua a la búsqueda de algún yacaré o capibara despistados. Ver estas y otras criaturas de por allí bien vale un viaje.



































